Capítulo 2: Vida en Rocafonda: 3. Amistad

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Fermín, un niño del barrio con una sonrisa contagiosa, se convirtió en el mejor amigo de Lamine. Juntos, compartían largas tardes jugando al fútbol, soñando con grandes estadios y ovaciones.

 Juntos, compartían largas tardes jugando al fútbol, soñando con grandes estadios y ovaciones

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Escena: Partido en la Calle

Era una tarde soleada en Rocafonda, y el calor del día comenzaba a suavizarse, dando paso a una brisa ligera que hacía más llevadera la tarde. Las calles del barrio, normalmente transitadas, se habían convertido en el escenario perfecto para un partido de fútbol improvisado. Las porterías eran dos mochilas viejas colocadas a unos metros de distancia, y el campo de juego, un tramo de asfalto entre edificios.

 Las porterías eran dos mochilas viejas colocadas a unos metros de distancia, y el campo de juego, un tramo de asfalto entre edificios

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Lamine y Fermín, con seis años, lideraban a dos equipos de niños del vecindario. La pelota, un balón de cuero desgastado, rodaba por el pavimento mientras los gritos y risas de los pequeños jugadores llenaban el aire.

Fermín: (Pasándole la pelota a Lamine) "¡Aquí, Lamine!" Lamine recibió el pase con un toque suave, controlando el balón con una destreza sorprendente para su edad

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Fermín: (Pasándole la pelota a Lamine) "¡Aquí, Lamine!" Lamine recibió el pase con un toque suave, controlando el balón con una destreza sorprendente para su edad. Sus ojos brillaban con concentración mientras avanzaba esquivando a los otros niños con movimientos rápidos y precisos.


Lamine: (Driblando a dos jugadores) "¡Vamos, Fermín, corre hacia la portería!"Fermín, siguiendo las instrucciones de su amigo, se adelantó corriendo con todas sus fuerzas. Lamine, con un giro rápido, dejó atrás a su marcador y le pasó el balón con un toque preciso. Marc lo recibió con un grito de alegría y, sin detenerse, disparó hacia la portería improvisada.Marc: "¡Gol!"


El grito resonó por la calle, y los niños se detuvieron para celebrar. Fermín corrió hacia Lamine y ambos chocaron las manos, riendo y abrazándose.


Fermín: "¡Eres increíble, Lamine! Algún día, el mundo entero sabrá tu nombre."Lamine, con una sonrisa amplia, respiraba con dificultad pero con una satisfacción evidente. Lamine: (Riendo) "¡Y el tuyo también, Fermín! Seremos imparables."


El partido continuó, con Lamine y Fermín demostrando una conexión especial en el campo. Lamine, siempre atento, se movía con agilidad, interceptando pases y lanzando contraataques. En una jugada particularmente intensa, robó el balón en medio campo y se lanzó a la ofensiva, eludiendo a los defensores con una serie de regates impresionantes.


Lamine: "¡Voy por el centro, Fermín!"


Fermín, anticipando el movimiento de su amigo, se colocó en posición para recibir el pase. Lamine, tras dejar atrás a su último marcador, le envió un pase preciso. Fermín controló el balón con el pecho y, antes de que los defensores pudieran reaccionar, lo envió al fondo de la portería con un potente disparo.


Niños del barrio: "¡Golazo!"

La calle se llenó de vítores y aplausos improvisados

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La calle se llenó de vítores y aplausos improvisados. Los niños se amontonaron alrededor de Fermín y Lamine, levantándolos en hombros como si ya fueran las estrellas que soñaban ser. En esos momentos, parecía que el pavimento se transformaba en el césped de un gran estadio, y las risas y los gritos de alegría eran como la ovación de miles de aficionados.


Mientras el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados, los niños seguían jugando, sin preocuparse por el tiempo. Para Lamine Yamal y Fermín, esas tardes eran más que simples juegos; eran la promesa de un futuro brillante y la prueba de una amistad que se fortalecía con cada gol, cada pase y cada risa compartida.

 Para Lamine Yamal y Fermín, esas tardes eran más que simples juegos; eran la promesa de un futuro brillante y la prueba de una amistad que se fortalecía con cada gol, cada pase y cada risa compartida

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La jornada terminó cuando las madres de los niños comenzaron a llamarlos para cenar. Lamine Yamal y Fermín, sudorosos y sonrientes, se despidieron con un abrazo.


Lamine: "Nos vemos mañana, Marc. ¡Vamos a seguir!"


Fermín: "¡Claro que sí! ¡Hasta mañana, Lamine!"

Caminando hacia sus casas, con la pelota bajo el brazo, ambos niños sabían que lo que estaban construyendo no era solo habilidad en el fútbol, sino una amistad y un sueño que los acompañarían siempre

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Caminando hacia sus casas, con la pelota bajo el brazo, ambos niños sabían que lo que estaban construyendo no era solo habilidad en el fútbol, sino una amistad y un sueño que los acompañarían siempre.


Lamine Yamal: Sueños De BarrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora