XII

14 2 5
                                    

¿Vivir? ¿Sobrevivir? Quizá... Pero existir, lo que se dice existir, no. Me he curtido, me he hecho más fuerte, pero mi pobre cerebro me ha dejado colgada por el camino.

Anna Gavalda

Semanas después...

Los días pasaban, el entrenamiento se volvía cada vez más duro y cansado. Fue sometida a varias pruebas, una de ellas consistió en atarla al mástil del barco por una semana sin comida ni agua, poniendo a prueba su resistencia. Tanto como ella había otro niño a bordo tenían el mismo objetivo, ser un subordinado de Barbarroja. Durante los días de descanso, debían atender a los mayores, ayudando a cocinar y a servir la comida para el capitán.

Les asignaron dormir en la cocina, que apenas ofrecía espacio para sus pequeños cuerpos. Al caer la noche, se encontraban acostados en un catre compartido una frazada.

—Faye— susurró Puñales.

—¿Qué quieres, Puñales?— respondí adormilada.

—Oí, en la mañana, que una tal Señorita Cuervo regresa —informó Puñales levantándose del catre para sentarse en la mesa.

Deje escapar un bostezo y, con las yemas de mis dedos, me talle los ojos para comprender las palabras de Puñales.

—Esa mujer, por lo que sé, es hermana menor de Señorita Caerá, y es una comandante— continuó hablando sobre la llegada de esa mujer.

—No me importa quién sea, quiero ese puesto de comandante —exprese furiosa, dando un puñetazo en la mesa.

—¡Para, para, para! —me detuvo antes de que alguien pudiera escucharlos— No sabemos con exactitud qué tan fuerte pueda ser, sino para deshacernos de ella y obtener ese puesto, uno de los dos.

Su semblante era serio, observando cautelosamente a Puñales.

Debes desacerté de ella antes de que él lo haga; de lo contrario, todo se desmorona.

Ese puesto es tuyo por derecho.

Todo obstáculo en tu camino debe ser superado, sin la compasión que ellos no te ofrecieron.

Aquellos labios reflejaron una sonrisa, pero no de amabilidad, felicidad sino falsedad.

—Claro—respondí.

—Muy bien, solo hay que esperar.

Se descendió de la mesa con un ágil salto y se acercó a mí, extendiendo su mano. Lo miré con perplejidad, sorprendida por su audaz gesto.

—Es una alianza—propuso.

Haz que lo crea; de todos modos, prevalecerás.

Correspondo aquel apretón de manos.

.....

En el camarote principal se hallaban reunidos los ilustres comandantes de las tripulaciones de los Gobernantes del Océano: Barbanegra, la Vikinga y la Trigresa. La atmósfera, impregnada de solemnidad, reflejaba la grandeza de sus respectivos estatus y la seriedad de la reunión.

Puñales y yo teníamos la imperiosa obligación de estar presentes para atender a aquellos dignatarios, tanto por la instrucción recibida para adquirir experiencia en la gestión de negociaciones como para aprender a manejar situaciones en las que la diplomacia se tornara en asesinato. Barbarroja se ha hecho con la punta de la mesa, como es habitual, señorita Caerá, mientras que la silla opuesta permanece vacía, un lugar reservado por respeto. El mediodía había transcurrido sin que la señorita Cuervo se presentara, y deseaba conocer el calibre de mi competencia. En la mesa se contaban al menos seis hombres, incluido el capitán, pero la mayoría eran mujeres, sofisticadas y educadas, que emanaban una notable determinación. Los modales de todas ellas eran impecables, disfrutando de sus bebidas en copas de cristal, mientras que los hombres las consumían directamente de la botella, dejando que el líquido se deslizara por los bordes de sus labios. La conversación giraba en torno a su próximo ataque: la invasión del territorio de Gales, quien dirigía esta plática era Señorita Caerá.

TINTA Y TESOROS: EL VIAJE ÉPICO DE LIDIA MORGANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora