Capítulo φ 9

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φTRES AÑOS ATRÁSφ

Darrell solía levantarse temprano. Tenía que hacerlo si no quería comer los asquerosos desayunos que Danielle hacía. Le agradecía infinitamente el que lo hubiera dejado vivir en su casa, pero desde que probó un día su comida, perdió el sentido del gusto.

Se detuvo a la mitad de la calle, frunciendo el ceño.

Tal vez era una exageración, pero tuvo asco durante dos semanas. Danielle no era una mala cocinera, pero había algo en su sazón que en definitiva no convencía a Darrell. Lo más extraño de todo era que André podía comer lo que fuera sin problema.

Siguió caminando hasta detenerse en la tienda de la esquina, donde vivían varios amigos Dani.

—Buenos días, Darrell —la señora Clairy, que siempre atendía la tienda, lo saludó alegremente—. ¿Qué te trae tan temprano por aquí?

—Se acabó mi despensa —dijo Darrell sin muchos ánimos, recargándose en la vitrina—, y ya sabe que Danielle no me deja tomar cosas de su despensa, señora Clairy.

—Lo sé, Darrell —la mujer le dio la espalda para buscar algo en un pequeño cajón—. Por ahora solo tengo una docena de huevos. Puedes venir más tarde para llevarte más cosas. Pero te prometo que tendré tu despensa para este fin de semana.

Darrell tomó la caja de huevos sin real interés en un principio, pero hubo algo diferente que llamó su atención. Esta vez, el empaque era diferente. Con colores llamativos y letras que resaltaban contra el fondo, se anunciaba la rifa de una bicicleta a cambio del registro de varios de los empaques.

Darrell enarcó una ceja, encogiéndose de hombros para meter el empaque en su bolso.

—Darrell —lo llamó la señora Clairy, recargándose en el aparador—. He escuchado algunos rumores y quería asegurarme primero, pero, ¿qué tan cierto eso de que André invitó a Dani en una cita y ahora se habla de que duermen juntos?

—¿Qué quiere decir? —Darrell la miró extrañado—. Usted sabe que André es indomable. Por cierto, ¿no tendrá una taza de azúcar que me pueda regalar?

—Claro que sí —sonrió la señora—. Voy por ella adentro. Permíteme un momento.

Y en cuanto la señora Clairy se desapareció detrás de la puerta que daba a la casa, Darrell dio media vuelta para salir a la calle, respirando profundo el aire frío de la mañana y caminando de vuelta al departamento, silbando.

—¿Seguro que solo quieres una taza? —la señora Clairy volvió a entrar para encontrar la tienda vacía—. Volvió a hacer lo mismo.

La señora Clairy puso la taza con azúcar sobre el mostrador, abanicándose con una mano en un ademán de falsa ofensa. Suspirando cansada, la mujer se giró hacia la puerta por la que había entrado a su casa, poniendo las manos en la cintura.

—¡Rose! Ven a atender la tienda. Necesito ir con Cassandra.

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Darrell sabía cómo salirse con la suya cuando se trataba de la señora Clairy. Era una señora agradable la mayoría del tiempo, cuando no estaba metiendo su nariz en asuntos ajenos. Entre ella y la señora Morrison podrían tener una red de chismes si quisieran. Tenían la habilidad de tener un nuevo chisme cada que alguien entraba al restaurante y a la tienda. Así que Darrell sabía que decir y cómo hablar con ellas sin ser parte de eso.

Iba subiendo las escaleras del edificio con cansancio. No le agradaba para nada el tener que subir siempre hasta el cuarto piso del edificio, y más cuando llegaba en condiciones cuestionables de sobriedad.

Guerra de Ángeles vs. Demonios: La Leyenda Del Ángel [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora