Eric vivía en una de las inmediaciones más modernas de la ciudad. Su buen desempeño laboral le permitió avanzar de puesto a su corta edad, por lo que su sueldo le alcanzaba para costear el departamento en el cual residía.
Cada mañana era tranquila, despertándose solo gracias a la melodía que cada noche programaba en el reloj de su teléfono. Nada se comparaba con lo que le tocó vivir cuando era adolescente.
Despertarse en la zona rural le fue siempre un completo desastre; nunca pudo despertar a la hora que él deseaba. Su sueño siempre fue interrumpido por el canto madrugador del zorzal que vivía en uno de los árboles que tenía en casa, o al urco que, por ser muy territorial, atacaba su ventana pensando que veía a un enemigo cuando en realidad era su propio reflejo. Y qué decir en invierno, cuando puntualmente y antes del amanecer, los gallos del lugar daban la bienvenida al nuevo día.
Sí, nada que envidiar; sin embargo, esa mañana se sintió diferente. Eric despertó cansado, melancólico y confundido, pensando intensamente en aquel pueblo que lo acogió de joven, deseando revivir todas esas experiencias tan contrarias a la ciudad.
Ocho horas en auto separaban su actual hogar de aquel pueblo donde vivió con sus padres de joven.
Se levantó de la cama, estiró sus brazos y caminó despacio a la ventana para deslizar las cortinas que bien lo protegían de la luz del sol cada mañana. Enceguecido por unos segundos, adecuó su visión para hallarse con unos árboles que se mecían tras el cristalino vidrio. Contrariado, cerró sus ojos, y con su mano derecha oprimió sutilmente sus lagrimales, para luego, en un suave movimiento volver a abrirlos, encontrándose con la ya acostumbrada visión de los últimos años: edificios grisáceos que destellaban con la luz del alba.
«¿Pero, qué...? Quizás, porque ya se aproxima la fecha», pensó, tratando de convencerse a sí mismo, mientras se giraba hacia el calendario que estaba a un costado de su guardarropas.
—Un día más...
La última vez que Eric estuvo en aquel pueblo fue el año 2016, a sus dieciocho años. En aquel tiempo se había resuelto estudiar fuera el país, escogiendo como conclusión de estudios una carrera una que le tomaría alrededor de diez semestres. No era que la profesión que escogió no se encontrara en su país, o el hecho de ser mayor de edad le diera el deseo de salir de casa, sino más bien, era la aventura de conocer más allá, saborear otras realidades, experimentar lo que le ofrecía el mundo; Eric deseaba ver con sus propios ojos que tan extenso era el horizonte. Y, si todo sucedía como lo había planeado, él se convertiría en un flamante ingeniero informático —con alguna especialidad si fuera posible—.
Su primer año universitario no le fue nada fácil, no solo por adecuarse a los modismos del nuevo idioma que manejaba textualmente, sino también por la soledad que aquella decisión había causado.
Sin embargo, no siempre se sintió solo, pues tanto sus padres como amigos más cercanos lo motivaban constantemente; en especial una, que cada mensaje y llamada que recibía de ella lo conducían a ser una mejor versión de sí mismo: Melissa.
La primera vez que se vio con Melissa fue el 29 de febrero de 2012, cuando se presentaron como los nuevos vecinos del lugar. Al comienzo, no fue sencillo entablar una conversación con ella, pues no sabía de qué hablar. Melissa, dándose cuenta de la incomodidad del muchacho, dio el primer paso, mostrándole algo que había encontrado temprano esa mañana: un pequeño gato que, según el collar que prácticamente colgaba de su cuello, se llamaba Aroa.
Desde entonces se volvieron muy buenos amigos.
La última vez que se vieron en persona prometieron encontrase en el pueblo donde se conocieron, sería su aniversario de amistad. La fecha debía ser exacta, un 29 de febrero, día que solo coincidía cada cuatro años —en año bisiesto—.
2020 fue un año tentativo, sin embargo, no pudo concretarse, no solo porque Eric aún estaba fuera del país estudiando su futura profesión, sino también por la pandemia de COVID-19 que restringió los viajes en todo el mundo.
No obstante, y después de ocho años, solo un día lo separaba del tan esperado reencuentro.
«¿Qué nuevas historias me contará? ¿Qué habrá hecho en estos últimos años? ¿Estará de novia, casada o, con hijos? ¿Seguirá soltera?» Se preguntaba Eric pues, aunque habían estado comunicándose continuamente los primeros años, lo cierto es que el tiempo y la distancia también hicieron lo suyo; sobre todo cuando los dos prometieron no hablar ni mencionar detalles de la vida amorosa.
Eric había solicitado de antemano que le liberaran de compromisos la última semana de febrero en su trabajo. Llevaba años sin tomarse vacaciones, por lo que aquella petición asombró a muchos de sus colegas. Aun así, y con varios días libres, Eric siguió con la rutina diaria de levantarse temprano.
Ya en su desayuno, comenzó a revisar su teléfono, encontrándose con un nuevo icono en su pantalla.
—¿Qué es esto? ¿Reconto? Cuándo fue que...
No pudo continuar hablando, pues un fuerte dolor a los costados de su cabeza lo incapacitó. Se apoyó en la mesa al cerrar sus ojos por impulso. Al hacerlo, un sin número de imágenes borrosas vinieron a su mente.
Ninguna distinguió del todo bien, aun así, parecerían recuerdos recientes. En ese momento le embriagó un sentimiento angustioso, su corazón comenzó a latir muy rápido, sintió un inexplicable nudo en su garganta, más un intenso deseo de llorar cuando, una última imagen se le hizo claramente visible: estar frente a un ataúd rodeado de bellas y coloridas flores, y sobre él, la fotografía de una mujer, la de su mejor amiga.
Inmediatamente, Eric reaccionó a lo acontecido abriendo los ojos a manera de sorpresa.
—Acaso..., «¿no había sido todo un extraño y mal sueño?»
Sintiendo los latidos de su corazón en la garganta, revisó nuevamente la fecha en su calendario, volteó a su teléfono y sí, todo estaba en orden hasta que —como un déjà vu— decidió pulsar la aplicación que lo había extrañado. Al hacerlo, un reloj se amplió en pantalla, pero, a diferencia de los relojes análogos convencionales, en este, el segundero iba en sentido contrario. Marcaba las ocho con diez minutos.
De pronto, volvió el dolor de cabeza de Eric, y con ello el completo recuerdo de todo lo sucedido.
—No puede ser...
Sin pensarlo dos veces, se apresuró en dejar todo lo que estaba haciendo para tomar sus cosas —en especial su teléfono— y viajar al que, si su mente no lo estaba engañando, sería el lugar de aquel fatídico suceso. Si todo era cierto y no un error, podría llegar con anticipación y evitar que su preciada amiga perdiera la vida.
—Por favor, si es lo que creo que es, que llegue a tiempo —expresó en un hilo de voz.
Eric tomó las llaves de su auto y bajó rápidamente por uno de los ascensores de su edificio hasta la plata baja donde se encontraba estacionado su vehículo. Lo encendió y viajó a toda velocidad que le era permitida en la ciudad. Una vez ingresando a la carretera, aceleró aún más con tal de estar allí lo más pronto posible.
Si de verdad había retrocedido en el tiempo, aprovecharía cada segundo de esa nueva oportunidad.
Originalmente, Eric viajaría el día 29 durante la mañana, sin embargo, debido a la tragedia, él llegó al pueblo el 28 de febrero en la noche, cuando todo había sucedido.
—Si tomo esta ruta, podré llegar una hora antes —pensaba en voz alta mientras adelantaba uno por uno los autos de la carretera—. Con eso sería suficiente, pues el accidente fue a las...
En ese momento, los pensamientos de Eric se nublaron estrepitosamente. De forma ágil sujetó el manubrio de su automóvil y bajó gradualmente la velocidad, no deseaba causar un accidente. Cambiando de carril, se dispuso a organizar sus memorias. Recordaba que ocurriría el accidente, que su preciada amiga perdiera la vida, pero de los detalles, de cómo había sucedido todo, no se acordaba de nada en absoluto.
—¿Qué? ¿A qué hora fue? ¡Maldición! Esta vez debo lograrlo... ¿Eh? ¿Esta vez?
Mientras tanto, el reloj de la aplicación marcaba las siete en punto.
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Reconto
Science Fiction(♡) Tras haber perdido a su mejor amiga, Eric se hunde en un inmenso dolor, lleno de remordimientos. Sin embargo, la aparición de una nueva función en su teléfono le permitirá hacer algo extraordinario. «𝐻𝑎𝑟é 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖�...