Epilogo

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Los días pasaron, y aunque intentaba volver a su vida normal, el recuerdo de esos mundos que había explorado seguía vivo. Un día, al organizar su habitación, encontró la pequeña caja de madera que su abuela le había dado el último día antes de regresar. Era una caja que Leila aún no había abierto. Estaba decorada con mariposas talladas y una llave antigua que colgaba del lazo que la mantenía cerrada.

Leila, intrigada, giró la llave suavemente y levantó la tapa. Dentro de la caja había una foto en blanco y negro de su abuela cuando era joven, de pie junto a un árbol muy familiar. Al lado de su abuela, había un chico que Leila reconoció al instante: Jack. Su respiración se detuvo.

-Esto no puede ser posible...- murmuró, pasando sus dedos sobre la imagen, preguntándose si todo había sido un sueño.

Pero antes de que pudiera procesar lo que veía, algo llamó su atención al fondo de la caja. Un pequeño espejo ovalado, con un marco de plata, parecía brillar con una luz suave. Lo levantó cuidadosamente y, cuando sus ojos se encontraron con su reflejo, el aire a su alrededor pareció cambiar. Una corriente de viento gélido recorrió su cuerpo, haciéndola estremecerse.

De repente, el espejo comenzó a vibrar en sus manos, y la imagen en él se distorsionó. El rostro de Leila desapareció y, en su lugar, apareció el rostro de Nolan... pero no el Nolan que había conocido en el pueblo. Era Jack, con los mismos ojos profundos, la misma sonrisa.

-Leila,- su voz resonó desde el espejo, como un eco distante. -No te lo conté todo... no podía.-

Leila dejó caer el espejo de la sorpresa, pero este no se rompió al chocar con el suelo. En lugar de eso, siguió hablando.

-Todo este tiempo... he sido yo. Finn, Jack y Nolan son... la misma persona. El Reino de los Sueños y el mundo real están entrelazados. Nolan no es solo el chico del panadero... soy yo, atrapado entre dos realidades.-

Leila se agachó, con el corazón en la garganta, recogiendo el espejo. -¿Qué estás diciendo?- preguntó con la voz quebrada, sintiendo como las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar.

-Estoy atrapado,- confesó Jack, su rostro lleno de tristeza. -Hace años, alguien más como tú vino al Reino de los Sueños, pero nunca regresó del todo. Su conexión con este mundo quedó rota, y ahora esa maldición me atrapó también. He estado esperando, Leila, esperando por alguien como tú, alguien que pudiera ver más allá.-

Leila sintió que su cabeza daba vueltas. Las imágenes de Finn y Nolan, los encuentros en el pueblo y en el Reino de los Sueños, todo era una sola historia entrelazada.

-Tú... ¿has sido él todo este tiempo? ¿Nolan no es real?-

Jack asintió desde el espejo. -Nolan es una parte de mí, un reflejo que existía en tu mundo, pero nunca pudo ser completamente real sin ti. El destino nos unió porque tú eras la clave para liberarme de esta maldición. Pero ahora... tienes que decidir, Leila. Puedes destruir el espejo y romper el vínculo, lo que me dejaría en este ciclo eterno, o puedes unirte a mí, cruzar entre ambos mundos para siempre.-

El aire en la habitación se volvió denso, y Leila sintió como si el peso del mundo cayera sobre sus hombros. Su mente corría, intentando comprender la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Finn había estado allí desde el principio, en sus sueños y en la vida real, esperando por ella. Todo lo que creía conocer estaba cambiando.

-Si rompo el espejo...- empezó Leila, mirando los ojos de Jack, que parecían suplicarle desde el otro lado, -¿qué pasará conmigo?-

-Volverás a tu vida, al mundo real. Todo será como si nada hubiera pasado. Yo desapareceré. Pero si cruzas... vivirás en ambos mundos. Podremos estar juntos, pero será para siempre. No habrá vuelta atrás.-

El silencio llenó la habitación mientras Leila consideraba su decisión. Sabía que, cualquiera que fuera su elección, cambiaría todo. Las mariposas en la caja tallada la observaban como testigos silenciosos del momento, símbolos del cambio, de la transformación.

-Siempre fuiste tú,- susurró Leila, sintiendo una lágrima correr por su mejilla.

Finalmente, con el corazón latiendo con fuerza, levantó el espejo y, en un solo movimiento, lo lanzó contra la pared. El cristal estalló en mil pedazos, y con él, el rostro de Jack desapareció en la nada, como si nunca hubiera existido.

Leila cayó de rodillas, sintiendo el vacío que quedaba tras su decisión, pero también una paz que no esperaba. Había elegido la realidad, el mundo tangible, sabiendo que nunca volvería a verlo. Pero lo que Jack no le había dicho... lo que Leila jamás imaginó, era que al romper el espejo, no solo lo liberaba a él. Ella, también, había sido parte de ese mundo de ensueño.

La maldición no había terminado. En algún lugar profundo de su ser, algo se había roto junto con el espejo. Leila no lo sabía todavía, pero el mundo de los sueños y el real estaban comenzando a fusionarse, y las líneas que los separaban pronto desaparecerían.

Y ella era la clave.

Las mariposas comenzaron a volar dentro de su habitación, una a una, surgiendo de los pequeños fragmentos de cristal roto.

Leila y el Reino de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora