35 - Di algo (Me rindo contigo)

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El sofá de cuero de Lucifer nunca le había parecido tan extraño como ahora. Su postura era rígida cuando se sentó en el centro, y la superficie crujía bajo él con cada movimiento, delatando su intranquilidad. Delante de él, en uno de los sillones a juego, estaba sentada Linda, con las piernas cruzadas en una postura que él conocía bien.

"¿Estás seguro de que te parece bien hacer una sesión ahora?", le preguntó ella, con las manos cuidadosamente cruzadas sobre el regazo. "Podemos esperar unos días más si quieres. No quiero precipitarme".

Él negó con la cabeza. "No. Quiero hacerlo". En su voz había un rastro de desesperación que él ignoró.

"Lucifer, sé que estás sufriendo una gran angustia en este momento, pero esto podría empeorarlo aún más si empezamos a husmear en las cosas antes de que estés preparado para ello. Las últimas dieciocho horas han sido emocionalmente agotadoras para ti". Su expresión era penetrante. "Y sé que aún no has conseguido permanecer dormida más de media hora seguida".

No podía contradecirla. Después de su episodio en el baño y del intento equivocado de Amenadiel de disculparse, Lucifer había estado demasiado tenso para dormir. Había intentado fingirlo con la esperanza de engañar a Linda, manteniendo la respiración lo más uniforme posible mientras ella se sentaba a su lado, pero invariablemente se había quedado dormido varias veces, sólo para despertarse gritando y desorientado a causa de más pesadillas.

Ahora, casi le dolía el cuerpo por la falta de descanso adecuado, los ojos costrosos y doloridos con cada parpadeo. Sentía los pies y las manos pesados y entumecidos, como si le faltara energía para moverlos correctamente. Desconectar no le supuso ningún esfuerzo consciente, y su mente se deslizó con facilidad hacia una estática densa y reconfortante cuando no se dirigían a él directamente.

Apretó las manos alrededor de las rodillas con tanta fuerza que le dolieron, intentando mantenerse en el presente. "Por eso necesito una sesión ahora. Para arreglar las cosas".

"Esto no funciona así". Los ojos de Linda se suavizaron, la única traición a su exterior, por lo demás fríamente profesional. "Y sé que tú ya lo sabes. Entonces, ¿cuál es tu verdadera motivación para buscar ayuda ahora y no mañana?".

Hizo una mueca para sus adentros. Arreglar las cosas era su motivación. ¿Por qué no se tomaba al pie de la letra nada de lo que decía?

Como si percibiera su mal genio, Linda bajó la voz. "Lo que quería decir era: "¿Qué es lo que intentas arreglar que no pueda solucionarse más adelante? Se irguió, lo cual no cambiaba mucho su baja estatura, tanto más evidente cuanto que estaba sentada en un mueble diseñado para acomodar a alguien del tamaño de Lucifer. "¿Pero ves con qué facilidad te frustras? Por eso no creo que una sesión funcione todavía. No estás en un estado mental que me permita entrar y estar abierto en general. Te vuelvo a sugerir que duermas un poco más antes de...".

"No puedo", dijo él, pellizcándose la frente. En otro momento, aquella admisión le habría costado muy cara. Su orgullo, su ego, ambos habrían sufrido un duro golpe. Pero estaba mucho más allá del punto en el que podía intentar conservar cualquier resto de dignidad. Linda le había visto derrumbarse por completo dos veces en las doce horas anteriores. Ya no tenía nada que ocultar, no a ella. "Quiero hacerlo, pero...". Se apretó los dedos con fuerza contra los ojos, haciendo que su cerebro siguiera avanzando, aunque fuera lentamente. "Sólo quiero dormir".

Estaba agotado de una forma que casi había olvidado que existía. Además de su cuerpo y su mente, su alma le pedía descanso, unas horas en las que nada le atormentara. En el Infierno, sólo se había sentido así después de terminar una de sus enormes campañas militares contra facciones de demonios renegados. Y cuando la ceniza se hubiera asentado y la sangre se hubiera secado como los restos de la lluvia negra, encontraría un lugar donde acurrucarse un rato. Su torre. Una cueva. En medio de un campo de batalla, rodeado del empalagoso olor a muerte que desprendían los cadáveres que había despedazado. No había importado. Antes de curar sus heridas, tanto físicas como mentales, se permitía unas horas para simplemente dormir. Y eso era lo que necesitaba ahora: una gota de agua después de atravesar un desierto. Sólo lo suficiente para animarle a seguir hasta que poco a poco mejorara un poco, hasta que fuera un poco más soportable.

Lucifer - Cristales ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora