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— Jimin ven.

La mayor abrazó al pequeño rubio y se ocultó dentro de una pequeña cabaña que estaba situada en el patio de su casa, se sentó en un rincón con su hijo en brazos, abrazándolo con fuerza con temor a perderlo. Tras unos segundos, un gran golpe se escuchó, había sido la puerta principal ser tirada, la señora se abrazó con más fuerza al menor.

— Mamá, —dijo el menor en un susurro—, me buscan a mí, ¿Cierto? —alzó su vista para mirar a su madre—. Me buscan porque soy diferente, ¿Verdad?

Su madre no pudo retener más las lágrimas así que entre sollozos se aferró aún más a su pequeño hijo, ¿Cómo podía explicarle que esas personas Jimin era sólo un amor inocente, no era nada malo, total, estaba amando a otra persona.

— Mi amor. —tomó las manos del menor—. Si llegan a tomarte algún día, por favor corre muy lejos, escóndete, por favor, ¿Harías eso por mamá? —acarició la cabellera rubia.

— ¿Qué hay de ti? ¿Qué pasará contigo? 

Antes de que la rubia pudiera responder, se escucharon los pasos afuera de esa cabaña segundos antes de que la puerta de la misma fuera tirada, la señora se aferró más a su hijo, queriendo cubrirlo por completo, sin embargo, nada de eso funcionaría, los alemanes le arrancaron a su hijo de sus brazos y ésta comenzó a gritar por el menor, peleando en vano por él.

— ¡Adolf Hitler morirá!  

Y esas palabras bastaron para que un alemán apuntara su arma hacia ella, disparando de inmediato. Aquella imagen fue algo que se grabó en la mente de Jimin como si de una repetición se tratase, fue la primera vez que su corazón se rompió sin siquiera saberlo.

— ¿Mamá? —murmuró al ver a su madre inmóvil—. ¡Mamá!

La persecución de los homosexuales en la Alemana nazi se fundamentó principalmente sobre la conclusión de que la homosexualidad era algo incompatible que iba contra la naturaleza humana, por ello las autoridades nazis debían poner todos los medios a su alcance para evitar su extensión.

Abrió sus ojos y se sentó sobre su cama mientras llevaba una de sus manos a su frente para limpiar el sudor, hacía frío, su corazón latía rápidamente y su respiración estaba agitada. Tras unos segundos encendió la luz, miró a su alrededor y se aseguró de que estuviera en su habitación. Ya iban a ser cuatro años desde que todo terminó y aún no lograba superar el trauma, aún no lograba sacar de su mente todas esas escenas horribles que no sólo vio, sino que también vivió.

La ciudad aún se estaba recuperando de todo el daño, y en las noticias aún hablaban de eso, muchos ya lo habían olvidado y ya habían comenzado desde cero, pero Jimin no podía estar igual, ¿Cómo iba a olvidar que estuvo ahí encerrado? Sin comida, sin agua, sin nada que hacer a excepción de acatar las órdenes de aquellas personas.

Se levantó mientras frotaba su frente y soltó un leve suspiro cansado antes de dirigirse a la ventana para mirar por ésta y ver el cielo.

— Nueve de la mañana... —murmuró sin muchos ánimos, su padre le había enseñado a saber la hora mediante el cielo y fue algo que le había hasta ese punto, ayudado de mucho.

Se dirigió a un pequeño mueble y lo abrió pero frunció su ceño al notar que sólo había un cambio de ropa; Sin embargo tomó las prendas y la dejó sobre su cama antes de entrar al baño y después de ahí, a la ducha.

Estuvo bajo el agua durante varios minutos, sus orbes estaban cerrados y su mente estaba concentrada en imágenes del pasado.

— Mi nombre es Lee Chan. —no hubo respuesta ni mirada del rubio—. ¿Por qué estás aquí? —nuevamente nada—. Yo estoy aquí porque no tengo padres.

Chico Raro ᵏᵒᵒᵏᵐⁱⁿ ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora