Treinta y tres grados Celsius marcaba la temperatura en el ambiente, y Eric maniobraba de formas diferentes el ingreso de un escurridizo azabache a su bolso transportador.
Después de aquel inesperado reencuentro, la pareja de amigos solo se contactó por mensajería de texto, o más bien ella lo contactó a él, indicándole de que el primero que encontrara a Aroa lo llevase al veterinario. Y sí, quien lo halló antes fue Eric, cuando recorría cerca de la casa del árbol en busca de sus memorias perdidas, como a su vez, en despejar la mente a causa de lo sucedido horas antes.
—Bien, con eso estamos. Buen chico —mencionó Alan, el veterinario cabecera de Aroa.
Alan era un joven seis años mayor que Eric. Ambos se conocieron en la primera visita de Aroa a una clínica veterinaria. Juan, el padre de Alan, era el veterinario encargado del recinto, así que desde muy joven Alan pasaba la mayor parte del tiempo allí ayudando por falta de personal. Su meta también era ser veterinario, consiguiéndolo el último año que Eric se estuvo en el pueblo. Con el tiempo, y por amistades en común, ellos también llegaron a ser muy buenos amigos.
—Por cierto, pensé que vendría Melissa hoy.
—Bueno sí —respondió, intentando ser casual. No debía descubrirlo—. Pero, pasaron co-sas...
—Uhm, con que "co-sas" —repitió en imitación—. ¿Al fin hiciste un movimiento?
—¿Cómo que un mov...? —Se retrajo de indagar, recordando su accidental contacto físico con Melissa—. «¡Malditas hormonas adolescentes!». Solo lo encontré antes, nada más. ¿Qué insinúas?
—Nada, nada —respondió jocoso, después de todo, conocía a su amigo y sabía que se le haría difícil acortar la inexistente distancia que existía en dicha pareja, sobre todo, al escudarse siempre con la palabra "amigo"—. En fin. Aquí está su carnet de control. ¡Ah! Antes de que se me olvide, supongo que para mañana viernes todo ok ¿verdad?
—¿Mañana?
—¡Tu fiesta de despedida! No todos los días se nos va un amigo al extranjero. Recuerda siete en punto en mi casa —puntualizó, acariciando una última vez su peludo paciente.
Aliviado en imitar a su yo adolescente, Eric se despidió de Alan y guardó en su mochila el carnet del felino; agarró el transportador de gato con Aroa dentro y se fue rumbo al terreno comunal, retornando a la casa del árbol. En dicha construcción, Eric y Melissa tenían todo lo necesario para el escurridizo azabache; desde gotas antipulgas, juguetes, un rascador, hierba de gato como sus antiparasitarios. Rumbo a ese lugar, Eric siguió pensando en muchas cosas a la vez, sobre todo, en por qué volvió el día 25. Según recordaba, con Melissa prometerían reencontrarse en el futuro el último día de su estancia en el pueblo —al despedirse mutuamente—, y eso ocurriría cuatro días más tarde, entonces, «¿por qué no llegar el mismo día 29? ¿Por qué días antes? ¿Qué caso tenía?»
Algo que también comenzó a rondar en su mente fue la fiesta que se haría al día siguiente en casa de Alan. En su caótica memoria no había espacio para pensar en distracciones como esa, de hecho, ni siquiera recordaba tal sucedo ¿realmente fue a una fiesta antes de irse? O, acaso, ¿no lo disfrutó y por eso su memoria lo desechó como recuerdo, como si fuera algo sin importancia?, lo cierto era que en ese presente a Eric solo le interesaba salvar a Melissa, y para ello, debía hacer todo lo que fuera necesario; aunque eso significara cortar los lazos con ella.
—Libre.
Aroa salió frenéticamente del trasportador, para, en un rápido movimiento, trepar por el árbol. Mientras se alejaba, Eric lo miraba sonriente. Algo que Eric sí recordaba muy bien era que a Aroa nunca le gustó ir al veterinario, y como si acaso él supiera, cada vez que le correspondía su control, era muy difícil encontrarlo. Ese día, Eric pudo localizarlo solo porque había decidido ir a ver esa vieja construcción, hallando a la bola de pelos durmiendo entre unos cobertores. Atrapado.
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Reconto
Sciencefiction(♡) Tras haber perdido a su mejor amiga, Eric se hunde en un inmenso dolor, lleno de remordimientos. Sin embargo, la aparición de una nueva función en su teléfono le permitirá hacer algo extraordinario. «𝐻𝑎𝑟é 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖�...