Día 8: Oviposition | SatoSugu

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Suguru estaba bastante ansioso porque aún pensaba que le faltaba algo al nido donde depositaría sus huevos. No lograba encontrar las palabras adecuadas para que Satoru entendiera su malestar. El proceso de ovoposición consistía en poner a las futuras crías en un lugar seguro hasta que eclosionaran. Todo dependía de su tamaño y las condiciones que presentara el embrión con respecto a su crecimiento y el cuidado que tendrían los padres. En algunas ocasiones, los pequeños rompían el cascarón mucho antes de lo estimado, mientras que, en otros casos, se conocía que rebasaban el período registrado. El moreno fue uno de esos bebés que tardó doce meses en conocer el mundo marino.

Por otra parte, Satoru seguía una rutina diaria. Todos los días le llevaba a su pareja las mejores piedras para decorar el nido y se aseguraba de cuidar su alimentación, cazando los peces más grandes y recolectando algas, que tanto le gustaba comer a la sirena. Sin embargo, el albino notó que su compañero estaba desanimado. A pesar de que el nacimiento de una nueva vida era motivo de alegría en cada rincón del océano, y siendo un matrimonio consolidado que esperaba a sus primeros hijos, el tritón no lograba entender el cambio de actitud. De hecho, le preguntaba a Suguru la razón de su desánimo y no recibía respuesta.

Era el momento de que la sirena finalmente desovara; su vientre abultado daba indicios de que serían dos pequeños, si todo marchaba bien durante la fase de su desarrollo. Suguru había escuchado cada una de las recomendaciones de su madre, y ante la primera punzada de dolor, debía estar preparado para expulsar los huevos en el nido. A su lado se encontraba Gojo, expectante al alumbramiento de sus retoños y, a la vez, mantenía sus sentidos alerta por si algún depredador se acercaba al refugio. Ambos se sentían nerviosos por recibir a sus crías, después de haber tomado la decisión de formar su propia familia.

—¡Lo vas hacer genial, Suguru! —dijo el albino, dándole ánimos a su esposo—. Debes relajarte y todo será rápido.

—¡Duele mucho! —susurró con esfuerzo el moreno, tomando la mano de Gojo.

Satoru no se quejó cuando el joven prácticamente le estaba apretando los huesos con su agarre. Ese dolor no se comparaba con el de expulsar los huevos de su cuerpo, así que mantuvo la calma y se concentró en tranquilizar a Suguru con suaves murmullos.

Las sirenas y algunas criaturas del reino acuático podían clasificarse como ovíparas, así que el desove fue rápido para el moreno, quien no tardó más que un par de minutos. Los huevos no presentaban fisuras y todo indicaba que saldría bien. Las crías crecerían en un ambiente seguro donde sus padres velarían por su bienestar.

—Ahora tienes que descansar, no pienso moverme de aquí —aseguró Satoru, apartando los largos mechones negros del rostro de Suguru—. Ya los bebés están con nosotros y vamos a cuidarlos con todo nuestro amor.

—Discúlpame por estar tan esquivo durante las últimas semanas —murmuró la sirena, observando fijamente los ojos azules de Gojo—. Ni siquiera era capaz de entenderme, y por eso tomé como excusa que le faltaba algo al nido. Quizás no me di cuenta de que me sentía extremadamente nervioso.

—En un inicio no sabía qué más hacer porque no me decías nada, pero supongo que, al ser primerizo, las emociones te ganaron —expresó el albino con una ligera sonrisa en sus labios—. Así que no tienes que disculparte. Lo importante es que los bebés y tú se encuentran en buenas condiciones.

La sirena le devolvió la sonrisa a su esposo, agradeciendo su comprensión. Después de todo, ambos habían anhelado convertirse en padres, y ahora podían disfrutar pacientemente de la eclosión de los huevos para estar con sus bebés.

Notas de la autora:

Este drabble fue la continuación del Día 6: Cueva.

Gracias por leer. 

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