En una ciudad desolada por desapariciones extrañas, Yas, Oliver y Camil se verán embarcados en un viaje hacia un mundo distópico llamado Pandemónium, envuelto en oscuridad y locura, donde gobiernan las Mentalíforas que son enfermedades mentales que...
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Camil se dirigió a su cuarto con miedo al recordar aquella criatura espeluznante, estaba decidida a acompañar a los muchachos, dispuestos a salir en medio de la noche, sacó una mochila debajo de su cama y tomó un par de cosas: una linterna con baterías, un par de baterías extras, calcetines, goma de mascar, cerillas, cigarrillos que tenía escondidos, cosas que ella pensó que le serían de utilidad en algún momento.
Esto a escondidas de su tío Gust, que dormía plácidamente en su habitación. Los 3 muchachos salieron escabulléndose del apartamento, a través de la ventana del cuarto de Camil, llegaron a las gradas de emergencia que los condujo a la calle.
Faltaba un cuarto para las 10 P.M. el cielo nocturno estaba extremadamente oscuro, negro, era como si un enorme telón cubriera todo.
Comenzaron a caminar por varias calles, el clima era frío y procuraban andar rápido para entrar en calor. Ruidos de autos a la lejanía, sirenas de ambulancias, ladridos de perros seguidos por un silencio casi ininterrumpido, reinaban en ese momento.
—¿Falta mucho para llegar?
—Apenas llevamos 5 cuadras caminando Camil, pero si mis cálculos son correctos vamos casi por la mitad del camino —respondió Oliver.
—Espero encontrarlos y resolver todo esto de una vez por todas, pero me intriga saber cómo ellos pueden ayudar —añadió Yas.
El alumbrado público y sus débiles bujías apenas daban luz, separadas a una distancia considerable unas de las otras, Camil sacó un cigarrillo y lo encendió usando los cerillos, inhaló un par de segundos, sostuvo el humo y lo soltó con elegancia, con tanta pericia como si toda la vida lo hubiera hecho.
—Si te mira tú tío te mata —mencionó Yas
—¡Sí, pero no lo hará! Todo este asunto me pone los nervios de punta, además tú no has visto nada, y eso te incluye a ti también —señalando a Oliver de manera amenazadora, este al sentirse aludido hizo una señal de que su boca permanecería cerrada.
Llegaron al puente Lollam, se desviaron por un extremo y bajaron hasta quedar debajo de él. Al fin habían llegado al lugar que tanto anhelaban. Allí se congregaban varios vagabundos, entre jóvenes y personas mayores, sin contar a los perros y gatos que también se reunían, era como una sede para vagabundos, en medio tenían una pequeña fogata, con un fuego decrépito que apenas lograba iluminarlos, casi en la intemperie, únicamente protegidos por el puente.
Era un lugar cálido con personas que, a pesar de su condición, sus ropas desgastadas y su falta de dinero, eran muy agradables.
—¡Vaya, vaya! ¿A quién tenemos aquí? —uno de los vagabundos más jóvenes había reconocido a Oliver.
—¡Tiempo sin verte hermano! —respondió Oliver seguido de un abrazo afectuoso como saludo, Oliver presentó a todo el grupo a Camil y a Yas, quienes fueron recibidos con grandes sonrisas y gestos bondadosos, decidieron conversar con uno de los ancianos sabía que ellos tenían mucha experiencia y eran muy sabios a la hora de dar consejos, él los llevó a un lugar un poco más apartado de los demás para poder platicar.