En una ciudad desolada por desapariciones extrañas, Yas, Oliver y Camil se verán embarcados en un viaje hacia un mundo distópico llamado Pandemónium, envuelto en oscuridad y locura, donde gobiernan las Mentalíforas que son enfermedades mentales que...
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—¡Hey, deténganse! —gritó un agente de policía en su intento por detener a dos niños que corrían por toda la ciudad. Eran como autos de carrera pasando entre la gente, esquivando a toda velocidad a los transeúntes que se encontraban de frente. Uno de ellos tenía gran experiencia en estas situaciones, mientras que el otro chico era inexperto en persecuciones de tal magnitud. Cruzaron calles. En muchas ocasiones, los autos frenaron estrepitosamente para no chocar contra los niños. Doblaron por esquinas, corrieron por callejones, avenidas, subieron por mallas metálicas y avanzaron por basureros, hasta burlar al policía que hacía mucho los había dejado de perseguir.
—¿Estás bien? —le preguntó el niño que evidentemente tenía mucha más experiencia en este tipo de situaciones.
—Sí… —respondió jadeando el otro chico, aún desconcertado por todo lo que había pasado.
El extraño relato que te contaré, no sé si fue un mito o una historia verdadera, que el tiempo distorsionó hasta convertirse en un simple cuento para niños, todo comenzó ese día, con estos infantes huyendo de aquel policía. Aunque en realidad el origen de todo no inició aquí; para eso, necesitamos retroceder en el tiempo, siendo más específicos, un 23 de noviembre de 1983, fecha en la que se sitúa esta increíble y extraña historia.
En las últimas dos semanas, las desapariciones de niños en el país aumentaron exponencialmente en un 30%. Se desconocían las razones, y las autoridades expresaron su preocupación ante la ciudadanía, recomendando mantener a sus niños dentro de casa y evitar salir, mantenerlos bajo supervisión de un adulto en todo momento, ya que esta situación había provocado serias consecuencias en la población, llegando a generar miedo e incertidumbre.
Este tipo de noticias eran las que predominaban, sumando a ello un ambiente de pánico y temor entre los habitantes, quienes se limitaban a envolverse entre murmullos
especulando y creando rumores sobre extraños acontecimientos que sucedían.
—¡Adiós, mamá! ¡Adiós, papá! —se despidió de sus padres un niño, llamado Yas Lehner. Era delgado, pequeño de estatura, de 12 años de edad, aunque parecía de 10. Tenía el cabello color castaño oscuro, puntiagudo y rebelde, y los ojos marrones. Era un chico inseguro, pero con determinación; callado e introvertido, con un gran sentido de responsabilidad, leal y con valentía para luchar por sus seres queridos; ingenuo y muy gentil ante los demás.
Vivía en el país de Handoores, en una ciudad llamada Tegoose, que, si la comparamos con grandes ciudades del mundo como Nueva York, París o Tokio, era una ciudad pequeña.
Los padres de Yas eran personas escépticas y tradicionalistas evitando a toda costa enterarse de los sucesos del entorno social presente, por lo que ignoraban las noticias de las desapariciones infantiles.
El día presentaba un cielo azul con algunas pequeñas nubes en el horizonte y el sol brillaba en todo su esplendor. Yas, como acostumbraba, iba camino a la escuela Francis D’Moran, una escuela pública de su localidad. Era un año más que transcurriría con total normalidad, y ese día parecía ser uno más, al menos eso pensaba… pero el destino le tenía preparado un juego cruel, malévolo y retorcido.