Capítulo VI

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Sarocha se sentó en el sofá, mientras Rebeca iba por alguna bebida. Ambas chicas se miraban fijamente, por sus mentes pasaban tantos pensamientos diferentes, ambas deseaban decirse lo que estaba pasando dentro de su pecho, pero sentían miedo, pavor de la reacción de la otra o a salir herida, era algo muy reciente, no podían decirlo como si nada.

Rebeca: Puedes dormir en mi habitación, yo dormiré en el sofá...

Sarocha: No, yo dormiré en el sillón, tú debes descansar bien, mañana serás tú quien conduzca.

Rebeca: No lo puedo permitir, déjame dormir acá, es algo incómodo y tú eres mi invitada...

Sarocha: No, Rebeca, ¡yo seré quien duerma aquí! -Dijo muy segura de sí, con una voz fuerte y clara.

Rebeca: Bien, tú ganas. Sinceramente tu voz me dio algo de miedo...

Sarocha: Me alegra que lo hayas entendido, ¿ya comiste?

Rebeca: No, pero no...

Sarocha: Ni lo digas, debes alimentarte. Yo haré un sándwich y no acepto un no por respuesta...

Rebeca: Bien, me gusta que seas así de determinada -ladeó una sonrisa.

Sarocha: Siéntate ahí, ya casi termino.

Rebeca: Está bien, aquí espero...

Sin más, Rebeca se había sentido gobernada en su propia casa, espero pacientemente a que Sarocha le sirviera y empezaron a comer, poco después estaban alistándose para ir a dormir, Rebeca se cambió en la habitación, mientras Sarocha lo hizo en el baño. Se desearon las buenas noches y cada una tomó rumbo a su aposento.

Unas horas más tarde, Rebeca daba vueltas en su cama, no entendía cómo aquella mujer la había hecho sentirse tan sumisa y a la vez tan feliz, ella no era así, pero le gustaba. Decidió levantarse por un vaso con agua, al pasar por el sofá notó una pierna que guindaba desnuda en el sofá, con sutileza la tomó, la subió de nuevo y la cubrió. Observó un poco más aquel cuerpo en reposo, parecía una pervertida, bueno, cualquiera lo creería si no fuera porque los ojos de Rebeca no reflejaban más que respeto y admiración.

La castaña se acercó un poco más, aspiró el aroma de Sarocha, infló su pecho y con sus dedos, quitó algunos cabellos que estorbaban. Miró detenidamente las facciones de Sarocha, su corazón comenzó a latir con fuerza, había algo que le estaba removiendo por dentro, en un movimiento descuidado, hizo que la pelinegra se sobresaltara, sin intención alguna, la había asustado.

Sarocha: ¿Qué haces?

Rebeca: Lo siento, no fue mi intención. Vine por un vaso con agua y no pude evitar notar que la sábana se había corrido, traté de acomodarla con cuidado, pero parece que no fui muy ágil.

Sarocha: No te preocupes, me asusté un poco.

Rebeca: Vuelve a dormir...

Sarocha: No creo poder...

Rebeca: ¿Por qué?

Sarocha: Tengo que admitir que no estoy muy cómoda y sin afán de hacerte sentir mal, el poco sueño que tenía acaba de irse.

Rebeca: De verdad, lo lamento -agachó su cabeza.

Sarocha: Tranquila, ya dormiré. Ve a descansar...

Rebeca: Tengo una mejor idea -dijo sonriendo ampliamente, como si fuese una niña a punto de inventar una travesura.

Sarocha: ¿Te escucho? -mencionó con cierto recelo.

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