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Dolor de cabeza...


Solo de oír por todas partes el "Señorita tráigame esto" frote los ojos puse mi mejor cara para volver a tender las mesas del restaurante pase a cocina por los platillos restantes, los coloque en la bandeja al estar aquí encerrada sabiendo que afuera hay un mundo inmenso lleno de secretos y aventuras.

Había tanto que ver, tantos lugares a donde ir, faltaría vida para poder recorrer todos aquellos lugares.

Un fuerte golpe hizo eco en el salón, el plato de cristal cayó al suelo y Lidia se hincó a recogerlo con un temblor en las manos, siendo devuelta a la realidad de una manera brusca.

Parpadeo varias veces hasta ser consciente de ello, alzó la mirada y se encontró con una mirada pesada y arrugada.

-Niña tonta, ve lo que has hecho-murmuró, y el hombre enfrente de ella se levantó del suelo.

Ella bajó la mirada escuchando los regaños de ese hombre hasta que intervino el gerente del lugar, recogió lo restante, volvió a cocina, se acercó a su compañera de trabajo, Isabella, con un gesto de preocupación.

-¿Estás bien? No te has cortado, déjame verte-cogió las manos de Lidia y verificó si no se había herido.

Las soltó al instante en que entró a cocina el gerente, cabreado por el accidente que hubo en el salón. El personal se quedó en silencio, con la cabeza abajo, se acercó a Lidia dándole una bofetada, provocando que le reventara el labio. Ella hizo un gesto de tristeza, pasó su mano a sus labios y al ver sangre salió corriendo de ahí yendo a la azotea.

Se encontraba sentada en una caja de madera mirando los barcos de pescadores que embarcan en la isla escribía en un cuaderno sobre una niña que hablaba con la estrella más brillante del cielo oscuro hasta que ella enfermó aun así no dejaba sola esa estrella en una noche de diciembre la más fría del año bajó del cielo con una transformación humana cabellos dorados, piel del tono de un durazno con una estatura baja y rechoncha cuando dormía la niña ella besaba su frente llevándose poco a poco su enfermedad sabiendo que ella moriría.

Buscada la manera de como podría publicar su historia en ese pequeño pueblo, no encontraría la oportunidad, sino en la ciudad. Cerró su cuaderno admirando el horizonte; la sonrisa que tenía antes desapareció; su expresión se volvió seria y fría.

Tengo que buscar la manera de largarme de aquí, no merezco esto, Lidia debes ser más fuerte para cumplir tú...

-Capitán, salga de una vez, nos esperan los demás.

Una voz peculiar susurrando la hizo salir de sus pensamientos. Su atención se fue hacia ella. Se encontraba con un chico de cabello castaño lleno de rulos con lentes de botella; era un forastero. Él buscaba alguien sigilosamente, y ella no le quitaba la vista de encima. Sin embargo, el joven sintió la mirada de aquella chica de ojos de plata, de forma rápida. Alzó la cabeza solo para encontrarse con la mirada curiosa de Lidia, quien al verse descubierta se sintió avergonzada al instante, alzó el rostro, se levantó y se fue alejando.

-¡Oye tú!

Lidia cerró los ojos autorregañándose por ser metiche, se detuvo al instante, el chico se acercó analizándola de arriba a hacia abajo. Notó lo bella que es, melena oscura como el carbón, ojos grises, piel pálida con una figura esbelta; tenía la vista fija en él.

-Ha visto un hombre como de 25 años alto, hombros anchos, tez morena, cabello rubio con una gabardina de cuero negro.

Describió a esa persona nervioso, con una urgencia de encontrarlo, pero ella negó al instante.

TINTA Y TESOROS: EL VIAJE ÉPICO DE LIDIA MORGANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora