—Nada, nada, nada. Nada de lo que intento hacer funciona. ¡Maldita sea!
Era la octava vez que Eric intentaba hackear el sistema de su teléfono, pero nada le daba resultado. Agotado, y dejando el móvil en su escritorio, se recostó una vez más en su cama.
Sábado, a dos días de marcharse y con escasas horas de sueño, aquel nuevo día en el pasado no inició de la mejor manera.
Había estado utilizando aquel dispositivo electrónico desde que llegó a casa, sin embargo, este no estaba funcionando como él deseaba. Las notas que intencionalmente escribió con el propósito de organizar sus memorias no estaban completas —muchas de las frases eran ilegibles y muchas otras se encontraban barradas—. Reconto, aquella inusual app, seguía sin obedecer sus peticiones; a su vez, el reloj había desaparecido, y el número que antes le antecedía a duras penas se entendía bien.
Y qué decir de lo sucedido con Melissa, no podía sacar de su mente las múltiples sensaciones que solo pensar en ella causaban, de lo cerca que estuvo de besarla, de dejarse llevar; reavivando el oculto sentir que tuvo reprimido por años.
Se estaba desesperando. Ni Aroa se encontraba cerca para reconfortar parte de su tiempo. Mas, en ese instante, escuchó pasos dirigirse a su dormitorio, junto a un resoplido que distinguió bien.
—Y yo que me esmeré en organizar todo y ¿qué sucedió? Que el festejado se fuera antes.
—Ajá.
Alan había entrado ubicándose en el marco de la puerta. Ante su queja, no esperó esa respuesta tan poco entusiasta de parte de Eric. Resoplando una vez más, se sentó en la silla del escritorio observando al castaño que continuaba tumbado en la cama con los brazos cubriendo el rostro.
—Es Melissa, ¿verdad? —Terminó por concluir, inclinando su cabeza y apoyando su rostro con una mano sobre el escritorio.
Aquella pregunta tensó la piel de Eric. Alan era uno de sus mejores amigos, sabía que le conocía muy bien, sobre todo lo que más trataba de ocultar.
—¿Sabes cuántas oportunidades he tenido?, ¿cuánto tiempo me he resistido a besarla?
Alan quedó inmóvil, jamás había escuchado algo así de él. Sabía que ambos estaban completamente locos el uno por el otro, y que ninguno se atrevió a dar un paso. Sin embargo, también estaba al tanto del porqué: no solo era el saber qué sucedería con ambos —si funcionaría o no una relación—, sino, más bien, por arruinar el tan respetado concepto: amistad.
—Es mi amiga, ¡mi mejor amiga! Pero, mis ojos siempre la han perseguido. Cuando la veo, todo se ilumina a su alrededor. Se me dibuja una sonrisa involuntaria. Pero..., es mi amiga.
—Viejo...
—Anoche... Anoche hice una estupidez. Por eso debo volver y reiniciar todo... —se reincorporó y se acercó determinado cerca del escritorio, lugar donde estaba situado su teléfono.
—¿De qué estás hablando? Lo que debes hacer es hablar con ella. Debes decirle lo que sientes.
—No es tan simple —recriminó, dándose media vuelta de su destino. Volvió a su cama.
—¿Por qué no? Ambos se...
—Para qué. ¡Me voy en dos días!, de qué sirve —se justificó, aunque no era la verdadera razón.
—Justo por lo mismo. Porque te vas. Si no lo dices en este momento, nunca lo harás. Y te aseguro que te arrepentirás toda tu vida si no le dices lo que sientes.
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Reconto
Fiksi Ilmiah(♡) Tras haber perdido a su mejor amiga, Eric se hunde en un inmenso dolor, lleno de remordimientos. Sin embargo, la aparición de una nueva función en su teléfono le permitirá hacer algo extraordinario. «𝐻𝑎𝑟é 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒𝑎 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑎𝑟𝑖�...