Capítulo 10. [ ¿Dónde estoy? ]

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Me inquietaba empezar a pensar como era posible que él supiera lo del mensaje. Mi instinto indicaba que él tenía algo que ver con la desaparición. Dijo que podíamos encontrarlo, pero, ¿yo que pintaba en todo eso? No me necesitaba para nada. Seguro que Marc estaba bien y mi ayuda no era necesaria. Aquel chico me estaba mareando las ideas de la cabeza, y la única manera de quitarme aquellas preguntas que tanto rodeaban mis pensamientos era preguntarle:

—Yo te he hecho caso, responde a mis preguntas.

—¿Podemos ir a otro lugar? —preguntó inocentemente. Mis amigas seguían en el Holandés, pero mi inquietud no iba a dejarme pasarmelo bien en lo que quedaba de noche, y aún era pronto, así que acepté:

—Sube.

Subí al coche, guardé la carta de nuevo en la guantera y cuando el chico se subió, arrenqué el coche.

Conducí sin destino, no iba a ninguna parte, pero supuse que eso era lo que el chico quería.

—¿Sabes lo que Marc opinaba sobre la muerte? —lanzó sin venir a cuento. Miraba de reojo que sus ojos estaban metidos en la carretera. Quedé perpleja, si quiera respondí—. No existía. Uno no deja de existir nunca, el alma vive aunque no esté en un cuerpo.

No sabía que responderle, me había dejado sin palabras.

—Empezó a hacer cosas raras, nos dijo que estaba abriendo los ojos y que la verdad estaba por llegar. Empezó a volverse loco. Cada vez salía menos, desde un tiempo antes de desaparecer, no respondía a nuestros mensajes. Las últimas veces que quedamos, llevába las ojeras muy marcadas, vestía de una manera diferente, y olía algo peculiar. No era él.

—¿Yo que tengo que ver con todo esto? —fuí directo al grano. No me importaba todo aquello, solo quería saber que tenía que ver yo.

—Nos juntamos en casa de David hace 16 días, quedamos varias personas, junto a Marc, todos pensabamos lo mismo de él, que estaba cambiado y supusimos que estaba pasando por un mal momento, queríamos hablarle del tema e intentar ayudarlo, pero lo que nos respondió nos dejo sin respuestas. Dijo que recibió una llamada hace un tiempo, que recuerda el número como si lo tuviera delante, y que cuando respondió, el hombre de detrás del teléfono empezó a abrirle la mente. Le contó varios secretos, y lo engatusó para que un día fuera a Polen Trees, el bosque que hay al salir de Kadec. No nos contó los secretos, pero comentó que la muerte estaba relacionada, y que había una salida delante de nuestros ojos.

—¿Una salida de dónde? —interrumpí.

—No lo sabemos. Una salida de la vida deducimos todos, pero eso no tenía sentido, eso es la misma muerte —respondió—. Un tiempo después, se anunció su desaparición.

—¿No habéis vuelto a saber de él?

—Desde aquel día, nada. Pero nos dejó varias pistas, y una advertencia. Tú.

—¿Yo?

—Dejó varias cartas, igual a las tuya, escondidas en casa de David, parecía una especie de juego, y hasta ahora hemos encontrado 3 de ellas, no sabemos si hay más.

—¿Qué hay en las cartas? —pregunté. Él se mantuvo en silencio, y al fin, me miró, yo paré el coche en la recta donde estábamos, y lentamente lo coloqué en el arcén—¿Qué pone en las cartas?

Parecía no querer responderme, su silencio me incomodaba.

—No debes saberlo —dijo y siguió mirando al frente aunque no nos moviéramos— es por tu bien.

—Sé cuidarme sola, sobreviviré.

—Lo sé. No hace falta sobrevivir, la muerte es solo un mal rato.

Deduje rápidamente lo que quería decir con eso:

—Tienes la misma opinión que él. Eso es lo que hay en las cartas: lo que él sabe —supuse. Su incómodo silencio me confirmó mi intuición—. Os está metiendo en su juego.

—No es un juego —replicó descontento. Parecía haberle afectado—. Victoria, no estoy bromeado, solo queremos encontrar a Marc y ayudarlo con todo esto antes de que cometa una locura. Necesitamos tu ayuda.

No sabía de lo que Marc era capaz, no quería comprobarlo, quería que todo fuera como antes.

—Aún no entiendo que tengo que ver.

—En una de las cartas, en la que yo encontré, había una foto tuya, y junto a ella un escrito con una fecha, una hora y una frase que decía: Que abra la carta.

—¿Cuando tengo que abrirla?

—Dentro de 5 minutos.

No me cuadraba nada de lo que decía, él estaba de fiesta, igual que yo. ¿Acaso sabía donde iba a estar? ¿Había venido adrede a por mi? Fuera lo que fuera, me inquitaba cualquier posible respuesta.

Abri la guantera y cogí la carta, la puse encima de la radio y miré la hora para tenerla controlada.

—Esto es una tontería. Nada tiene sentido —concluí.

—Tal vez cuando la abras lo tenga. Cada carta pone una cosa diferente.

—Tengo miedo, Victoria. Desde que nos metimos en esto, mis amigos y yo estamos cambiando. Nos están abriendo los ojos, pero personalmente, creo que este no es el camino. La ignorancia termina siendo un don que pocos tienen. Apartar la curiosidad y tener la capacidad de soportar que te llame a la puerta constantemente es algo muy complicado, y aunque nosotros no lo hagamos por ella, creo que más de uno le ha abierto. Veo los ojos de los demás y pienso que esto ya no es por Marc, es por nosotros. La sabiduría de algo que durante tanto tiempo no ha importado, creo que nos controla. Marc aparecerá en algún momento, y creemos que traerá algo que nos cambiará a todos, más incluso de lo que nos está cambiando ya. Lo que hay detrás de la muerte era algo incomprensible.

¿Era?

—Ábrela.

MANCHADA de Aarón AlcaideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora