Relato 8: El Vacío De La Sumisión

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Richard ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que su cautiverio comenzó, cada día era una tortura constante de control y sumisión de la cual no podía encontrar una forma de escapar, solo rendirse a la realidad que George le había impuesto.

El espiral descendente de abuso físico, psicológico y sexual había erosionado cualquier luz de resistencia que pudiera haber tenido.

Las sesiones de "educación" de George se hicieron más frecuentes y más intensas, se sentaba frente a de él en esa cama en dónde había estado esposado a la cama por un acto de desobediencia. Ahora mismo lo estaba mirando fijamente con sus ojos apagados en dónde escuchaba una y otra vez la misma palabra que iba taladrando su cerebro y terminaron grabadas en su subconsciente.

──Eres mío, Ritchie, tu vida no tiene sentido sin mí, nadie te ama como yo lo hago.──

Ya debilitado y desesperado empezó a repetir las frases, cada vez que lo hacía, George sonreía, satisfecho con su progreso, al fin estaba cayendo ante sus pies.

──Así es, mi amor, ahora estás entendiendo, nuestro amor es único.──

Las noches eran una mezcla de terror y resignación, George se aseguraba de que durmiera a su lado, sentir sus cuerpos entrelazados en una intimidad forzada, ya no sabía si disfrutaba el sexo, su cuerpo quedaba inerte y solo miraba al techo sintiendo como su cuerpo era invadido con brusquedad, sentir sus labios en su piel succionando con fuerza y aquellos largos colmillos clavarse en su piel hasta hacerlo sangrar, se sentía como un hueso, el hueso favorito de ese enorme lobo de pelaje oscuro el cual le susurraba al oído en esa inmensa habitación oscura una promesa como una amenaza.

── Nunca te dejaré ir, Ritchie, estaremos juntos para siempre.──

El de ojos azules había empezado a aceptar su destino, la constante agresión física y sexual, combinada con el lavado de cerebro lo habían dejado sin voluntad para resistir.

Cada vez que George lo tocaba, sentía una mezcla de repulsión y dependencia, George era la única conexión humana que tenía y el solo sentir el tacto de sus dedos le generaba un alivio asqueroso. Su mente se había fragmentado, incapaz de distinguir entre el amor y el miedo que George le infundía.

El colmilludo por su parte se deleitaba en su control absoluto sobre su chico, cada acto de sumisión, cada palabra repetida, era una victoria para él.

──Sabes que esto es lo mejor para nosotros.── Le dijo mientras acariciaba sus sudados cabellos castaños casi rubios. ──Nadie puede amarte como yo lo hago.──

Starkey en su estado quebrantado, comenzó a buscar consuelo en los pequeños actos de bondad que George le ofrecía, una mísera caricia, una palabra amable, eran migajas de esperanza en un mar de desesperación, pero cada vez que intentaba encontrar fuerza en esos momentos, George lo arrastraba de nuevo a la realidad de su cautiverio.

Una noche, después de un episodio particularmente brutal de abuso en dónde le dejó un moretón en su ojo izquierdo y le quebró dos de sus dedos cuando se negó a besarlo y tener intimidad con George el cual lo volvió a forzar, el pensar en la palabra violación le hacía sentir sucio y repugnante, solo pudo aislar su mente pero el sentir como su abusador se acurrucó junto a él para susurrarle al oído.

──No hay nada más allá de estas paredes para ti, aquí es donde perteneces... Conmigo.──

Ahora sintiendo la completa oscuridad de su situación, se dejó llevar por las palabras de George, en su mente ya no había escape, solo una eternidad de sumisión y control.

𝙎𝙩𝙤𝙘𝙠𝙝𝙤𝙡𝙢 [𝑆𝑡𝑎𝑟𝑟𝑖𝑠𝑜𝑛]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora