Relato 1: El Secuestro

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Era una noche densa y sofocante de invierno, la oscuridad era tangible ante la espesa neblina qué se esparcia por las calles londinense en dónde en medio de ella un joven veintiañero de baja estatura y ojos azules caminaba de forma despreocupada con su abrigo puesto junto a un gorro de lana, una bufanda hasta su nariz y sus guantes negros.

Richard Starkey caminaba por aquellas calles desiertas en busca de poder despejarse, cosa que le servía bastante porque disfrutaba el silencio que solo las primeras horas de la madrugada podían darle, no habían otros jóvenes por ahí y los adultos que debían madrugar para ir a trabajar aún no salían de sus casas. Eso le gustaba, le gustaba el mero hecho de solo caminar por la calle sin que nadie le dijera nada y poder concentrarse en sus propios pensamientos en busca de una respuesta a un lío amoroso qué tenía y que no sabía cómo solucionarlo, no sabía cómo le pediría noviazgo a la chica que le gustaba, porque hablando enserio, Maureen era una mujer difícil de conquistar, era tan fuerte e independiente, siempre tan linda y cordial trabajando en su peluquería en dónde siempre quería que ella fuera la qué le cortara el cabello o le afeitara.

Sus pensamientos vagaban con total libertad en su burbuja de amor, totalmente ajeno al peligro que se cernía sobre él.

Desde las sombras, un hombre alto de cabellera oscura le miraba atentamente con una sonrisa descarada, si, George Harrison observaba cada uno de los movimientos del joven de ojos azules.

Había seguido a Richard durante semanas, estudiando sus hábitos, aprendiendo cada detalle de su rutina, sabía a que hora salía de su apartamento, caminaba diez cuadras antes de girar en diagonal en dirección a su trabajo de medio tiempo para poder sustentarse, sabía que al mediodía iba a la cafetería de Lou para pedir lo de siempre, un latte junto algunas masitas dulces, podía tardar unos minutos pero siempre era la misma rutina para luego terminar sus horas de trabajo y volver a su casa por el mismo camino, era tan hermoso, encima no tenía muchos amigos, lo único que le molestaba era verle ir a la misma peluquería sin falta dos veces al mes pidiendo que le atendiera la misma mujer con un estilo bastante gótico a su parecer, el ver la cara de tonto enamorado que ponía su Ritchie cada vez que veía a esa mujer llamara Maureen Cox la verdad le hacía arder en celos ¿Quién se creía que era para hacerle sonreír de esa manera?.

La obsesión había crecido con cada día, transformándose en un amor enfermizo que lo consumía, siempre se repetía que debía ser suyo, iban a estar juntos para amarse toda la eternidad.

Pero en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, la tranquilidad se rompió, la paciencia de George se había esfumado por completo, había pasado meses observando a su amado, el que fuera una persona sencilla lo hacía muy fácil de leer y el plan de llevárselo consigo era fácil, el ser un ex estudiante de la facultad de química le había dado acceso al laboratorio de la institución y a la despensa de químicos en dónde logró conseguir una pequeña cantidad de cloroformo, una idea bastante cliché pero eficaz si lograba reducir por completo a Richard y dejar que el somnifero hiciera efecto.

Bueno, esa noche había llegado por fin, no sabía que esa noche había querido salir a caminar pero lo vió como un buen golpe de suerte, el destino le estaba gritando qué era su momento, era el momento de unir su vida con la de Richard.

Entonces se ocultó en uno de los matorrales de aquel lugar y miró atentamente como ese pequeño cuerpo se iba acercando y oía como estaba silbando una canción aleatoria, estaba distraído e inmerso en sus pensamientos ¿Cómo lo sabía? Hablaba consigo mismo y gesticulaba bastante al respecto, por ello sabía que no estaba consciente de lo que iba a ocurrir en cuestión de segundos.

Cuando pasó por su lado, sus ojos pardos se clavaron en su nuca y como un lobo hambriento se lanzó con precisión calculada, atrapando al joven por la espalda con una fuerza que no dejaba lugar a la resistencia, lo presionó contra su pecho tirando su cuerpo hacia atrás de forma que no pudiera apoyar sus pies en el suelo y con un paño empapado en cloroformo cubrió la boca y nariz del joven que no dejaba de forcejear en busca de darle un golpe con su codo en su estómago para poder huir... Que lindo y tierno era queriendo escapar de una realidad que ya había establecido en su cabeza y que a la fuerza haría que su amado lo entendiera.

En cuestión de segundos lo había llevado a un lado del camino metiéndolo entre los arbustos y lo redujo contra el suelo haciendo que estuviera más expuesto aquel químico el cual logró hacer efecto tras casi un minuto de exposición directa quedando totalmente inconsciente contra el frío césped.

En ese momento el corazón de Harold se aceleró bastante, había logrado su cometido aunque Richard le había golpeado y arañado con tal fuerza que había hecho pequeñas heridas en sus brazos los cuales sangraba un poco y su piel tenía un color rosa por el agarre.

El hombre más alto cargó el cuerpo inerte de Richard con cuidado, como si fuera un objeto precioso, un objeto el cual debía cuidar con recelo de que nada ni nadie se lo quitara. En plena madrugada en donde la neblina obstaculizaba la visión de cualquier transeúnte qué por casualidad del destino hubiera decidido salir a caminar, Richard fue llevado a un vehículo que esperaba cerca, era el auto que George tenía y que le había retirado la matricula por si por las más mínimas de las casualidades en un futuro se llegaba a transformar en sospechoso de la desaparición de su adorado.

Mientras conducía por la autopista George sentía una mezcla de adrenalina y excitación. Al fin, después de tanto tiempo de observar y esperar, Richard estaba a su merced, era suyo y de nadie más.

Mientras el coche se alejaba por caminos desconocidos, en dónde el asfalto se había convertido en camino de tierra y pequeños animales cruzaban de un lado al otro, George miró al hombre que yacía junto a él sonrió con ternura, su pequeño Ritchie parecía ser como la bella durmiente.

── Richard, he observado cada uno de tus movimientos, cada respiro, cada sonrisa. No tienes idea de cuánto he deseado este momento. Aquí, donde nadie puede interferir, entenderás que tú y yo estamos destinados a estar juntos. No importa cuánto luches o grites, mi amor por ti es más fuerte que cualquier resistencia. Pronto te darás cuenta de que no hay escape de lo que sentimos, de lo que yo siento por ti.──

El vehículo se perdió en la noche, llevándose consigo a un hombre que aún no sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

𝙎𝙩𝙤𝙘𝙠𝙝𝙤𝙡𝙢 [𝑆𝑡𝑎𝑟𝑟𝑖𝑠𝑜𝑛]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora