Avie
El sol se desliza hacia el horizonte, derramando tonos dorados sobre la calle que recorro después de las clases, en la escuela de las monjas.
Mis pensamientos, aún impregnados de las lecciones del día y del riguroso examen que hicimos hoy, se ven abruptamente interrumpidos por la presencia magnética de un hombre, a mediados de la calle.
«¿Quién eres y por qué estás aquí?».
Es lo primero que viene a mi mente, pero entonces, recuerdo que estoy en la vía pública y que las personas son libres de transitar por ella.
Sigo avanzando. Mi corazón comienza a latir con más fuerza y una rapidez impresionante, cuando me percato de lo atractivo que es.
«Perdóname, padre».
Pido, mientras acelero el paso y desvío la mirada cuando llego a donde está. Quiero pasar lo más rápido posible, pero su voz ronca prácticamente hace que me detenga.
El hombre se acerca con una sonrisa cautivadora, y tengo que contenerme para no tragar grueso ante la presencia y el aura envolvente que desprende.
—Hola —me saluda sin dejar de buscar mis ojos. En cambio, yo solo aparto la mirada. Sus ojos causan una extraña sensación en mi piel. Son de un azul intenso que sientes te penetra el alma.
—Ho-hola —dejo escuchar un leve tartamudeo en una palabra tan simple como la que acabo de pronunciar.
—Disculpa, ¿puedo caminar a tu lado?
—Sí, claro... —Asiento, con sorpresa apenas disimulada.
¿Pero?
¿Qué se supone que estoy haciendo?
¿Por qué tuve que aceptar caminar al lado de un extraño?
¿No debería estar reaccionando así?
—Soy Killian. ¿Cómo te llamas?
—Me llamo, Avie —respondo, sintiendo cómo mis mejillas se tiñen de un suave rubor.
—Es un placer conocerte, Avie. Tienes un nombre muy lindo.
—Gracias. Eres muy amable —sonrío como tonta, pero al darme cuenta de mi actitud, vuelvo a mostrarme seria.
—Tienes una sonrisa hermosa. Pero eso seguramente ya lo sabías. Debes estar cansada de escucharlo de quienes saben apreciar una flor hermosa como tú.
No digo nada. Me mantengo muda ante su halago, ya que ni siquiera sé qué responder. Es algo a lo que no estoy acostumbrada.
—Siento mucho si te incomodo, Avie, pero tu belleza me provoca hablarte así. ¿Te molesta si sigo hablando contigo?
—¿Por qué le interesa hablar conmigo? —cuestiono para tratar de impedir lo que a simple vista estoy notando—. No puedo hacer estas cosas, señor.
—Tranquila, Avie. No estamos haciendo nada malo. Solo conversamos.
—Pero no ha respondido mi pregunta. ¿Por qué habla conmigo?
—Porque he sentido una conexión especial desde el momento en que te vi —no esperaba su respuesta y mi corazón, al escucharlo, casi salta fuera de mi pecho.
No, no esperaba su respuesta, sin embargo, aunque haya sido inusual, sus palabras resuenan en algún rincón de mi ser, desatando una curiosidad que apenas comienza a aflorar y que no me está permitida.
—Es... inusual —murmuro, sintiendo cómo la atmósfera se llena de una extraña complicidad.
El desconocido llamado Killian ríe suavemente, como si disfrutara de mi honestidad.

ESTÁS LEYENDO
Arrástrame a tu infierno
Romance-La escucho, hija. -Vengo a confesarme, padre. He pecado ante los ojos de Dios y he sido débil cediendo a los deseos de la carne. En mi cuerpo solo se aloja el deseo y la lujuria. No puedo dejar de sentir que estoy poseída por el mismísimo satanás...