INCENDIO

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Su Geis le fue impuesto.

Velar por la manada entera. Por sus intereses y su seguridad. De no ser así... Bueno, repetirlo no le restará peso, ¿o sí?

Mi padre exigió a todos los portadores del Gen Lycan, presenciar el rito de iniciación de Eve en nuestra forma lupina. No pude pensar en una manera más idónea de pasar desapercibido mi humor, porque nada más caer la noche, nuestra iniciada no fue la única en sufrir los estragos de aquella luna llena adornando el cielo.

O por lo menos echarle la culpa a Brigith de lo ocurrido conmigo, fue mucho más sencillo que llamar a los hechos como realmente debía.

Los celos son los peores consejeros, eso puedo asegurarlo. Verle ahí, en mitad del claro —luego de que bebiera hidromiel de aquella copa y cerrara el pacto con nuestra druida—, bailando de la mano de Liam y sonriendo como si ya fuesen una pareja consolidada, se sintió tal cual si alguien me hablara al oído alentándome a cometer un asesinato. Y de ser completamente sincero, posteriormente de mi primera transformación, el sentimiento homicida se percibió bastante nuevo e intenso.

Bebí dos copas seguidas cuando la gota que derramó el vaso, se reprodujo frente a mí.

De repente ya no eran Eve y Liam bailando o sonriéndose, sino esos mismos conversando íntimamente a metros de distancia, retirados de donde la celebración estaba en su pleno apogeo.

La garganta me escoció y no por el tercer trago, sino por la vista del cuadro sinuoso donde bajo la arboleda poblada en su mayoría por pinos, el de ojos ámbar se levantó la camiseta que traía puesta y aproximándose más a ella, permitió que le delineara su marca de transformación lentamente, con la punta de sus dedos.

"Si Liam está sintiendo la mitad de lo que tú sientes con tan solo advertir su respiración, entonces el imbécil debe estarse volviendo cenizas". Me dije, sin poder despegar mi escrutinio de donde estaban y apretando la mandíbula, hasta que escuché a mis dientes rechinar.

— ¿Verdad, Killian? — oí, siendo devuelto de mi ensimismamiento por un codazo a la altura de las costillas.

Me giré hacia Caeli y Kira, con quienes fingía socializar cuando la verdad, no tenía ánimos para nada.

La aldea entera vitoreaba y cantaba hasta desgañitarse. Bebían licor y cogían pedazos enormes de los ciervos servidos en mesas kilométricas fabricadas con troncos. Ciervos que aquella mañana yo mismo había cazado. Sin embargo, a diferencia de ellos, vivía el convite como vacacionar en el puto infierno. Se llenaban la boca con carne y yo, me la llenaba con lo único que si no me hacía olvidar la desazón, al menos me lo haría más llevadero.

O eso pensaba.

— Lo siento, me hallaba distraído —proferí y a la ojiverde no le extrañó ni tantito.

— ¿Creerás que si no me lo dices, no me habría dado cuenta? —instó desdeñosa, soltando una carcajada sonora a la par que Kira le seguía el ritmo.

Volví a pasar saliva pero esta vez, con mayor dificultad.

— ¿Qué tanto les ves? —Cuestionó Kira, quien no se hubo dignado en darle la bienvenida a Eve. La culpaba por la muerte de sus padres, ya que perdieron la vida por apoyar a Altaír en sus ideales de unificarnos con los Desmodus.

Elevó las cejas, señalando a los protagonistas de mi congoja con un movimiento ligero de mentón, mientras lanzaba la interrogante.

— Solamente pensaba.

— ¿En qué?

Suspiré.

Tenía que mentir, de lo contrario estaría viendo comprometido mi puesto.

"LYCAN"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora