Capítulo φ 7

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Varios ángeles estaban reunidos en la plazoleta que daba a las puertas del Paraíso.

Hacía varios días que un pequeño diablillo había llegado hasta las puertas del cielo para entregar un mensaje al Ángel de Fuego. En él, el mismo Príncipe de Hielo demandaba cuanto antes un encuentro con el último serafín.

El rumor corrió como pólvora por todo el Paraíso, y aunque varios ángeles estaban confidentes en cuanto al resultado de la batalla, algunos otros dudaban que con la actitud que el Ángel de Fuego se cargaba siempre, el Príncipe del Hielo iba a perder la paciencia y terminaría matándola sin siquiera disfrutar la batalla.

Después de la aparición del mensajero, muy poco se había visto del Ángel. Muchos lo atribuían a un entrenamiento intensivo al que se estaría sometiendo para el enfrentamiento. Pero para el arcángel Miguel y los altos mandos del ejército, eso sería algo inusual.

Por eso Miguel no perdió tiempo en acercarse al pequeño salón donde Luna solía pasar el tiempo antes de una batalla. La quietud del lugar le hizo dudar en si Luna estaría en ese lugar, por lo que Miguel llamó tres veces a la puerta pero nadie respondió.

Gruñó por lo bajo. El tiempo apremiaba, había mil batallas que planear y no podía perder el tiempo, así que sin importarle que Luna se molestara, abrió la puerta.

Pero en vez de encontrar la habitación vacía, Miguel la encontró recostada sobre una banca, sin haberse preparado para el combate con su habitual armadura. Solo llevaba puesto su vestido habitual para rondar el paraíso, cubriéndose el rostro con una fedora blanca.

Aparentaba estar dormida, y a pesar de haber mostrado interés en el pasado por la batalla que estaba a punto de liderar, no parecía estarle dando su debida importancia.

Miguel enarcó una ceja, acercándose con paso decidido hasta Luna, anunciando su presencia en la habitación. Pero cuando lo logró hacer que el Ángel reaccionara, le quitó el sombrero de la cara de un tirón.

—Aún no estás lista —la reprimió el arcángel sin ocultar la molestia en su voz.

Luna  frunció el ceño con los ojos cerrados, espabilando cuando la luz la golpeó en la cara. Después de gruñir frustrada por la interrupción, Luna forzó los ojos para abrirlos y se quedó mirando a Miguel sin disimular su molestia.

—Ya estoy lista —le respondió al tiempo que se sentaba y le arrebató la fedora a Miguel de las manos—. Solo estaba descansando.

—¿Y tu traje de batalla? —Miguel la interrogó, poniendo su mano izquierda sobre el descanso de su espada y la señaló de arriba abajo, evidenciándola—. No pensarás ir a luchar así, ¿O sí?

—El principito dijo que quería charlar, nada más —Luna ni siquiera se dignó en mirar a Miguel,  volviéndose a acostar con la fedora en la cara—. Yo no tengo pensado pelear.

—Sabes perfectamente que los demonios son los seres más ruines que hay en este universo —Miguel volvió a quitarle el sombrero—. Nunca debes confiar en ellos.

—Eso lo sé —Luna volvió a arrebatarle el sombrero, sentándose de nuevo en la banca de mal humor—. Pero en realidad, no tengo muchas ganas de luchar.

Miguel estaba a punto de reprenderla de nuevo, sin importarle un carajo que el Ángel fuera técnicamente su superior. Abrió la boca para comenzar con su lectura de la importancia de la batalla que estaba a punto de llevarse a cabo cuando una trompeta sonó llamando la atención de todos los ángeles.

La hora había llegado.

Alejada de los cuarteles, Juliette cargaba el armamento necesario para equipar a una nueva legión de ángeles, batalla que se llevaría a cabo en cuanto terminara el duelo del Ángel de Fuego y el Príncipe del Hielo.

Guerra de Ángeles vs. Demonios: La Leyenda Del Ángel [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora