𝓒𝓱𝓪𝓹𝓽𝓮𝓻 𝓮𝓲𝓰𝓱𝓽

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Capítulo VIII
Renunciar

"Cuando comprendes que toda opinión
es una visión cargada de historia personal,
empezarás a comprender
que todo juicio es una confesión"

Nikola Tesla

— ¿Estamos seguras de esto?

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— ¿Estamos seguras de esto?

Realmente tenía miedo al cambio que podía generar el solo cruzar esa puerta frente a nosotras.

— Si, lo estamos. Ya hablamos de esto y sabemos que si no hablamos con ella y pedimos su ayuda no hay forma de resolver lo que nos pasará.

Estuve de acuerdo, mi problema no era el escepticismo sino lo aterrada que estaba.

Y las mentiras.

Le mentí a mi mamá.

Le mentimos a Kevin.

Y le mentimos a Nissa.

Solo espero que esto sí sea la solución.

Bendiceme, abuelita.

Circe me dió un ligero apretón en el hombro en forma de apoyo antes de dar tres golpes en la puerta de madera, ahogué todo el aire que deseaba salir, la ansiedad la sentía en cada parte de mi cuerpo mientras mi mente seguía preguntándose si de verdad era correcto hacer esto.

El entusiasmo y curiosidad que sentía cuando el libro se abrió y todo empezó a volverse extraño, iba disminuyendo, la adolescente casi despreocupada por lo que podamos descubrir ya no estaba, porque ahora todo era para un propósito en el cual sabía que algo terminaría mal, es lo que más me aterraba.

Tal vez en ese momento tenía un buen instinto, no me equivoqué en absoluto.

Pero las respuestas las tendría, de eso estaba segura, cualquier duda se iba a desvanecer desde ahora.

Supongo que eso sería el lado positivo de cierto modo.

El crujido de la puerta fue mi señal para entender que esto era real y que me iba a enfrentar a una situación la cual no se si estoy lista.

Realmente lo sé.

No estoy lista.

— Jamás me equivoco. Las esperaba, pasen —se posicionó del lado derecho para darnos un espacio para entrar a su hogar — Tenemos mucho de qué hablar.

Circe fue primera con toda confianza y yo fui detrás, tarde un poco, aún las preguntas en mi cabeza se repetían o surgían nuevas, pero quedarme afuera en el frío de la noche con el invierno de la navidad acercándose no me permitió dudar lo suficiente.

— Gracias por recibirnos.

— Un placer. Dejen sus abrigos en el perchero y vengan conmigo.

Con cierta lentitud empecé a desprenderme de mi gabardina y dejarla en el alto perchero que se encontraba en la entrada, pude sentir la calefacción encendida por la diferencia de temperatura dentro del lugar.

Más que un libro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora