—Mierda —maldijo Sergio, envolviendo con más fuerza su abrigo alrededor del bulto que se retorcía en sus brazos. No se había sentido tan tonto en casi un siglo. —Quédate quieto —Le advirtió. El bulto no le hizo caso. —Y si te atreves a orinarte en mi traje, recuerda mis palabras, habrá un infierno que pagar —El bulto emitió un sonido de disgusto, como si se sintiera ofendido por la mera sugerencia.
Sólo podía esperar que los vecinos de Max no lo estuvieran viendo hablar con su propio abrigo voluminoso. Ahora que se había instalado en una ciudad, se esforzaba más por pasar desapercibido como humano. Según Max, eso significaba usar ropa de frío adecuada cuando se pronosticaba nieve, pero el efecto de "mira qué normal y humano soy" podría haberse arruinado al verlo hablar consigo mismo.
Sergio se asomó al interior de su abrigo. La cosita peluda le devolvió la mirada, con un pelaje gris azulado moteado y unas orejas puntiagudas que parecían demasiado grandes para su cabeza. Sergio pensó que tenía un aspecto extraño, pero Max probablemente lo encontraría adorable. Ya había visto a Max poniendo ojos de enamorado en fotos y vídeos de esta raza en particular.
Eso era exactamente lo que lo había traído hasta aquí en primer lugar.
O más bien, el asegurarse de que Max recibiera lo que sea que su corazón quisiera había traído a Sergio aquí en primer lugar.
Había comenzado con Max soltando risitas ante su celular.
Habían estado acostados juntos en la cama, Sergio leyendo su libro y Max viendo varios vídeos.
—Muéstrame —había demandado Sergio tan pronto como lo escucho reír. Siempre quería saber qué tenía el potencial de hacer a su compañero tan feliz. Su demonio también se animó, encantado como estaba. Max había girado su teléfono hacia él.
—Mira a esta pequeña bolita de pelo—dijo, con los ojos azules brillantes—. Se ha estado saltando la cerca cuando su dueño no está, y ahora su dueño lo captó en vídeo. ¡Su carita de culpable!
Sergio miró el video, luego miró a su compañero con curiosidad.
—¿Y tú crees que este acto de desobediencia es... divertido?
Max resopló, con los ojos todavía en su celular.
—Solamente está siendo un perro. Los pastores australianos están llenos de energía. Necesitan bastante del estímulo. Pero son tan inteligentes. ¡Y jodidamente tiernos! ¡Míralo!
Sergio lo hizo. El perro estaba... bien. Pero Sergio estaba mucho más interesado en la adorable criatura justo en frente de él. Las mejillas de su compañero estaban sonrojadas, sus ojos brillando de felicidad.
¿Un vídeo de un perro desobediente había hecho eso?
Antes de que Sergio pudiera contener sus propias emociones, y evitar que se derramara a través de su vínculo, Max se había desviado de su celular y lo estaba mirando con las cejas alzadas.
—Oh dios mío. ¿Estás celoso?
—¿De qué? —Sergio puso tanta indiferencia como pudo en su voz, eligiendo ir en la ruta de la negación.
Max solamente pudo reírse ante él. Incluso aunque la risa estuviera dirigida hacia su propia insensatez, seguía siendo el sonido favorito de Sergio. Bueno, además de los jadeos y gemidos que podía sacar de su pareja cuando Sergio estaba dentro de él, por supuesto.
Max tomó la barbilla de Sergio con una mano y le dio un beso en los labios, regresando a su celular antes de que Sergio pudiera convertirlo en un beso propio.
¿Sería infantil si Sergio tirara ese celular al otro lado del cuarto?
—No tienes que ponerte celoso —Max le aseguró—. Es solo que siempre he querido un perro. Mi papá nos habló de traernos uno, pero luego... bueno, ya sabes. Mi mamá no estaba en el mejor estado para ello. Y luego, viviendo por mi cuenta, no creí que fuera lo más responsable, con lo mucho que trabajaba.
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El Compañero del Vampiro
Teen FictionSergio tiene otros demonios además del que lleva dentro. ¿Es lo suficientemente fuerte para mantener a Max a salvo del pasado que lo persigue? Solo sabe una cosa con certeza: ahora que ha encontrado a su compañero, hará cualquier cosa para quedarse...