Field Goal

CAPÍTULO VII

7.- Destinadas a ser

Cristel

—¿Segura que te encuentras bien?

Pestañeo varias veces y enfoco la lectura que he intentado leer sin mucho éxito durante los últimos minutos. Justin, a mi lado me mira expectante, buscando una respuesta.

—¿Qué? —su entrecejo se pronuncia más— Ah, si si.

—No parece. Estás más rara que de costumbre.

—¿En qué estábamos?

—Cristel —me llama y yo finjo ordenar las hojas—, ni siquiera hemos empezado.

Giro mi cabeza y abro mucho los ojos al escucharlo decir eso. Intento refutar pero caigo en cuenta que lo que dice es verdad, ni siquiera sé qué parte deberíamos tocar hoy.

—Lo lamento —deshago y vuelvo a atar mi cabello en una coleta—. Tal vez hoy podríamos resolver dudas que tengas sobre los filósofos que ya hemos estudiado. ¿Tienes alguna pregunta?

—¿Te pasa algo? Tal vez estás aburrida de darme tutorías y si es eso, no te preocupes, sabré comprenderlo y buscaré a alguien más.

—No —me sorprende lo rápido que respondo—. No es eso, pero si gustas buscar a alguien más, no voy a detenerte.

Me cuesta entender porque me cuesta asimilar la idea de Justin buscando a alguien más para que le imparta las tutorías. Probablemente sea por el hecho de que perdería la sensacional oportunidad que me ofrece Ben si logro hacer que su capitán estrella apruebe la materia. Aunque también puedo atribuirlo a que luego de dos semanas, compartiendo las tardes con Justin, he empezado a acostumbrarme y eso no me gusta en lo absoluto.

Debería seguir manteniéndolo a cien metros de distancia, pero durante los últimos días todo se ha sentido como si nunca nos hubiéramos alejado. Claro que seguimos buscando cualquier excusa para pelear, pero me alegra saber que son tonterías y ninguno de los dos se lo toma en serio. Creo que estamos aprendiendo a cómo convivir.

—Mi mamá ha preguntado por ti —confiesa luego de un rato—. Dice que no ve la hora de volver a la Academia.

—Pero si apenas se fue ayer —enarco una ceja con diversión—. A veces me cuestiono si tenemos la misma noción del tiempo.

Justin ríe y asiente con la cabeza.

—Es un poco exagerada.

—Por cierto, ¿todo bien en su control?

—Sí, todo bien. Maeve está de maravilla así que en unos días regresará con papá a la ciudad.

—¿Emocionado?

—De hecho, estoy aterrado —suelta una gran bocanada de aire—. No tengo ni idea de cómo cuidar a un bebé y en menos de tres meses tendré a uno en mi casa.

Me abstengo de decir algo cuando Justin termina de pegar su espalda al colchón de mi cama y solo me limito a recoger las piernas para darle más espacio. Es demasiado alto, sus piernas aún cuelgan en el borde de la cama y no hay suficiente espacio.

—¿Incómodo? —pregunto con sarcasmo cuando lo veo removerse en mi cama, buscando más espacio.

—¿Por qué tienes una cama tan pequeña?

—¡Es bastante grande! —replico—. Mido 1.74 claro que es grande.

Justin junta las cejas y sigue moviéndose como gusano.

—No entiendo, casi no tenemos mucha diferencia de altura y aún así me parece diminuta.

—No te creo.