Killian
—Hijo, ¿a dónde vas? ¿Saldrás hoy nuevamente? —cuestiona mi madre, en medio de la sala. Me toma por sorpresa cuando voy a salir.
—¿Qué haces, mamá?
—Nada, aquí viendo cómo se te ha hecho costumbre salir de casa, siempre a la misma hora.
—Madre, deja de exagerar. Solo ayer salí a esta hora. ¿Por qué dices que se me ha hecho costumbre?
—Porque así es —afirma, caminado hasta mí—¿Ahora te dio por salir de casa en las noches?
—Mamá, ¿qué te ocurre? Cuando salgo de juerga lo hago en las noches. Lo mismo pasa cuando me voy al club. Siempre salgo en las noches —sonrío.
—Pero no un día detrás del otro. Ni siquiera te ha importado que esté sola en casa. Me dejas aquí, sabiendo que tu padre no está —intenta chantajearme emocionalmente.
Es su método más recurrente cuando me quiere convencer de algo o cuando quiere que haga algo como ella desea.
—Mamá, no hagas eso, ¿sí? —la abrazo—. Estarás bien, y cualquier cosa puedes llamarme y vengo corriendo. Voy a demorar lo mismo que ayer. En menos de una hora estaré de vuelta.
—¿A dónde estás yendo desde ayer? —me separo y la observo. Tiene una ceja enarcada—. Porque al club no es. Y dijiste que luego me contarías sobre algo, pero todavía sigo esperando.
—No dije que sería ahora, señora Margaret. Deje de ser impaciente —le doy un beso en la frente—. Y deje de preocuparse tanto por su hijo que ya no soy un bebé. Estaré de vuelta en poco tiempo.
—Tú y tus secretos —casi gruñe—. Eres idéntico a tu padre.
—Por algo lo es. Y ya basta de quejas que si me llevo por ti, vendría saliendo mañana. Hasta más tarde, madre.
—Cuídate, hijo. Por favor, no demores mucho.
—Te amo —le aviento un beso y ella sonríe.
—También yo, mi grandulón.
Salgo del apartamento, todavía sin tener idea de que lo que estoy haciendo tendrá el resultado que espero, pero por lo menos servirá para despertar su curiosidad.
Me refiero a Avie. Mi corderita se espantó con mi declaración, aunque pude ver que no le soy indiferente. Ella también siente atracción por mí. Es la única explicación a su reacción. No puede ser que con la edad que tiene su corazón esté cerrado al amor cuando ni siquiera lo ha experimentado.
Y comprendo que mi desesperación por acercarme a ella quizás no fue la mejor ni la más prudente, tratándose de la persona que es, pero...
¿Qué demonios se supone que debía hacer?
¿Ser más cauteloso?
No, no es mi estilo, ese no soy yo. Y aunque estoy tratando de tener un poco de tacto con ella, tengo límites. Hay cosas que no puedo controlar. La quiero para mí y como dice mi amigo, estoy perdiendo tiempo. Necesito que entienda que la atracción entre dos personas es algo normal, y que yo me siento atraído por ella.
¿De qué forma se lo hago entender? No lo tengo claro.
Solo sé que pasará. Ella tendrá que aceptar esta realidad que también es la suya, porque aunque no sea la culpable, es la responsable de este amor que siento por ella.
No sé cómo, pero haré que me quiera.
En fin, que antes de salir de la ciudad, compro una rosa roja en el mismo sitio de la primera vez. Hoy dejaré nuevamente una en su ventana. Desde afuera pude ver su reacción y juro que me encantó.
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Arrástrame a tu infierno
Storie d'amore-La escucho, hija. -Vengo a confesarme, padre. He pecado ante los ojos de Dios y he sido débil cediendo a los deseos de la carne. En mi cuerpo solo se aloja el deseo y la lujuria. No puedo dejar de sentir que estoy poseída por el mismísimo satanás...