II

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Sin previo visto, recobró la conciencia asustada, abrió los ojos

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Sin previo visto, recobró la conciencia asustada, abrió los ojos. Lo primero que hizo fue levantarse de la cama, pero en seguida el castaño, quien estaba a su lado, la detuvo.

—¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú? —preguntó alterada. 

Ella observó el lugar hasta darse cuenta de que se encontraba en un camarote de un barco vestida de vestido blanco largo, en la abertura del pecho un margen de encaje, las mangas transparentes, y los pliegues del vestido, aquellas pliegues que descendían hasta sus pies, el castaño se acercó a ella. 

—No te alteres, llegaste inconsciente, debes descansar —habló sereno, la tomó de la mano para llevarla a la cama.

 —¿Quién me trajo hasta aquí? 

Se sentó en la cama, preguntando, cuando entró un sujeto al camarote alto con un cuerpo fornido. Su piel morena y su cara de diamante tiene una perfecta línea con la mandíbula. Sus ojos azules celestes tiene una mirada muy intensa, añadiendo una confianza y seguridad en sí mismo fuera de lo normal. Además, su vestimenta bien cuidada, vistiendo una camisa blanca con una gabardina roja de cuero, lo hacía distinguirse. Si no se equivocaba Lidia, tenía que ser el capitán. 

Sin ninguna razón que lo justificara, no podía dejarlo de mirar. Parecía un tipo fascinante, parecía no engancharse a nada y demostraba una fortaleza. 

Por un momento él posó sus ojos en los de ella. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lidia, y no tardó ni una milésima en bajar la mirada. 

—Es bueno que hayas despertado, Piero dile a Guilio que prepare algo de desayunar a nuestra invitada —el chico salió del camarote, el ojiazul se sentó a su lado. 

—¿Por qué me has traído aquí?—preguntó confundida. 

—No recuerdas nada, llevas dos días inconsciente, Mirko ya se estaba preocupando.

Lidia quedó más confundida de lo que estaba, quién era él, por qué la trajo aquí, se quedó inmóvil al oír dos días que se levantó preocupada. 

—Dos días no puedo creerlo, el trabajo me van a despedir y debo irme—camino hacia la puerta.

—Aún no puedes irte, desayuna y si gustas podrás irte. 

Ella lo miró preocupada, sentía un mal presentimiento en el pecho, pero debía que agradecerle, así que decidió quedarse. 

En el comedor de la cocina se encontraban varios chicos riendo con el cocinero, no pasan de los veinte. Observó ella que ahí estaba Mirko, notó que sus heridas iban sanando. Hasta que ellos notaron la presencia de Lidia, guardaron silencio, les dio sonrisa inocente. El cocinero Giulio al verla, le brillaron los ojos caminando hacia ella, quitando del camino a los demás. 

—Hermosa señorita, me presento soy Giulio el cocinero del barco, estoy a toda disposición solo para usted—tomó la mano pálida de Lidia y dio un pequeño beso en ella. 

TINTA Y TESOROS: EL VIAJE ÉPICO DE LIDIA MORGANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora