III

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Lucía caminaba por las desiertas calles de la ciudad, cargando su mochila llena de cuadernos y útiles. Se sentó en la parada de bus y espero pacientemente a que esté llegará.

Era un día cualquiera. Despertarse, desayunar, dar un beso de despedida a su padre, tomar el bus, ir a la escuela, salir a fumar con unos amigos, volver a casa, no hacer la tarea y dormir. Su rutina nunca cambiaba y no cambiaba desde hace más de un año. Probar un cigarrillo a la tierna edad de catorce no fue su mejor idea, y aunque aveces trataba de dejarlo, le era imposible cunado Erika y Sebastián se le acercaba fuera del liceo con un cigarrillo en la mano.

—¿Cómo está la mejor amiga del mundo?

Lucía se sobresaltó al ver a Pilar. No eran amigas, pero después de que la ayudo en un trabajo de educación física la chica lo tomo como una petición de amistad. Ya se había acostumbrado a su hiperactividad y los ratos con ella no eran tan irritables como antes.

—Como siempre—se encogió de hombros.

—¿Estudiaste para el oral de historia?

—Nah, improvisare.

—Lucía, la tenés con tres y queda menos de un mes para que acabe el curso, ¿cómo piensas subir eso a un seis?

—Deja Pilar, ni que tuvieras el derecho de meterte así en mi vida.

Pilar bajo la cabeza algo arrepentida y jugo un rato con los cordones de sus zapatillas mientras murmuraba su presentación. Cuando llegó el autobús, no paró. Dentro de él, siguió practicando sin frenar su oral y cuando se equivocaba, se apretaba los dedos con los cordones para castigarse. Lucía no entendía su obsesión por la escuela.

En la escuela, Lucía saco un uno en el oral y en la clase de geografía se mando una mandada a dirección por ser la quinta vez en el mes en el que no entregaba una tarea.

—Estas notas no son normales, Lucía. Si seguís en este camino, repetirás noveno. ¿Sabes lo importante que es antes de pasar a preparatoria este curso?—le dijo el director ese día, preocupado por ella

Lucía no contesto.

—¿Sucede algo en casa?

—No, todo está bien.

—¿Entonces, Lucía? ¿Qué sucede contigo?

—No lo sé.

Nunca le había interesado estudiar y cada vez que lo intentaba, se distraía con otra cosa y, después de un tiempo, le empezó a dar igual la escuela. No entendía que sucedía con ella y había dejado de intentar entenderlo.

—Dime que lo intentarás, Lucía. Eres una gran alumna, solo que no sabes cómo demostrarlo. Tengo fe en que lo intentarás.

Lucía se retiró y volvió a su horario normal. Comió en la cafetería con Pilar, pero la chica parecía estar algo enojada con ella.

—¿Qué hice ahora?—dijo Lucía, harta del extraño silencio.

—Te intentaba ayudar—dijo Pilar—. Tu reacción estuvo mal.

—¿Tu quien eres para decir que mi reacción estuvo mal?

—¿Ves? Siempre me tratas de esa forma—dijo la pelinegra, decepcionada.

—Y yo no te estoy obligando a estar conmigo—le recordó la morena—. ¿Por qué quieres tanto ser mi amiga?

Pilar se encogió de hombros, a punto de llorar, tomo su bandeja de comida y se fue a otra mesa.

Lucía se preguntó si la había tratado muy mal, pero pensó que ella se lo había buscado. Nadie la obligaba a ser su amiga.

Cuando terminó las clases, tomo su mochila y camino directamente fuera del colegio. Quería regresar a su casa y olvidar que estaba a punto de perder el año, de olvidar que había tratado mal a una chica que solo intentaba ayudarla, así que a pasos rápidos se fue de la escuela.

Segundo roundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora