III

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9 años antes.

El olor a vainilla esparció su olor en el cuarto de la panadería, amasaba la masa del pan, unas manos arrugadas y huesudas, dando figura de algo redondo y mediano. A estar lista, la charola la introducía al honor de barro. Lidia acomodaba en cestas el pan el que ya había salido, preparándose para salir a vender, pero el cielo se encontraba llorando la niña miró a su alrededor que las calles estaban cubiertas de agua colocar en sus pies dos costales de la harina para que pudiera salir a vender el pan, mientras su abuela hacía más.

-Cariño, ve con cuidado, abrígate para que no te enfermes -acomodó los machones que cubrirán el rostro de Lidia atrás de las orejas.

-Sí, abuelita, ya me voy -se alejó de ella.

Sostuvo con fuerza la canasta fue caminando por las viejas calles tocando por cada puerta ofreciendo, algunas personas son groseras que le cierran la puerta en su rostro, aun así sigue animada ofreciendo el pan a los demás logró casi vender todo, mientras caminaban a su hogar iba contando el dinero que ganó por la venta hasta que se atravesó un par de chicas altas, al verlas bajo la mirada evitándose de ellas, al sentir el brusco jalón de la canasta.

-¡Oigan! Eso es mío -gritó molesta e intentó quitárselas.

-¿Era tuyo, ahora es de nosotras? Esta linda canasta le va a encantar a mamá, ¿verdad, Mary?-dijo dirigiéndose a su hermana que se encontraba a su lado.

Las hermanas Villa, las gemelas pelirrojas, se les conocían las ogras del pueblo, y solían quitarles las pertenencias a los niños, lo que más les gustará. Lidia las invadía tomando caminos tanto largos como cortos. Esta vez la atraparon, las hermanas tiraron el pan al suelo.

-¿Por qué lo han hecho, ese pan no es suyo?-defendió de un tono triste.

-La pobre panadera quiere llorar-respondió burlona.

-Yo no lloro-se dio un paso hacia atrás.

-Si lo haces mira esas gotas bajando por tus mejillas, panadera-se iba acercando a ella, la otra hermana solo sostenía la canasta de un modo serio-Óyelo jamás saldrás de pobre vendiendo pan seguirás siendo la mugrosa panadera de esta calle-con las palmas de las manos empujó a Lidia en el charco de agua sucia al caer cayó las monedas que había ganado por la venta.

Las hermanas recogieron las monedas del suelo llevando la canasta. Lidia quedó inmóvil. Sus sollozos fueron incontrolables, el frío se adueñaba de su cuerpo, salían de su boca bocados de humo frío.

Lidia se levantó del suelo limpiando las lágrimas, solo logró guardar tres monedas. Caminó a casa limpiándose la ropa, quitando el barro de manos. Al entrar, encontró a la abuela sacando la última charola. Al verla, le da una sonrisa, pero noto lo tristeza de su rostro.

-¿Qué ha pasado?-preguntó preocupada.

Negó la deprisa.

-Abuela... -sus ojos se cruzaron con los de ella-Las gemelas me robaron la canasta y el dinero.

-Esas niñas van de mal en peor, no te preocupes, iré a ver a su madre espera aquí -contestó enojada.

Salió de la panadería. Lidia se quedó a recoger las cosas de la mesa de madera. Al dejar limpio, notó que la abuela ya había tardado, salió desde hace rato, pero en ocasiones la abuela encontraba una conocida, se quedaba a platicar por un rato. Mientras esperaba preparo la cena, en ese instante se escuchó que tocaban la puerta con desesperación. Lidia se dirigió a la puerta. Al abrirla se encontraba la señora Adelyn. Se notaba, lo agitaba con una mano en el pecho y la otra, apoyándose con el umbral de la puerta.

TINTA Y TESOROS: EL VIAJE ÉPICO DE LIDIA MORGANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora