1.1-Christian

15.4K 702 119
                                    

En el fondo de la habitación hay una puerta, debajo de ella, por una diminuta ranura puedo ver sobresalir un rayo de luz intenso y una sombra.

¿Hay alguien dentro?

La única forma de averiguarlo es entrar. Esa puerta de marcos dorados y pintada de un color neutro, la reconocía. Es el cuarto de juegos. Eso me recordaba llamar a Elena para que me encontrara una buena chica como sumisa, fácil de doblegar y que esté dispuesta a todo por tenerme. Si, le debo todo a Elena, ella fue la única que creyó cuando yo miraba esas sombras y mi madre pensó que era algo psicológico. Eso tal vez es cierto, estoy roto hasta los huesos, pero tanto medicamento que me causaba nauseas, no reparaban nada. Hasta el psicólogo se convirtió en mi enemigo. Lo único que podía hacer era fingir y mentir que ya no los veía y por supuesto que seguía viéndolos, la amiga de mi madre me dio la oportunidad de apartar esas cosas raras que me sucedían a diario. Así entre en el mundo del amo y la sumisa.

Hace poco termine con Sandra, una morena que a cada instante quería chuparme la polla o quería que saliéramos, era irritante, tanto que llego al límite de preguntarme si deseaba conocer a sus padres. Estaba tan loca que fue suerte sacarla de mis pantalones. No la culpo en ese sentido, soy irresistible.

Presiono mi cien con el dedo corazón y el pulgar, vuelvo de mi ensoñación y presto toda mi atención a lo que hay a través de esa puerta. Sujeto el pomo y al darle vuelta sin problemas, me di cuenta que estaba sin seguro, algo que siempre reviso cada noche. Nadie puede entrar a esta habitación sin mi consentimiento a excepción de Gail. Pensé en ella y en mi mente resoplaba esa posibilidad. Al empujar la puerta encontré una mujer de espaldas, acariciando las puntas de su cabello, vestía un atuendo sexy; un pequeño camisón de seda rojo y negro, mayas negras y ligueros. Me impresiono lo bella que es, su cabello es sumamente largo y castaño, perfecto para una trenza. Ella sintió mi presencia y giro un poco hacia a mí, fija su mirada por sobre sus hombros y quede deslumbrado por esa tez blanca y esos hermosos y destellantes ojos azules. En ese instante se mordía los labios más carnosos y rojos que había visto en mi vida, pero volvió a girar y por la falta de luz no pude ver bien su rostro. Esa extraña chica, que si no lo pienso tanto, seria perfecta como mi nueva sumisa. Más que perfecta. Pero ella solo comenzó a caminar en línea recta, alejandose de mi y desperté en mi habitación.

Solo, absolutamente solo. Apreté mis ojos y me di una que otra palmadita en la cara, encendí la lámpara a mi lado y busque el cabecero de mis pastillas. Son un azul intenso y eso me recordó a esa joven de ojos azules, la de mi sueño. Rápidamente caí a la cama decepcionado, hubiera deseado que esa chica existiese de un modo u otro.

Me trague la pastilla y desistí de lo que era imposible. Lo que haría era llamar a Elena, tal vez solo es que estoy algo desesperado por tener a mis pies a otra chica. Si, solo eso. Cuando no tengo control veo cosas y si no hay medicamento de por medio es mucho peor.

Me levante con una migraña de mil demonios, Salí de la habitación con todo y piyama hacia la cocina, gracias a Dios que Gail ya se encontraba allí.

-Gail, deme un vaso de agua y una aspirina. Rápido- ordene, sentí que explotaría. Después de aquel extraño sueño no pude dejar de pensar en ello, aunque me dijera a mí mismo que no es nada. Gail actúa con rapidez y deja el vaso y la aspirina sobre el mesón y ella se marcha sin decir alguna palabra, sabe más que nadie que no quiero que me invadan con preguntas, sé que está preocupada pero odio este tipo de mañanas y mi temperamento no es nada agradable. Vuelvo al dormitorio y me ducho con agua fría para ver si puedo quitarme a esa chiquilla de la puta cabeza. Al salir tomo la toalla y me la coloco alrededor de la cadera y me dirijo al armario, escojo la mudada de hoy y me siento en el taburete a colocarme los zapatos de Gino Cardelli color negro que se acentúa con mi traje azul marino y camiseta blanca. Por ultimo elijo una corbata del montón, una de color azul intenso. Listo para salir, recibo un mensaje de Taylor indicando que ya está abajo y salgo con paso decidido.

Prisionero entre las Sombras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora