CAPITULO 22

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LUCIFER

—Muévete inútil, el sol está muy fuerte y no quiero estarte vigilando todo el día.

Tallo las prendas una tras otra, las meto al bote de agua para quitar el exceso de jabón y lo vuelvo a hacer con la siguiente prenda.

Cuando termino con toda la ropa, la cuelgo en la soga que se sostienen de rama en rama en dos árboles. Limpio el sudor de mi frente con el torso de mi mano y cuando doy la media vuelta, la soga junto con la ropa caen al piso, las prendas cayeron por que la rama no soporto el peso. volteo paniquiado y mis piernas comienzan a temblar.

— ¿Qué hiciste estúpido?

Veo a la malnacida de Marcol acercarse furiosa y pienso si corro o le doy frente. Elijo la segunda opción ya que no fue mi culpa. Llega a mí, toma mi brazo, se agacha a mi altura y me muerde el brazo. Grito y trato de apartarla y no funciona.

— ¡Suéltame, me duele, suéltame! —me muerde con fuerza, era un dolor jodido, intentaba empujarla para que me soltara pero no lo lograba.

Al fin lo hace y me avienta al piso provocando que una roca me golpee la espalda, como puedo reúno fuerzas para levantarme y corro, corro lo más rápido y lo más lejos que puedo mi espalda dolía. Por haber topado con esa piedra, seguía corriendo lo más lejos que podía de ella.

Me despierto del mal sueño y me doy un baño, tuve una pésima noche, no podía dormir bien, me sentía cansado, volví el estómago 3 veces durante la noche. Tengo ojeras y me duele horrible la cabeza. Respondo la llamada del abogado y le confirmo la cita. Hoy es la leída del testamento de los abuelos en el castillo, no sé cuál es el jodido apuro de saber que va a pasar con sus cosas.

Primero bajo un piso para entrar a la oficina del edificio, Abel me mensajea diciendo que vienen para acá. Me enfoco en los contratos que tengo sobre el escritorio y abren la puerta de la nada después de 15 minutos de mi llegada y entra el idiota sin avisar como siempre.

—¿Sabías que Ebba fue a hipotecar su casa? —alzo el rostro molesto. Y Abel entra a mi oficina como si entrara a su cocina.

—¿Por qué no te anunciaste con Lucia? —se sentó en una de las sillas frente al escritorio.

—Oh, tu linda secretaria fue a echarse agua en la cara después de que la hice sudar. —podía sentir como mis cejas se fruncían más.

—¿Qué? —me entran unas ganas de reventar al maldito. Solo si pudiera.

—No te desvíes, Ebba hipoteco su casa. Creo que nuestra amiga necesita dinero. ¿Pero por qué no nos lo pidió? entre los 3 se lo hubiéramos dado.

—¿Cómo lo sabes? —Abel siempre se entera de lo que pasa a su alrededor, no sé como pero siempre lo hace.

—Porque somos amigo Lucifer...—los cuatro nos conocemos desde pequeños, según ellos somos tan hermanos, aunque yo sea un desgraciado.

—Me refiero a la hipoteca. —Me masajeo la sien, el dolor no me da tregua.

—Porque ya tiene semanas rara, y entonces como no quiso hablar conmigo ni con Eider, y supuse que ni contigo, la seguí —había hablado con ella hace días, se estaba comportando un poco rara, pero no me quiso comentar nada.

Habla tan simple y se sirve un vaso de mi whisky, ni siquiera me pregunto si quería, al menos me sirve uno a mi también.

—¿A dónde la seguiste? —bebo de mi vaso pasándome dos analgésicos que me trajo Lucia.

—De la central se fue al banco, duro mucho, y después de que se fue, entre con la chica que la atendió, tuve que abrir una cuenta, pero logre coquetear con ella y sacarle la información que se necesitaba.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora