La comida finalizó alrededor de las tres y media de la tarde. Momentos antes de que el detective se despidiese no sin antes asegurar su regreso, Leticia abandonó a los señores excusándose tener que cumplir las labores del hogar. Carlos y Jerónimo volvieron a quedar a solas. Sobre la mesa los platos se hallaban vacíos mientras que sus estómagos no albergaban espacio para más comida. Las ganas de fumar iban en aumento, empero antes de echar mano a ese cigarrillo Carlos se vio obligado a atender las últimas demandas de su cliente.
—Me gustaría saber una cosa. —Dijo el anciano con aire distraído al mismo tiempo que sus ojos apuntaban hacia la calle desierta y removía sin sentido alguno un vaso sin café—. A pesar de más o menos conocer ya la respuesta porque viejo soy, pero tonto no, me gustaría saber, usted, que habrá tendido que resolver muchos más casos de secuestro que yo, cuál es la probabilidad de encontrar, ya no pido con vida, puesto que siete meses es tiempo más que suficiente de perder la esperanza, sino hallar ni que sea los cuerpos de los pequeños y devolvérselos a sus familias.
—No sabría decirle con exactitud. —Respondió Carlos acariciando el paquete de tabaco bajo el bolsillo de su pantalón—. El mundo criminal es complejo e inesperado. Para desgracia la mía he tenido que ver cosas que traumatizarían de por vida una mente sin entrenar como la suya; he tenido que enfrentarme a delincuentes sin escrúpulos cuyo único deseo era seguir generando más dinero hasta poder comprar media deuda española y aun así acabar con la vida de un familiar para obtener su parte.
»Todo se resume a la mentalidad del criminal. No sabría decirle con certeza la probabilidad exacta de hallar los niños, pero como ya dije, haré todo lo posible para hacerlo. Y si bien mis precedentes logros han hecho que usted acuda a mí, déjeme decirle, no sin ánimo a desanimarle, que he obtenido más fracasos que éxitos. La mentalidad de un criminal es tan compleja como retorcido es su delito. Hay quienes ellos mismos se entregan, siendo éstos los menos peligrosos, en cambio otros, por no decir la gran mayoría, niegan su delito e inclusive acusan a otro o se hacen las víctimas cuando se encuentran entre la espada y la pared. Este caso, Jerónimo, tomará su tiempo. Quizá meses. O tal vez día, quién sabe. Al fin y al cabo, depende del criminal.
Carlos se tendió de pie, atezó su ropa y sacudió los últimos vestigios de migas de pan; se hizo con su maletín y se dirigió en solitario hacia el vestíbulo. Abrió la puerta y, sin antes haberse despedido de Leticia ni de su cliente, desapareció. A Jerónimo le hubiese gustado acompañarle, empero sus piernas flaqueaban y sus fuerzas menguaban. Tuvo que ver cómo su detective, aquel afamado hombre cuya reputación le persigue a todas partes, se perdía en la lejanía por aquella única carretera que atravesaba de lado a lado Arro. Jerónimo permanecía tranquilo, y aquella noche volvió a dormir con la mentalidad tranquila y el corazón sereno.
Con la llegada de Carlos, el sol volvía a brilla por aquellas montañas prepirinaicas. O eso pensó Jerónimo esbozando una leve sonrisa desde su ventana.
Ni una sola nube sobrevolaba el firmamento. Un día rasó y claro cuyas temperaturas cálidas obligó a Carlos a desprenderse de la chaqueta y sentir la tentación de desnudarse. Obviamente no lo hizo, claro está. Apoyado en su coche degustaba su segundo cigarro a la vez que reflexionaba con la mirada puesta en el cielo. El silencio le envolvía por completo. De vez en cuando se percibía como ya era de costumbre en la lejanía, circulando libremente por aquella carretera que conducía a Aínsa. Tan sólo los gatos aventureros se atrevían a inundar la calle con su presencia profiriendo sus maullidos al viento.
Carlos meditaba, ya no sólo el caso cuyo tiempo está desperdiciando y puede ser crucial para la vida de los niños si es que siguen con vida, sino también en la vida en general. No obstante, aquellas ideas y pensamientos que no proporcionarían nada relevante al caso las desechaba retomando el hilo del caso.
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Sonríe a la cámara
Mystery / ThrillerCarlos Ruíz de la Prada es un veterano y reputado detective español cuyos éxitos en la UCO (Unidad Central Operativa) junto con el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) lo llevaron a convertirse en toda una leyenda en el mundo del crimen organizado...