VII

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Ingresamos al comedor del barco y la decoración era espectacular: un candelabro de cristal colgaba sobre una gran mesa redonda de madera fina, alrededor de la cual conté 13 asientos. De repente, un niño colocó una silla adicional, me miró de pies a cabeza, le sonreí, pero él salió corriendo con una expresión de miedo. No puedo creer que incluso un niño forme parte de esta tripulación. El lugar desprendía lujo y elegancia. Varios hombres, vestidos con uniformes idénticos, pantalones negros y camisas rojas, comenzaron a llegar y se sentaron en silencio; no comprendía el motivo. Valerie permanecía de pie, esperando permiso para sentarse, y yo me mantuve a su lado, imitando su postura.

Pero se oyeron pasos fuertes que se acercaban. Por eso, todos inclinaron la cabeza hasta que Barbarroja hizo su entrada. Comprendí entonces que su apodo provenía de su frondosa y enmarañada barba de un rojo intenso, la cual, según decían, usaba para encender el cañón durante los abordajes y así sembrar más terror entre sus enemigos. Con sus imponentes dos metros de estatura, aspecto y mirada diabólicos, Barbarroja portaba un tricornio adornado con plumas y mostraba ante todos los ojos de sus subordinados sus espadas, cuchillos y un juego de tres pistolas de distintos calibres, lo que me hizo pensar que era el mismísimo diablo hecho carne.

No nos sentamos hasta que él lo hizo; solo con verlo, me temblaban las piernas por lo escalofriante de su aspecto, pero comenzó a reírse en cuanto se percató de mi presencia.

—Entonces, ¿esta bella paloma es tu hermana? —elogió con una voz ronca y estremecedora dirigiéndose a Valerie. Tomó la botella de ron y la inclinó bruscamente, derramando parte del contenido desde su boca.

—Exacto, ahora formará parte de la tripulación. Utilizaremos la belleza de mi hermana para sacar ventaja sobre los enemigos—rió con una carcajada similar a la de él; nunca esperé eso de ella.'

Mantenía la mirada fija en el plato de cristal, hasta que una mano comenzó a acariciar mi mejilla y mi corazón se aceleró por el enojo que estaba surgiendo. Saqué una daga que guardaba en el tobillo y la clavé en la mesa cerca de su mano, que estaba encima, demostrando que no se puede meter conmigo.

—¡Nunca me toques con esas manos asquerosas!—exclamó con voz alta, sin apartar la vista del plato. Todos empezaron a reírse del ingenuo que se había atrevido a tocarme.

—Tienes agallas, palomita —interrumpió el pelirrojo, levantándose de la mesa y golpeando la cabeza del hombre a mi lado, expulsándolo del lugar—. En esta familia se muestra respeto, y aquel que no lo haga, puede marcharse.

Me sobresalté por lo ocurrido, mientras observaba a Valerie, quien miraba con satisfacción; mantuve la misma expresión seria sin mostrar ningún sentimiento. Cuando, de repente, Barbarroja colocó sus grandes manos sobre mis hombros.

—Ahora formas parte de la familia, palomita. ¡Eres bienvenida, hija! —exclamó con alegría a todos en el comedor.

—Ahora sí, a comer, hijos míos— regresó a su asiento, agarrando un gran trozo de carne y comiendo con desesperación. La forma en que devoraba era repugnante; mi apetito se había esfumado.

El niño y un anciano salieron de la cocina con charolas de cortes de carne y una variedad de verduras; nos sirvieron lo mismo a todos, acompañándolo con vino que era exclusivamente para Valerie y para mí, mientras que los demás bebían solo ron.

—Padre —interrumpió Valerie, y todos guardaron silencio, evidenciando el gran respeto que le profesan. Me giré para observarla, prestando total atención—. Ayer me llegó una invitación de Vikinga. Nos aguarda en su reino de Borrering para una demostración de sorpresa que podría resultar de su interés.

—Mmm, esa mujer está loca y siempre sabe cómo impresionar —dijo con la boca llena y convencido—. Prepárense para zarpar; nos iremos tan pronto como sea posible.

TINTA Y TESOROS: EL VIAJE ÉPICO DE LIDIA MORGANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora