Relato 2: La Jaula Dorada

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El despertar fue lento y confuso, el chico de ojos azules parpadeó varias veces, sus ojos luchaban por adaptarse a la penumbra de la habitación, sentía su cabeza palpitar como si hubiera estado en una fiesta y bebió tanto alcohol que la resaca era espantosa, quería pensar que era eso y que ahora estaba tirado en una silla pero al intentar moverse sintió una presión extraña en sus muñecas y ante la insistencia logró deducir que estaba amarrado con unas cuerdas, ese fue el detonante para entrar en pánico.

Intentó moverse pero estaba fijo en aquella silla, sentía su corazón acelerarse ante el miedo de que algo malo le iba a pasar, mierda, lo habían secuestrado seguramente y capaz que lo matarían para vender sus órganos, la desesperación se hizo presente., la realidad de su situación comenzó a sentarse... Estaba atrapado.

De la nada la puerta se abrió suavemente y un hombre castaño de ojos pardos entró con una calma perturbadora, llevaba una bandeja con comida y agua mineral en una botella como si todo esto fuera una escena cotidiana.

Eso asustó a Richard el cual intentó alejarse fallando de forma estrepitosa y solo cerró sus ojos, estaba atemorizado por lo que llegara a ocurrir y en medio de eso con sus ojos cerrados logró escuchar como apoyaban aquella bandeja metálica cerca suyo y por primera vez el tacto ajeno tomando su mandíbula con fuerza obligándolo a verle a los ojos y sintió su sangre congelarse, esa mirada... Jamás la olvidaría.

── Buenos días, Ritchie ¿Dormiste bien?.── La voz de George era suave, casi afectuosa, pero sus ojos reflejaban una intensidad que causaba escalofríos.

── ¿Dónde...? ¿Dónde estoy?.── Preguntó de forma temerosa, su tono de voz grave había sido atenuada por el miedo.

── Estás a salvo, conmigo.── Respondió George acariciando el rostro del menor con una ternura que resultaba contradictoria con la situación. ── He esperado tanto tiempo para este momento, quiero que entiendas que todo lo que hago, lo hago por amor, nadie más puede cuidarte como yo lo haré.──

Ante aquellas palabras alertaron al menor el cual solo apartó su cabeza queriendo evitar el tacto ajeno mientras que en sus ojos se logró deslumbrar el miedo y confusión.

── Esto no es amor, es una locura, déjame ir... Ésto es un error.──

George negó levemente con la cabeza, sonriendo como si escuchara a un niño decir algo ingenuo, su lindo chico era tan tonto e ingenuo, le causaba mucha ternura.

── No entiendes ahora, pero lo harás, aquí, en esta jaula dorada aprenderás a ver lo que yo veo, nadie vendrá a buscarte, Ritchie... Somos solo tú y yo y juntos construiremos algo hermoso.──

El joven solo cerró sus ojos resignado a lo inevitable, estaba aterrado y en las condiciones en las que estaba solo podía rezar que pronto la policía diera con él, su madre lo buscaría hasta el último aliento, lo sabía, ese maníaco no se saldría con la suya.

[...]

Los días se convirtieron en semanas y la rutina se estableció, George era meticuloso en su cuidado se aseguraba de que su dulce niño tuviera todo lo que necesitaba sin embargo las palabras de consuelo y los gestos amables eran siempre acompañados de un control absoluto, Starkey no podía escapar de la vigilancia constante, ni del amor enfermizo que lo envolvía, se sentía asfixiado.

En las noches, cuando el silencio era su único compañero, el de cabello castaño casi rubio reflexionaba sobre su situación, la desesperanza se mezclaba con una extraña dependencia hacia George, quien se había convertido en su único contacto con el mundo exterior. Su mente comenzaba a ceder encontrando consuelo en la cercanía de su captor por más que mostrara el miedo y asco que le tenía.

George, por su parte, observaba con satisfacción cómo su mascota empezaba a doblegarse, sabía que el camino hacia el amor verdadero era largo y tortuoso, pero estaba dispuesto a recorrerlo, en su mente, no había duda alguna, estaban destinados a estar juntos y ningún obstáculo sería lo suficientemente grande para separarlos.

La transformación de Richard Starkey de un prisionero aterrado a un amante confundido, era solo cuestión de tiempo.

𝙎𝙩𝙤𝙘𝙠𝙝𝙤𝙡𝙢 [𝑆𝑡𝑎𝑟𝑟𝑖𝑠𝑜𝑛]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora