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Katsuki se había ido enfadado a su casa, agotado y frustrado como nunca. Aunque la criatura solo llevaba un día en el acuario, había sentido que estaba a punto de lograr un avance significativo. Sin embargo, la intervención de Mina había echado por tierra todo su esfuerzo.

Suspiró pesadamente al entrar en su apartamento. Las luces tenues y el silencio de la noche lo envolvieron mientras se dirigía a su habitación. Se dejó caer en la cama, mirando fijamente al techo, con la mente llena de pensamientos intranquilos.

Las imágenes del encuentro con el chico pez se reproducían una y otra vez en su mente. Recordaba con claridad las manos casi verdosas del ser, sus largas garras que, aunque parecían amenazantes, no habían mostrado agresividad directa. Las estructuras parecidas a aletas en sus dedos eran fascinantes, una adaptación perfecta para su vida acuática.

Sus pensamientos se detuvieron en los ojos de la criatura. Eran de un verde profundo, como las algas que a menudo flotan en las aguas oscuras de un estanque. Había algo en esos ojos, una inteligencia y una curiosidad que reflejaban un mundo desconocido. El cabello del chico pez también era verdoso, moviéndose con la fluidez del agua, creando un efecto casi hipnótico. Katsuki se preguntó si ese color era una forma de camuflaje para esconderse de depredadores en su entorno natural. Pero ¿tenía siquiera depredadores? ¿O era él mismo un depredador en su mundo?

Katsuki giró en la cama, intentando encontrar una posición cómoda mientras su mente seguía dando vueltas. No ganaba nada enojándose, lo sabía, pero la frustración seguía ahí, persistente. Recordó cómo había sentido una conexión, aunque breve, con la criatura. La curiosidad mutua había sido palpable, y por un momento, había creído que podrían comunicarse de una forma más profunda.

Quizás estaba buscando respuestas de la manera equivocada. Tal vez, en lugar de intentar extraer información de la criatura, debería centrarse en construir una relación basada en confianza y respeto. Katsuki cerró los ojos, intentando visualizar un nuevo enfoque. Pensó en cómo podría ganarse la confianza del chico pez, cómo mostrarle que no era una amenaza.

Las preguntas seguían acumulándose en su mente. ¿Cómo se comunicaría mejor con él? ¿Qué tipo de entorno le haría sentirse seguro? Katsuki sabía que necesitaba cambiar su estrategia, ser más paciente y observador.

— Me rindo, no puedo dormir. — Se levantó y empezó a cambiarse de ropa una vez más.

Se subió a su auto y manejó nuevamente hacia el acuario, sabía que muchos trabajaban de noche y también sabía que no le pagarían horas extras que no fueron solicitadas por el dueño, pero debía volver.

Al llegar y estacionarse, entró con la huella de su dedo en la plataforma de entrada y la puerta se abrió.

— ¿Katsuki? — Kirishima lo recibió, siendo uno de los guardias principales del recinto. — No sabía que tenías turno nocturno hoy.

— Ni yo, al parecer. — Mencionó casi en un murmullo antes de seguir caminando hacia el estanque de observación marina.

El lugar era amplio y lleno de luces azules tenues, fácilmente pondrían un poco de música movida y esto sería una discoteca asombrosa.

—Quizás deba conseguirle un poco de pez... —murmuraba para sí mismo mientras se acercaba al estanque destinado a la criatura.

El acuario estaba tranquilo a esa hora de la noche, el silencio roto solo por el suave zumbido de las máquinas que mantenían el ecosistema en funcionamiento. Encendió las luces de las escaleras y subió lentamente, cada paso resonando en la estructura metálica. El agua del estanque estaba pacífica, sin rastros de siquiera un movimiento en su superficie. Suspiró profundamente, se quitó los zapatos y hundió sus pies en el borde del estanque, sintiendo el frescor del agua.

Liberame |PAUSADO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora