El Laberinto de los Recuerdos

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La escalera de caracol los llevó a una plataforma que se extendía sobre un vasto laberinto. Desde su posición elevada, Leila y Finn pudieron ver caminos serpenteantes, muros altos cubiertos de enredaderas y destellos de luz que indicaban posibles salidas.

—Un laberinto,— murmuró Leila. —Parece que debemos encontrar nuestro camino a través de él.—

Finn asintió, observando los caminos con cuidado. —Los laberintos suelen tener trucos y trampas. Debemos ser muy cuidadosos y confiar en nuestra intuición.—

Descendieron la escalera hasta el inicio del laberinto, donde una inscripción grabada en piedra les dio la bienvenida:

—El Laberinto de los Recuerdos guarda secretos de tiempos pasados.
Para encontrar la salida, deben recordar lo olvidado y ver lo no visto.—

Lila y Finn intercambiaron miradas, comprendiendo que este desafío no solo requeriría habilidad, sino también introspección.

—Debemos estar atentos a cualquier señal o recuerdo que pueda ayudarnos,— dijo Leila, tomando la delantera.

Con cada paso que daban, el laberinto parecía cambiar, como si tuviera vida propia. Los muros se movían silenciosamente, alterando los caminos y creando nuevas rutas. Mientras avanzaban, comenzaron a escuchar susurros y ecos de recuerdos antiguos.

En una intersección, Leila se detuvo, sintiendo una fuerte atracción hacia un camino a la izquierda. —Por aquí,— dijo, guiando a Finn.

A medida que avanzaban, los recuerdos empezaron a materializarse a su alrededor. Vieron visiones de la infancia de Leila, momentos felices con su familia, y recuerdos de aventuras pasadas. Pero también había sombras de miedos y dudas, recuerdos que ella había intentado olvidar.

—Este lugar nos muestra tanto lo bueno como lo malo,— reflexionó Finn. —Debemos enfrentar estos recuerdos para seguir adelante.—

Leila asintió, recordando las palabras del Rey del Desorden sobre confiar en el corazón. —Debemos aceptar todos nuestros recuerdos, incluso los dolorosos.—

En una curva del camino, encontraron una fuente de agua cristalina. Al acercarse, vieron reflejos de sus propios recuerdos en la superficie del agua. Leila vio una versión más joven de sí misma, jugando en el jardín de su abuela, riendo y corriendo libremente.

—Recuerda esa sensación,— dijo Finn suavemente. —La alegría y la libertad de ser tú misma.—

Leila sonrió, asintiendo. —Esos recuerdos nos darán la fuerza para seguir adelante.—

Continuaron avanzando, guiados por los recuerdos y las intuiciones. En un punto, encontraron un espejo de cuerpo entero. Al mirarse en él, vieron no solo sus reflejos actuales, sino también sus versiones pasadas y futuras.

—Esto es asombroso,— dijo Finn, fascinado. —Es como si pudiéramos ver todas nuestras vidas al mismo tiempo.—

Leila tocó el espejo, sintiendo una conexión profunda con las imágenes reflejadas. —Debemos recordar quiénes somos y quiénes queremos ser.—

El espejo les mostró un camino oculto, un pasaje estrecho que no habían visto antes. Al seguirlo, sintieron que se acercaban más a la salida del laberinto. Los recuerdos y las visiones se volvieron más intensos, pero también más claros.

Finalmente, llegaron a una puerta dorada al final del camino. En la inscripción sobre la puerta, leyeron:

—Aquellos que han recordado lo olvidado y visto lo no visto pueden cruzar.—

Leila y Finn se miraron, sabiendo que habían pasado la prueba del laberinto. Con una mezcla de emoción y determinación, empujaron la puerta y cruzaron al otro lado.

Leila y el Reino de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora