[Elena]
Esas mujeres no han salido de aquella habitación, los sirvientes como buenos trabajadores que son, hicieron caso y prácticamente tiraron mis cosas a una habitación más alejada, nadie me ayudó a acomodar mis cosas tuve que hacerlo sola, bueno es que me pese pero ¿No es su trabajo?
Bajé para ir hasta la cocina, tengo hambre, abrí la alacena, habían muchas cosas pero se me antojó hacer un estofado, mi madre me enseñó hacerlo, son las 6 de la noche, escuchó que alguien se acerca, yo estoy de espaldas vigilando que nada se queme.
—¿Señora? ¿Usted que hace?— Preguntó una voz masculina detrás mío.
—¿Mmm? Estoy cocinando estofado para cenar, no ví a nadie así que toca—Dije aquello sin darme la vuelta.
—Déjeme ayudarle señora— Se ofreció amablemente, la primera persona amable conmigo, estaba apunto de ayudarme hasta que se apareció la ama de llaves.
—¿Que hacen?— Preguntó con mucha autoridad.
—Cocinando— Me limité a responder.
El cocinero tampoco dijo nada, seguimos haciendo el estofado, le ofrecí estofado al cocinero por su amabilidad el al principio se sintió apenado asi que se negó.
—¿Elena? ¡Dónde estás!— Escuché gritos que provenían de la sala.
El cocinero y yo los miramos incrédulos, caminé hasta la sala.
—¡Aquí estás, mocosa estúpida!— Gritó furiosa Georgina.
—¿Disculpe? Usted no puede hablarme— Mi mejilla comenzó a arder, ¡Me dió una cachetada!
—¿Dónde quedaron tus modales? Será mejor que te eduquen— Sus tacones se escucharon por toda la sala.
Dos sirvientas me tomaron de los brazos con fuerzas, intenté en ocasiones safarme de su agarré pero me era imposible eran más fuertes que yo. Me trajeron a un sótano completamente oscuro.
—¡Que demonios es esto!— Grité desesperada, las sirvientas hicieron caso omiso y me ataron a unas cadenas— Q...que me van hacer— Pregunté nerviosa, no se veía nada, ambas sirvientas llevaban consigo unas velas.
Me dejaron aquí en este sótano sin luz, no pude hacer nada más que llorar ¿Que demonios está pasando? ¡Porque yo!
Tengo sed y hambre, no se cuánto tiempo pasó lo único que se es que me dormí de tanto llorar, todavía estába oscuro.
—¿Será que ya despertó?— Escuché voces provenientes de las escaleras.
—Lo más probable— Habló una señora.
Todavía estaba soñolienta, escuché sus pasos cada vez más cerca de mí.
—Oye pedazo de basura ¡Arriba!— Movió las cadenas fuertemente, me levanté de golpe.
—No la trates así, pobrecita— Dijo una voz más jóven con lo que aparentemente era sarcasmo.
Traté de levantarme pero estoy débil así que caí al suelo ambas mujeres soltaron la risa, me tomaron fuerte del brazo para sacarme de ahí, me llevaron a mi habitación y me encerraron.
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Esposa por la fuerza.
RomanceEn el pequeño y remoto pueblo de San Sebastián, las tradiciones son ley y las deudas familiares se pagan con la vida de los hijos. Elena, una joven soñadora con un talento excepcional para la música, ve sus aspiraciones de estudiar en la ciudad trun...