Un par de ambarinos ojos se encontraban perdidos tras el gran ventanal que caracterizaba parte de su hogar. El cielo era radiante, de un intenso azul que sutilmente se cubría con destellos verdes provenientes de los árboles del lugar.
29 de febrero de 2024, y de un momento a otro, ese azul día se había coloreado con un intenso gris, tan mustio que era imposible pensar en que en realidad era uno de los días más hermosos del verano.
Aquel día se cumplían ocho años sin que Eric viera a Melissa, su gran amiga. Claro, entre tanto, existieron algunas llamadas y mensajes de texto; no obstante, como era habitual, las distancias tienden a acrecentar la separación de las personas, y aún más, cuando se toman caminos diferentes.
Eric siempre había querido recorrer el mundo, ver más allá de su campo visual, no deseaba quedarse en aquel pueblo que lo había acogido a sus catorce años. Tuvo la oportunidad de hacerlo al terminar su escolaridad obligatoria, decidiendo estudiar una carrera fuera del país. Melissa, en cambio, escogió quedarse en su pueblo natal. A ella le encantaba la tranquilidad y aire puro que tenía a su alcance, nunca imaginó vivir en ciudades colmadas de ruido y contaminación, para ella, su vida era completa en casa.
Ambos se conocieron por vecindad. Debido al trabajo, los padres de Eric se mudaron al pueblo de Melissa, residiendo a unos cuantos pasos de su casa. Ambas familias congeniaron muy bien, y, con Eric y Melissa no fue la excepción: se hicieron grandes amigos.
Llegaron a ser cómplices, muy unidos, que hasta los confundían con una pareja de enamorados. Ante tal comentario ambos lo negaban sin dudar, declaraban ser solo muy buenos amigos, sin embargo, era inevitable que en ocasiones sus corazones no pensaran lo mismo, y es que... nada dura para siempre.
Tras la graduación, Eric y Melissa prometieron encontrase en la vieja casa del árbol que ambos habían construido cuando tenían quince años, después de todo, el futuro reencuentro traería consigo nuevas historias que contar; el problema fue que, uno de ellos no cumplió.
El funeral de Melissa terminó a las cuatro de la tarde de aquel día 29. Todo el pueblo la despidió con las hermosas flores que ella, año tras año desde su graduación, se encargó de cultivar y cuidar, todos, incluido Eric, que había regresado horas después del trágico accidente.
«¿Qué había sucedido? ¿Cómo es que nadie se percató al respecto? ¿Cómo ella... no se dio cuenta de que la casa del árbol ya no estaba en buenas condiciones?»
El día en verdad era precioso, los rayos del sol jugueteaban con las hojas de los cerezos que se encontraban a un costado de la casa de Eric. No hacía mucho calor, ni mucho menos frío, pero para la visión de Eric, todo se veía grisáceo.
—Cariño, ¿deseas comer algo? Con tu papá hicimos...
—No te preocupes, no tengo hambre.
—Uhm... está bien. Por cierto, traje el cargador de tu teléfono. Lo dejaste abajo y tu papá pensó que era suyo.
—Gracias. Puedes dejarlo ahí.
Sin mencionar más, la madre de Eric entró a su habitación y dejó el cargador sobre una cómoda.
—Si necesitas algo estaremos abajo.
Sin respuesta, ella cerró suavemente la puerta.
Eric seguía recostado, girado en dirección a su pared, con sus ojos inmersos en la ventana de su antigua habitación. Desde esa posición miraba como lentamente el día perdía su brillo.
«Si... hubiese llegado a tiempo, quizás antes», pensaba Eric, «si no hubiésemos hecho aquella promesa», «si no hubiésemos hecho aquella casa», «sino... la hubiese conocido, ella, ahora estaría...»
Eric seguía inmerso en sus pensamientos, hasta que, de la nada, una sombra oscura se apoderó de su ventana, cayendo bruscamente a su abdomen. De la impresión —y falta de oxígeno—, Eric se levantó rápidamente, para darse cuenta de que aquella sombra azabache, que debido al sobresalto rebotó hacia su cómoda, se trataba de Aroa, el gato que siempre rondaba su casa.
—¡¿Aroa?! Qué susto me has dado. ¡Bájate de ahí!
El felino, que se encontraba más asustado que él, saltó nuevamente por la habitación llevando consigo el cargador que hacía unos momentos le había dejado su madre. Pocos minutos faltaron para que Eric por fin lo atrapara, y con ello, recuperara también su cargador. Tras unos segundos de sosiego, y de olfatear sin parar, Aroa por fin comenzó a ronronear, y a acomodarse tranquilamente en el regazo de Eric.
—Oye, sí que has crecido.
Aroa era un gato que apareció cerca de su casa cuando llegó al pueblo. Melissa lo había encontrado oculto tras unos arbustos. Era pequeño y muy delgado, por lo que ambos decidieron cuidarlo, ingeniándoselas para que ninguno de sus padres lo descubriera; así inició su gran amistad. Hábilmente, el felino se escabullía en el más mínimo descuido, pero, con el tiempo, y tras mucha paciencia, Aroa sabía en qué momento salir o entrar a las habitaciones de cada uno.
Eric comenzó a acariciar a Aroa suavemente, hasta que él, por fin, se quedó dormido. Lo miró detenidamente recordando las historias que había vivido con aquel ser vivo, y cómo no, también con Melissa.
Con cuidado tomó a Aroa con sus brazos y lo depositó a los pies de su cama, el cual siguió durmiendo plácidamente.
—Debes estar asustado con tanto movimiento en... —no pudo continuar hablando.
En ese momento dirigió su mirada a su teléfono que había estado apagado desde que terminó el funeral, para posteriormente enchufarlo junto al cargador que había rescatado hacía muy poco. El porcentaje de carga comenzó a aumentar, para luego, prenderlo al fin. Bastaron unos segundos para que se diera cuenta de que su teléfono estaba completamente desconfigurado; su imagen de fondo y de bloqueo no estaban, no podía ingresar al menú, no marcaba el día ni la hora, ni mucho menos estaban los iconos de sus aplicaciones más usadas, o casi nada, pues contaba con una nueva y desconocida app.
—¿Y esto?
Tras intentar pulsar de todas las maneras posibles el menú de su teléfono, por fin decidió pulsar dicha aplicación, o quizás, fue curiosidad por si funcionaba o no. Sorpresa se reflejó en su rostro cuando sí funcionó, dándole la típica bienvenida. Sin embargo, también apareció en letras pequeñas una advertencia: ¿Seguro que desea continuar?
Quizás fue el desconcierto que tenía por su teléfono o ya el cansancio acumulado por el funeral, pero Eric no lo pensó dos veces para marcar el casillero "continuar". Tras ello, una seguidilla de preguntas aparecieron en su pantalla; desde dónde vive, edad, zona horaria; era el típico sistema de configuración habitual, más una última pregunta: ¿Tienes algún arrepentimiento?
Tras esa interrogante, Eric no dudó en responder en voz alta: no estar aquí cuando Melissa...
—¿Te gustaría solucionarlo?
—Claro que sí.
Enseguida, una voz surgió de su dispositivo: Para continuar, marque ACEPTO.
Eric siguió avanzando en su aplicación y marcó 'acepto', sin percatarse ni leer que debajo de esa opción se encontraba los "Términos de uso".
Bienvenido a Reconto. Nueva fecha de configuración aceptada: 28 de febrero de 2024.
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Reconto
Sciencefiction(♡) Tras haber perdido a su mejor amiga, Eric se hunde en un inmenso dolor, lleno de remordimientos. Sin embargo, la aparición de una nueva función en su teléfono le permitirá hacer algo extraordinario. «𝐻𝑎𝑟é 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖�...