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— Siempre tengo que alimentar a los malditos peces, bien pueden comerse entre ellos por lo que me importa. — Murmuraba para él mientras buscaba su traje para empezar a trabajar.

Trabajar en un acuario no es nada sencillo; de hecho, es una tarea sumamente desafiante y requiere una dedicación absoluta.

Uno de los aspectos más exigentes del trabajo es la limpieza constante. Los tanques acumulan una gran cantidad de excremento que debe ser retirado regularmente para mantener un ambiente saludable para los animales. Además, el agua debe ser cambiada frecuentemente, y no se trata de cualquier agua. Debe replicar con precisión las condiciones del hábitat natural de cada especie, ya que cualquier variación podría ser fatal para los delicados organismos acuáticos.

La alimentación de los animales también es un proceso meticuloso. Cada especie tiene requerimientos dietéticos específicos que deben cumplirse estrictamente. Esto significa preparar y proporcionar alimentos en el momento adecuado y en las cantidades precisas para asegurar su salud y bienestar.

El cuidado de los residentes acuáticos es extremadamente riguroso. Las tareas diarias incluyen monitorear la salud de los animales, ajustar los parámetros del agua, y asegurarse de que cada ser vivo reciba la atención necesaria para prosperar. Esta labor puede ser extenuante y requiere un alto nivel de precisión y paciencia.

La mayoría de los trabajadores del acuario, por no decir todos, están altamente calificados y poseen los conocimientos necesarios para cuidar adecuadamente a los animales. Muchos de ellos son veterinarios especializados en animales marinos y biólogos marinos con formación avanzada. Su experiencia y habilidades son cruciales para garantizar que ningún ser acuático sufra daño y que el acuario funcione sin problemas.

Lo peor, aparte de entrenar también a los animales para que no ataquen a las personas cuando es día de visita a los acuarios como un puto zoológico.

Es cuando vienen los de protección ambiental.

Siempre alegando que los animales deben ser devueltos al mar en donde pertenecen, que no tendrían una vida prospera en un maldito acuario donde vienen clientes a ver sus espectáculos.

¡Como si en el maldito mar contaminado donde es comer o ser comido les fuera a ir mejor!

Sin contar de que muchos de los animales nacidos en cautiverio, no durarian ni una semana en la vida salvaje sin los cuidados requeridos y su alimento programado.

Tampoco eran el único maldito acuario de la ciudad, era una competencia bastante peleada con la que está al otro lado de la ciudad, era tan tétrico ese lugar, el dueño nunca se le ve, sus empleados parecen asesinos en serie, y sus peces, joder sus peces.

¡Sus malditos peces con suerte siguen vivos! ¿Por qué nunca le alegan a ellos?

— Estúpidos peces. — Seguía murmurando malhumurado.

Su vestimenta proporcionada por el lugar se acentuaba a la perfección en sus musculosos brazos y fina cintura, junto con sus inseparables botas de plástico a prueba de agua.

¡Odiaba sus calcetines y pies mojados!

Caminó con algas y esponjas de mar frescas hacia las tortugas marinas en un estanque, se subió hasta estar en la cima de la plataforma y con un toqueteo del balde sobre el agua, las tortugas aparecieron, sabiendo perfectamente que era hora de alimento.

Habían de todos tamaños y formas, pero todas del mismo especie, cosa de no haber problemas entre tortugas de otras especies y comenzar una batalla campal de tortugas marinas en los tanques.

— Muy bien pequeños monstruos, el que me muerda me lo ceno. — Sus manos enguantadas tomaron cada alga y esponja marina, los pasaba a sus duras bocas, o las lanzaba hacia los que se encontraban más lejos.

Liberame |PAUSADO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora