Capítulo XVII

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Becky: ¿Espera, eres real? ¿Estoy soñando?

Sarocha: ¿Por qué no lo averiguas?

Becky: Pensé que te habías ido -la abrazó y beso en la mejilla.

Sarocha: Lo intenté, pero leí tu primera carta y no pude...

Becky: Yo... me alegro tanto que estés aquí -la apretó más a su cuerpo.

Sarocha: ¿Y qué opción eliges?

Becky: Cierto, déjame pensarlo -coloco su mano en el mentón.

Sarocha: No lo pienses tanto que es oferta limitada...

Becky: ¿Ah sí?

Sarocha: Claro, si no te decides en los próximos segundos, tendré que darte el primer golpe.

Becky: Eso sí que da miedo... La última me dolió.

Sarocha: Entonces, ¿qué hago?

Becky: Decide tú...

Sarocha: Quiero que me hagas el amor...

Becky: Te juro que pasaré cada día de mi vida compensando cada minuto, cada segundo que te alejé de mí por mi soberbia.

Ambas chicas bajaron del cuadrilátero, fueron al camerino y recogieron sus cosas, se dirigieron hasta el auto de Becky. Sarocha fue interceptada por Beck antes de subir. Sus lenguas y labios demostraron lo mucho que se habían extrañado, el oxígeno pasaba a segundo plano cuando las caricias aumentaban. Fue un beso anhelado por ambas, no había duda de ello, era intenso y lleno de pasión.

Becky: No te vayas de mi vida nunca -dijo sobre los labios de Saro- no podría vivir sin ti, por favor, perdóname -dijo soltando una lagrima.

Sarocha: No lo haré, yo soy tuya Bec, solamente tuya.

Becky: Ahora comprendo lo mucho que te amo -tomó la mano de Saro y la puso sobre su pecho- lo que siento acá dentro, es tan intenso que me cuesta respirar cuando no estás cerca.

Becky volvió a sujetar del cuello a Sarocha y la atrajo hacia ella, con su labio inferior rozó el de Sarocha, provocando un ligero jadeo de la pelinegra. Becky continúo jugando con la electricidad que sentían, acaricio la oreja de Sarocha, luego aumento la intensidad del beso, mordió sutilmente los labios de la pelinegra y succionó su lengua. Después, se separó del beso y recorrió su mejilla y cuello con la lengua; sus manos comenzaron a recorrer la cintura y espalda hasta que se asentaron en los glúteos de la pelinegra, los apretó sin contemplaciones, era algo que extrañaba hacer.

Sarocha: Si sigues así, no nos detendremos nunca...

Becky: No me puedo resistir, me hiciste tanta falta -siguió recorriendo su cuello y mordiendo su oreja.

Sarocha: Quiero que me hagas tuya, pero no aquí. Vamos a tu casa.

Becky: Tienes razón, vamos a casa -abrió la puerta del auto- pasa mi reina.

Sarocha: Gracias, mi amor.

Dentro del auto, Becky no perdía oportunidad para tocar las piernas de Sarocha, de vez en cuando observaba aquellos ojos que tanto extrañaba, enlazaba su mano con la de ella y jugaba con sus dedos. En uno de los altos, se acercó a Sarocha y le robo un beso, uno que las hizo perder el control de nuevo, perdieron la noción del tiempo y fue un claxon lo que las devolvió a la realidad.

Al llegar al departamento de Becky, desataron todo lo que llevaban dentro, se dejaron llevar por el deseo, la lujuria que les quemaba por dentro. Sarocha la acostó sobre el sofá y luego se subió en ella. Lamió sus propios labios y luego los posó en los de Bec, iniciando un beso apasionado. Cada que tenían oportunidad, intercambiaban mordiscos, Bec aprisionó a Sarocha contra sí, no quería la más mínima distancia, deseaba sentir cómo sus corazones se revolcaban de alegría dentro de su pecho.

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