Tom tenía un problema con un mapache.
Cada noche, durante la última semana había oído a la maldita criatura golpeando todo en su jardín y cada mañana había encontrado la basura esparcida por el suelo alrededor de su bote de basura, cáscaras de plátano y viejas revistas porno empapadas con el rocío de la mañana. A Tom no le hacia gracia.
Tampoco a sus vecinos.
— No estoy pidiendo realmente mucho — dijo la Sra. Martin con un gesto de desaprobación. Ella era una vieja chismosa de nariz ganchuda y ojos grandes. Ella había conocido la abuela de Tom, pero a la señora Martín no le caía bien Adel y tampoco le caía bien Tom. Tom no estaba seguro de que a la señora Martin alguien le cayera bien, en realidad, ni siquiera su marido. Especialmente su marido. — Creo que todo el vecindario agradecería que mantuviera la basura dentro de su contenedor, Sr. Kaulitz.
— Claro, la basura dentro del bote, siempre se me olvida. — Tom le dio a su vecina una enorme y falsa sonrisa La Sra. Martin solo lo miraba.
— Los niños de hoy en día... — se quejó la mujer, dirigiéndose a su propio jardín con la cabeza en alto.
Tom cerró los ojos. Maldito barrio con sus malditos vecinos entrometidos.
Nunca había querido vivir en un lugar como este, el tenia un lindo y modesto apartamento en la ciudad, donde nadie le molestaba antes de que su abuela muriera. Ella le había heredado la casa y él simplemente no podía dejar que se pudriera, tampoco podía venderla, ya que su abuela era evidente que lo consideraba más apto a él que sus propios padres para cuidar del lugar. Así que Tom se quedó y todos los días regaba las plantas que su abuela tanto había amado, alimentaba a los animales callejeros que la habían amado a ella.
No era la vida que había planeado tener.
Tom no podía hacer mucho con respecto a los vecinos entrometidos o las banquetas repletas de niños gritando. No podía hacer mucho con respecto a la vida que ahora tenia y la abuela que nunca había querido perder.
El mapache, sin embargo, era otra historia. Tom podía hacer algo al respecto.
Le tomó tres días. Parecía que cada vez que la maldita cosa aparecía Tom ya estaba en la cama y estaba demasiado cansado para ponerle atención. En la tercera noche sin embargo, Tom estaba viendo porno en HBO, cuando oyó el arrastrar y golpear del contenedor de aluminio en su jardín. Se levantó del sofá con determinación, salió rápidamente por la puerta principal hacia los botes de basura con la intención de asustar y alejar a esa maldita cosa usando su cerebro desarrollado, su muscular y su gran estatura.
— ¡Hey! — Tom gritó mientras corría hacia la calle y agitaba los brazos en lo que él esperaba, fueran movimientos intimidantes. — ¡Fuera de aquí! ¡Fuera! ¡Ve a revolver la basura de mi vecina!
— Pero me gusta la tuya. — respondió una voz de la nada y Tom se detuvo en seco, con las manos congeladas cómicamente por encima de su cabeza.
Los mapaches no deberían hablar. Tom estaba muy seguro de eso.
— ¿Uh? — Tom parpadeó rápidamente, tratando de ver a través de la oscuridad de la noche y el aire lleno de smog. Estaba a pocos metros de la calle y estaba oscuro, pero entrecerró los ojos y apenas pudo distinguir la silueta de alguien que estaba parado junto a su bote de basura. Era alto y delgado, revisaba la basura de Tom como si fuera la mesa de oferta en el centro comercial. — ¿Qué diablos?
— Tienes muchas cosas brillantes aquí. — prosiguió la voz. — ¿Ya no las quieres?
— ¿Quién demonios eres tu? — Tom preguntó, dejando caer los brazos inútilmente en sus costados. El esperaba un mapache, incluso había buscado en Google cómo deshacerse de ellos. ¿Pero esto? No, esto no se lo esperaba.
— Bill. — la persona respondió con facilidad, sacando algo de la basura de Tom y luego lo arrojó a un lado casualmente.
— Bill. — Tom repitió torpemente. — ¿Qué demonios estás haciendo?
Bill no dijo nada, sin preocuparse por la presencia de Tom, siguió buscando a través de su basura.
Había un montón de personas sin hogar en Los Ángeles, era una parte innegable de la vida allí. Su abuela vivía en un barrio a 10 minutos del centro de la ciudad. Si este chico estaba en la calle, también estaba perdido, porque aquí no había nada para él. Tom no sabía por qué alguien vendría aquí por voluntad propia, ni siquiera Tom quería estar aquí.
— Eso está muy bien, de verdad, fantástico. — Tom murmuró moviendo la cabeza con incredulidad. El chico siguió haciendo caso omiso de él. — ¿Te importaría alejarte de mi casa, Bill?
Bill se detuvo, levantando la cabeza para mirar a Tom, por fin. Tom no podía ver su rostro en la oscuridad, sin embargo. Tal vez era mejor así, tal vez no le importaba.
— ¿Tu casa? — Bill preguntó, inclinando la cabeza, extrañado. — ¿vives aquí? — Acababa de salir por la puerta principal, ¿no es cierto?
— Por supuesto que viv...-
— ¿En un bote de basura? — Bill continuó en tono reverente. — ¿De veras?
— ¿Qué? No, no... yo.
— ¿Te gusta? Nunca he conocido a alguien que viva en un bote de basura. — El tipo parecía realmente emocionado.
Había un loco en el jardín delantero de Tom.
Realmente hubiera preferido el mapache.
— Está bien. — dijo Tom, levantando las manos en una especie de movimiento tranquilizador, como si pudiera ralentizar las cosas de esa manera, darle sentido a algo que realmente no lo tenía. ahora escucha. — Muy bien
Bill ladeó la cabeza.
— Yo vivo aquí, aquí en esta casa, ¿ok? — Tom preguntó, señalando la entrada. — Ahí es donde yo vivo.
— Ohh... — dijo Bill, asintiendo con la cabeza. - Muy bien.
— Bien. — Tom suspiró. — Bueno, así que, yo vivo en esta casa, y esta es mi basura. ¿Lo ves?
— Si, lo veo. — respondió Bill, sacando algo de la basura, sosteniéndolo en la mano y cuidadosamente. examinándolo.
— Bueno... así que, si pudieras dejar de revolver mi basura... Eso sería genial, impresionante, de verdad.
— ¿Lo seria? — Bill preguntó, dejando caer el objeto que había estado examinando en una bolsa de plástico de mercado a sus pies. Era una bombilla de luz, pensó Tom, un hombre llamado Bill estaba robando sus rotas bombillas de luz.
— Si, lo sería. — dijo Tom despacio y claro. — Ahora vete, Por favor.
Por suerte, el tipo parecía entender eso. Se inclinó hacia abajo, recogiendo la bolsa y apretándola cerca a su pecho. - ¿Puedo conservar esto?
Tom se quedó mirando. — ¿Conservar...? Sí, conserva lo que quieras, simplemente, ya no revuelvas mi bote de basura, gracias... ahora, adiós.
Bill dio un paso atrás, obediente, desapareciendo en la oscuridad en torno a él con tanta rapidez que era casi espeluznante. Tom parpadeó lentamente contemplando su jardín delantero, una vez más cubierto de basura.
— Mierda.
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A través de sus ojos | fic toll
Fanfiction"Through his eyes" fanfic TOLL original de Jelly Pencil.