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Aurora
La luz del nuevo día iluminaba mis aposentos, poco a poco fui despertando para soltar un suspiro recordando lo que paso hace dos días con Balduino, no dejaba de pensar en eso y ponerme tan feliz.
Hoy tenía una reunión con las mujeres de la corte, estaría presente mi suegra después de que estuviera en un viaje, tenía nervios por que ella era muy dura conmigo. Aunque cuando estaba pequeña ella era muy dulce con sus hijos y conmigo pero desde que si esposo falleció y a Balduino le detectaron lepra ella cambió demasiado.
— Solo espero que ella no me diga nada en frente de las demás...
— Usted tranquila mi lady, solo escuche y este lo más recta posible. - me aconsejo Maria.
Asenti y camine hasta donde se encontraban, busque mi asiento que justo estaba al lado de Ines.
Solte un suspiro y trate de relajarme, salude a cada una y la reunión empezó.
— Nos comentaron que en la boda de la hermana del sultán Saladino usted le hizo un baile a su esposo. - jamás me espere esto, como se dieron cuenta?
— Si, bueno... unas sultanas me comentaron que era algo típico en las bodas y como estábamos en sus tierras quise intentarlo...
— Como se atreve! - la madre de Balduino me grito. — Bien sabe que mi hijo esta enfermo y no está para ese tipo de actividades que son una barbaridad!
— Pido su perdón, yo solo quería respetar, en ningún momento le falte al respeto a mi esposo. - dije con la mirada baja.
— Aún así, esta mal visto que la reina de Jerusalén sea vista con tan escasa tela! - seguía gritándole.
— Ines porfavor! Aurora explicó el porqué lo hizo y no tiene nada de malo.
— Ustedes que saben! Sus hijos son unos degenerados! - alze mi mirada y todas las mujeres ahí se pusieron a susurrar cosas molestas por el comportamiento de mi suegra.
— El rey estuvo desacuerdo, incluso lo vi muy alegre... - comenté tratando de suavizar las cosas.
— El debería estar descansando! - ella se levantó de golpe para mirarme con desprecio.
— Yo solo... agh- nisiquiera me dejo hablar por que su mano choco con mi mejilla dejándola con una sensación de ardor.
— Ines porfavor comportese! Como se atreve a golpear a la reina de Jerusalén! Eso es un pecado! - una mujer mayor de levantó y se acercó a mí a ayudarme.
— Esto lo debe de saber el rey.
— No se atrevan a decirle algo! Por qué yo soy su madre y todo los que digo es por su bien así que no se metan! - ella salió con sus damas dando un portazo.
— Mira como te dejo... - la señora me daba toques en la sona afectada que me dolia.
— No se preocupen, con un poco de ungüento se quitara.
