Martin se encontraba recogiendo para salir de la comisaría tras su exhaustiva jornada de trabajo, al menos, trabajar tanto le era reconocido, el comisario lo consideraba uno de los mejores agentes y por ello se llevaba una cantidad bastante inhumana de tareas cada día. Tras levantarse de su silla con sus pertenencias al hombro, emprendió su camino hacia la puerta principal, sin embargo, una voz le sorprendió a su espalda.
―¡Urrutia! ― el comisario se asomaba en la puerta de su despacho con una sonrisa de oreja a oreja.
―¿Sí? ― el vasco contestó con nerviosismo, quería irse ya, ya había tenido suficiente.
―¿Podrías venir a mi despacho un minuto?
Finalmente, tras escuchar eso, el joven policía no pudo negarse y terminó adentrándose en el despacho de su jefe, el cual ya tenía muy visto y no resultaba de su agrado. Una vez dentro y ante la mirada atenta y despreocupada del veterano comisario que le indicaba silenciosamente que se sentara, lo hizo y se dispuso a escuchar atentamente lo que sea que tuviera que decirle.
―Bueno, sé que tienes mucho trabajo y que estarás deseando irte a casa, pero tengo una oferta que hacerte, e intuyo que te gustará...
«Menos palabrería y más detalles concisos...», pensó Martin mientras asentía, dándole a entender que continuase hablando.
―Verás, han llamado hace nada del Ministerio, pidiendo con urgencia el traslado de uno de los mejores agentes de esta comisaría a un nuevo puesto, y he pensado en ti, por supuesto.
El semblante de Martin cambió de golpe del cansancio a la alegría, sentía que por fin se habían acabado las mañanas y tardes eternas de papeleo y patrullaje, no era que no quisiera hacerlo, pero estaba llegando a sus límites y se encontraba exhausto. Sin embargo, había cantado victoria demasiado rápido, sin siquiera escuchar en qué consistía ese "ascenso" inesperado.
Tras unos segundos de silencio para nada incómodos, el comisario carraspeó interrumpiendo la efímera alegría de Martin y continuó con su discurso.
―Así en resumen, tendrás que hacer de guardaespaldas del príncipe, haré llegar toda la información a tu correo electrónico antes de mañana a las 8 de la mañana, para que puedas leerla entera, empiezas el lunes que viene, ya les he confirmado que lo harás, porque no creo que haya ningún tipo de oposición por tu parte, ¿no? ― su mirada inquisitiva le indicaba que no tenía ninguna opción a rechazar, por lo que el joven se encogió de hombros ― Es una gran oportunidad, no deberías desaprovecharla.
―No lo haré, muchas gracias por tenerme en cuenta. ― contestó Martin en contra de lo que estaba pensando ― Solo una pregunta, ¿de cuál de los dos príncipes estamos hablando?
«Si tengo que tener algo de contacto con la familia real, cosa que me juré no hacer en la vida, espero que al menos no sea con el heredero, Juan José», se decía para sus adentros, tratando de disimular su incomodidad frente a su jefe.
―Del mayor, Juan José Bona. Según me han informado, ha tenido algún que otro problema últimamente y su padre no está muy contento, pero bueno, haz como que no te he dicho esto. ― terminó su jefe a carcajadas mientras se levantaba de la silla ― Te veo pronto, Martin.
«Joder, la confianza da asco... Va a ser peor el ascenso que el trabajo aquí en la comisaría finalmente», los pensamientos negativos se agolpaban en la cabeza de Martin mientras se levantaba de la silla y salía de la comisaría para que el viento madrileño le golpease directamente en la cara.
· · ·
Juanjo se levantó con un dolor de cabeza terrible, no recordaba nada de la noche anterior, sabía que se encontraba en su cama, pero nada más allá de eso. Trató de estirarse para coger su móvil de la mesilla, sin éxito en los primeros intentos por todo el dolor que sentía recorrerle el cuerpo. Al final, lo cogió y entonces recordó que había salido de fiesta, y que quizá se le había ido un poco de madre todo. Al menos, tampoco había sido tan grave, era una fiesta privada y no se había filtrado tanto a la prensa, pero su actitud no le había gustado nada a su padre, eso lo tenía claro.
Minutos después, trató de levantarse de la cama para bajar a desayunar, estaba retrasando el momento lo máximo posible, porque sabía que sus progenitores estarían esperando con cara de enfado a su llegada a la mesa para soltarle la mayor bronca del siglo, ya la había aguantado en múltiples ocasiones. Así lo hizo bajando las escaleras del palacio de la Zarzuela.En cuanto se asomó por la puerta del comedor, su padre bramó con ímpetu.
―¡Juan José! ― su mirada asesina le habría matado en apenas un milisegundo de no ser porque él ya la conocía de memoria ― ¿Eres tan amable de explicarnos a tu madre y a mí lo que estabas haciendo ayer por la noche?
Su madre se encontraba en un lado con la mirada ida, ni siquiera le había mirado a la cara, cosa que preocupó en demasía al joven príncipe, ella siempre le había apoyado y defendido. Algo era diferente aquella vez, eso lo podía tener claro.
―Yo... simplemente salí a celebrar que... ― murmuró con desgana por creciente dolor de cabeza.
―Celebrar no implica que dejes de tener modales, Juanjo... Ha llegado a nuestros oídos que trataste fatal a algunos de los que estaban en la fiesta. ¿Tú crees que como futuro rey te puedes permitir estos dejes de niñato? Tu madre y yo nos hemos esforzado por darte la mejor educación que hemos podido, para que ahora nos lo pagues así... ― su padre suspiró, era un gesto extraño, Juanjo apenas lo había visto sobrepasado por los sentimientos de esa manera.
―L-lo siento...― musitó en un intento fallido de defenderse el príncipe.
―Lo sentimos nosotros, pero no podemos más, vamos a hacer que tengas a un policía nacional vigilándote, no nos has dejado otra opción ― en ese momento los ojos de Juanjo comenzaron a tornarse cristalinos para posteriormente aguarse, pero ni una sola gota se derramó por sus mejillas, ante la insistencia del joven por evitarlo.
―Pero... ― su nuevo intento de evitar aquello se vio frustrado ante la interrupción de su madre.
―Pero nada, ya está decidido, tu padre ya ha contactado con el Ministerio, ahora desayuna, nosotros tenemos que retomar nuestra agenda.
Tras aquellas palabras, ambos salieron del comedor. Juanjo les siguió con la mirada, esperando a que alguno se compadeciera de él y le retiraran aquel castigo infernal, pero no ocurrió.
«Pues se ha quedado un buen día de resaca...», pensó mientras se levantaba de la silla para prepararse el desayuno.
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Siete Corazones Blancos
FanfictionLa vida de Martin como policía nacional ha estado llena de éxitos, pero todo cambia cuando recibe una orden que, por primera vez en su carrera profesional, es reticente a acatar, ¿por qué tiene que ser el guardaespaldas del príncipe? Todo el mundo s...