EL CONTACTO NO LO ES TODO

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— ¿Por qué no me marcas, Killian? — Fue la pregunta que una tarde Caeli me hizo, recostados en su cama.

Su padre había muerto un tiempo atrás y Alana se encontraba con mi madre en casa, mientras que Liam, habiendo tenido ya su primera transformación hacía tres años —cuando se negaba a aceptar lo que era—, papá lo había tomado como su único alumno obligándolo a llevar el entrenamiento en soledad.

Su insistencia y sus zalamerías me sedujeron aunadas al deseo enorme de colmarme de sus atenciones, porque de otra forma, el deseo y el anhelo por Eve acabarían consumiéndome; sobre todo porque se avivaban con mayor ímpetu cada vez que papá volvía de visitar a mi madre en Seattle, contándome de la belleza en la que la hija de Altaír estaba convertida.

"Es una adolescente preciosa, hijo". Decía, entusiasta.

Me la describía como si, en su mente, guardara una pintura o una fotografía con la que hubiese capturado todos y cada uno de sus atributos.

Eso me causaba una inestabilidad que no soy capaz de describir, ¿saben?

"Hoy Eve me pidió permiso para salir con un chico de su instituto". Declaraba, poniéndome a hervir la sangre.

Otra de las razones por las que pensé en aceptar eso que Caeli me ofrecía, fue saberla tan asediada y tan deseada. No tendría oportunidad alguna. Era una causa perdida y al menos la hija de Alana era tangible; real.

—Llevamos seis meses con este estira y afloja, ya es tiempo de dar el siguiente paso. De que todos sepan que te pertenezco — Enfatizó y, ¿por qué no?

Sus besos eran urgentes, sensuales. Su lengua tentó la mía, titubeante e indecisa; mas su candor terminó por hacerme desfallecer y me dejé llevar.

Le saqué la camiseta negra que llevaba, apreciándola después desnuda ante mis ojos. Con su mano derecha, condujo a mi izquierda instándola a tocar su desnudez. No pude negarme. Ansiaba sentirme vivo; porque a últimas fechas me encontraba muerto por dentro.

La indiferencia era mi peor enemiga. Ni siquiera estaba seguro de que Eve estuviese al tanto de mi existencia, y ese simple hecho me estaba consumiendo.

Cedric y Erin la habían mantenido ajena a nuestro mundo y a su naturaleza, lo que conllevaba a ocultarle ciertas cosas, como la concepción de tener un guardián que velaría por ella hasta que fuese llamado al mundo de los muertos.

Entonces, ¿qué más me quedaba sino enfocarme en mi misión de protegerla y dejar de lado ese amor inmenso que me tenía sin aliento?

Nada, más que seguir otros horizontes y uno de ellos, ardía en pasión por mí.

Su tacto me significó liberación, tan tibio y tan suave que me enardeció. Fuimos un hombre y una mujer dando rienda suelta a los antojos, a las pretensiones. Aunque bueno, creo que no hace falta decir que más que las mías, las suyas estaban desmadejando aquel idilio. Fui arcilla entre sus manos.

Unos cuantos minutos más y ya nada nos cubría.

Traté de no pensar, de poner mi mente en blanco tomando sus labios entre los míos con mayor ahínco.

¿Qué tanta dificultad podría tener el dejarse amar?

Estúpido de mí. No es difícil cuando aquel que te ama es el mismo a quien tú ansías, pero dejarte amar sin corresponder los afectos, eso sí es un martirio. No hay esa unión de almas compartiendo sintonía, ni dos corazones latiendo a la par, en sincronía. Tenía la belleza, el candor, la pasión; pero no era ella. No era Eve.

Mis dedos la acariciaron completa, mi boca saboreo cada una de sus curvas y no pudo estar más preparada para ser marcada como entonces. No obstante, "fracaso" es un adjetivo poco viable para calificar el fiasco al que nos vimos sometidos.

Nos unimos en una sola carne, sí, pero eso no alcanzó para satisfacer la intención que Caeli traía entre manos. Nuestros cuerpos embonaron a la perfección, a ritmo, a libre albedrío. Sus gemidos y jadeos eran la comprobación de que aquel ardor que ella padecía se hallaba a punto de la extinción pero, ¿y el mío?

Su boca se abrió en un círculo perfecto con la última de mis estocadas y esbozó una sonrisa de gozo, dando por sentado que de ahí en adelante, nadie podría fijarse en ella como mujer. Que ninguno de los betas en la aldea sería tan osado como para desafiarme; como para reclamarla.

Nada más su cuerpo se tensó, yo dejé de fingir.

¿Para qué continuar, si todo el tiempo mi alma vagaba en el limbo?

No era su calor el que mi piel codiciaba.

—Eres el mejor — me dijo, saciada y con su frente pegada a mi pecho —. Ahora seré tuya para siempre.

Resoplé, negando.

— Lo siento, Caeli; pero no funciona así — aseveré, rompiendo la unión y levantándome dejándola ahí, en la cama, desnuda y con los globos oculares saliéndosele de las órbitas.

Tomé mis prendas y me empecé a vestir.

— No entiendo, ¿de qué estás...? — la interrogante dejó de colorear su faz al notar los vestigios de un desahogo que jamás compareció.

Los lagrimales se le tornaron desbordantes y aquel anhelo anterior desapareció, dándole paso a una tranquilidad de miedo.

— Comprendo — manifestó, respirando profundamente y haciendo lo suyo con sus respectivas prendas —. Al parecer yo sí soy para ti, pero tú... —La frase se quedó a medias. Su voz entrecortada me advirtió sobre su dolor, mas hubiese sido peor seguir fingiendo trascender, cuando ni teniendo a una chica como ella a mi merced podía sacarme a mi Deirdre de la mente y el corazón.

La tenía bajo la piel.

— Está bien, Killian —agregó, tragando saliva con dificultad y cubriéndose el pecho con la blusa, pero sosteniendo esa valentía que siempre la había caracterizado. Se aclaró la garganta —. Será mejor que te vayas.

—Caeli, yo...

—Nada cambiará entre nosotros — su actuar de "nada pasó", no concordaba con la imagen que proyectaba, de congoja y frustración. Tenía qué odiarme; sin embargo... —. Antes que pareja fuimos amigos, ¿no es así?

Y yo me lo creí.

"LYCAN"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora