VIII

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En cuanto sintió el pinchazo en su cuello, sabía que era demasiado tarde. Estar con los ojos vendados hacía que el efecto de la droga lo afectará a un más y fue guiado por un desconocido hasta que sintió su cuerpo estrellarse con el suelo de ¿piedra? Bueno, no lo tenía claro. No tenía claro nada.

Se sentía como si estuviera borracho. Y era raro, pues nunca había tomado una gota de cerveza en su vida.

Estuvo unos segundos tendido en el suelo hasta que él entro. Ni siquiera tuvo que verlo o escucharlo; su sola presencia le advertía el peligro. Quería pelear, defenderse de él, pero no podía enderezarse y apenas sentía su cuerpo. No tenía armas para defenderse, a diferencia de él, que seguramente cargaba con más de una pistola entre su ropa. También una navaja, nunca puede faltar.

Él dijo algo que Hunter no pudo comprender. A partir de ahí, todo se torno mil veces peor. Él colocó su mano detrás de su cuello, presionando fuertemente su pelo rubio, y le dió una cachetada. Y luego otra.

Y otra.
Y otra.
Y otra...

¡Para!

Los gritos se volvían más fuertes y la velocidad de los golpes aumentaban cada vez más. Gritos y gritos sin sentido. O bueno, seguramente tenían significado, pero su cabeza le dolía tanto que no era capaz de procesar lo que sucedía. Y no era solo por los golpes.

Sintió como unas gotas de saliva manchaban su malherido rostro, o tal vez era su propia sangre. Después, él imitó lo mismos golpes que provocó en su cara, pero ahora en el resto de su cuerpo y sus gritos no se detenían.

Hunter entendió más que nunca porqué su hermana había apuñalado a Camila Noceda ese día. Ya había comprendido las razones de Luz, pero nunca las sintió tan reales hasta ese momento.

El rato pasaba y las torturas se volvían peores, pero aún así, la droga o lo que sea que había en esa estúpida jeringa estaba concentrando todo su dolor en su cabeza ¿Era esa una prueba de amabilidad de Belos? ¿Quería que sufriera menos? ¿Por qué le dió la droga si no?

Sin importar la respuesta seguiría siendo el mismo ser repugnante de siempre. El mismo que asesinó a su hermano y docenas de personas por su erróneo pensamiento. El mismo que había obligado o influenciado a otros a hacer lo mismo. El mismo que estaba orgulloso de si mismo a pesar de lo despiadado e insensible que era.

Belos observaba con felicidad a la criatura. Después de tanto tiempo, tenía en sus manos a la persona que lo mando a la cárcel, que prácticamente arruinó su vida, lo convirtió en un criminal. El hijo de Caleb Wittbane y la zorra de su novia. Pero Caleb Wittbane había muerto por su culpa y la zorra de su novia también. Solo quedaba él, su descendencia, el único miembro de su familia con vida, el más preciado.

Si, el más preciado. Y lo cuidaría de los demás. Nadie se acercaría más a él; mucho menos la policía. Nadie volverá a arrebatárselo nunca más.






Lilith se estaba cuestionando fuertemente si era buena idea tratar de ayudar con el rescate de su sobrino cuando escuchó sonoros golpes provenientes de la puerta. La estaban tratando de tumbar.

—¡Luz! ¡Amity!—recorrió el apartamento buscando a las niñas. Las encontró en el baño; Luz estaba sentada en la tapa del inodoro y Amity caminaba de un lado a otro del baño, pensando en quién sabe que que cosa—. Éscondandse en la bañera y tranquen la puerta, ¿entendido?

—¿Eh?

Pero Lilith se fue corriendo del baño. Amity se abalanzó contra la puerta y colocó la básica tranca que no parecía ser muy resistente. Luz deslizó la cortina y se sentó en la bañera. La pelimorada la imitó y cerró la cortina.

Segundo roundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora