Ai es la prometida de Todoroki pero un viaje en el tiempo la hará darse cuenta de cosas que decidió ignorar.
Historia con contenido para 🔞🚩
🎖️ #1 Mirio
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🎖️ #1 Todoroki
Querido amor: empezaban a dibujarse sentimientos dentro de mí que ahora, sin más, se han congelado.
Todo alrededor se desmoronó demasiado pronto, ni una sola cosa ha cambiado.
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Miró a través de la ventana con una mueca de angustia, la lluvia cayó tan fuerte que el corazón se le oprimió, pero ¿Por qué? ¿Acaso ese idiota terminó de rechazarla? ¿Le hizo algo? No... claro que no, era imposible que ese simplón la lastimara.
Revisó el pronóstico del clima, decía que estaría lloviendo todo el día así que quizá solo era lluvia y no tenía relación con ella, aún así tomó su teléfono y le hizo una llamada, tan pronto fue mandado a buzón recordó que estampó su teléfono contra la pared y que los restos seguían esparcidos en el suelo. Tenía que arreglar ese asunto...
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Fue extraño, eso se sintió horrible por decir lo menos, el cuerpo le temblaba y tenía un escozor por todas partes, no lo quemo demasiado pero los rayos que despedía del cuerpo no le permitían ni acercarse.
—Ai...— le llamó aunque ella no lo escuchaba, estaba ida y llorando a mares.
Ai bajo del auto y se quedó de pie, no podía contener sus lágrimas, mucho menos los rayos que se le escapaban entre la piel. Era molesto, se sentía culpable, humillada, fracasada, no sabía qué mierda sentir pero entendía que el Shoto frente a ella no era quien tenía la culpa, era el Shoto de años después quien se volvió un hijo de puta al que quería golpear.
—Por favor... cálmate— pidió acercándose pero ella solo lo fulminó con la mirada. No entendía que hizo mal, él no le hizo nunca nada y ahora lo veía con tanto odio que le rompía el corazón en mil pedazos.
Se cruzó de brazos intentando recomponer su respiración, ya estaba, ahora mismo Shoto no era su novio y no cometería la estupidez de casarse con él. Solo tenía que desechar los pocos sentimientos que le quedaban para empezar de cero —Déjame tranquila— caminó hacia afuera del aparcamiento.
—¡E-espera!— pidió el bicolor en un grito, no era bueno que se fuera en ese estado, con esa ropa... ¿A dónde iba? Subió al auto y la siguió de cerca mirándola a unos metros de distancia.
