Día 6: Cueva | SatoSugu

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Una vez que las sirenas y otras criaturas marinas alcanzaban cierta edad, salían del refugio en el cual vivían con sus padres para iniciar el camino hacia la independencia. A Suguru le tocó empezar ese proceso de vida; de hecho, ya llevaba un tiempo saliendo con un tritón de la misma zona llamado Satoru, y ambos acordaron buscar una cueva que se adaptara a sus necesidades con el fin de formar su propia familia más adelante. El chico de larga melena deseaba que el lugar no estuviera ubicado en las profundidades, sino en un punto intermedio, donde los rayos del sol pudieran llegar.

Satoru siempre complacería cada uno de los caprichos de su novio, así que se dedicó a consultar a otros tritones por cavernas que cumplieran con las especificaciones que solicitaba el moreno. Un día, cuando Gojo no tenía guardia en el reino, encontró una cueva que cumplía la mayoría de los requisitos. Estaba ubicada justo entre el inicio del abismo profundo y la superficie. Además, en su interior llegaba la luz que se filtraba a través del agua, convirtiéndola en la guarida ideal. Por lo general, las parejas solían buscar estos sitios remotos con el objetivo de incubar los huevos de las sirenas, ya que necesitaban que la temperatura fuera adecuada para que eclosionaran.

La emoción era tanta en el albino que inmediatamente fue en busca de Suguru. Nadó lo más rápido posible hasta encontrar a su compañero junto a otras sirenas, recolectando algas en los sustratos del fondo marino. Luego, Gojo tomó la mano de su futuro esposo y lo llevó hacia la guarida que había descubierto. Durante el trayecto, ninguno de los dos pronunció palabra alguna, pero el de ojos marrones confiaba en el tritón; observaba su perfil y podía notar la enorme sonrisa que cubría su atractivo rostro. Sin embargo, una vez estuvieron frente a la cueva, terminó de entender el motivo de su felicidad.

—¡Este lugar es hermoso, Satoru! —susurró anonadado el de cabello color negro, lanzándose a los brazos de su novio—. ¡Me encanta!

—Apenas lo vi, supe que te iba a gustar —respondió el albino, besando la frente de la sirena—. Debo hablar con el Rey para avisarle que tomaremos esta cueva, así que dentro de unos días podremos instalarnos.

Suguru se sentía maravillado ante el esplendor de su nuevo hogar. Sus ojos brillaban debido a la grata sorpresa, porque ahora iba a tener un sitio propio en el cual compartiría con el tritón que tanto amaba. Más tarde, la pareja exploró cada recoveco, impresionándose por la decoración creada por la misma naturaleza. En las paredes rústicas había un montón de cristales de colores que resplandecían al contacto con la luz que se escabullía por unos pequeños agujeros. También, en la parte más recóndita, encontraron un arrecife de coral que podrían adaptar para hacer su nido.

—Me siento muy contento de empezar esta aventura contigo —murmuró el moreno, peinando los mechones blancos de su pareja—. Por eso, estoy seguro de que seremos inmensamente felices.

—Si lo dices de ese modo, no seré capaz de controlarme, Suguru —advirtió Satoru, enredando su larga cola de tonalidades azules con la de su prometido—. Quizás podríamos empezar a hacer bebés.

La sirena golpeó juguetonamente el brazo del albino por la sugerente propuesta, pero le gustaba que Satoru no tuviera un atisbo de vergüenza y fuera directo; así fue como terminó conquistándolo. Igualmente, Gojo era un prospecto bastante deseado en el océano y ahora solo le pertenecía a él. Suguru sonrió con gracia, acercándose a los labios de su tritón para besarlo y demostrarle que estaba rotundamente enamorado, siendo correspondido con la misma intensidad.

Notas de la autora:

Este drabble también tendrá continuación en otro día.

Gracias por leer.

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