3. Desempleo

539 50 23
                                    

Juanjo le devolvió la mirada a Martin, intentando infundir calma, pero obviamente no lo consiguió. Él mismo estaba tenso ante la mirada seria de su padre.

«Como no hable ya, va a echar a Martin», los pensamientos de Juanjo se agolpaban, creando un caos que le impedía pensar con claridad, quería defender a Martin, quería hacerle frente a su padre, pero ¿cómo?

―Martin, sal ahora mismo de aquí y del palacio. ― bramó el rey sin miramientos ― Ah, y no quiero verte más por aquí, luego hablaré con el comisario para sustituirte.

Martin obedeció la orden, levantándose para irse, con cierta seriedad en sus facciones. Antes de salir por la puerta le dedicó una última mirada a Juanjo. El joven príncipe se quedó paralizado, no supo identificar si esa mirada era de odio, tristeza o qué se pasaba por los ojos del que hasta ese momento era su guardaespaldas. Comenzó a culparse a sí mismo, quiso gritar y salir detrás de Martin, pero fue incapaz. Sabía perfectamente de lo que sería capaz su padre, al fin y al cabo en cierto modo se había saltado sus consejos y sus obligaciones al invitar a Martin a entrar en su habitación. 

Su padre salió de la habitación dando un portazo, Juanjo sabía lo que le esperaba, pero decidió dormir y dejar de pensar un rato, al menos por el tiempo que le quedaba.

· · ·

Martin salió de Zarzuela tan rápido como pudo, tenía las mejillas ardiendo de vergüenza, no lo había pasado tan mal en su vida.

«Acabo de ser despedido por el Rey de España», ese era el único pensamiento que se cruzaba por la mente de Martin, todavía incapaz de reaccionar ante tal humillación.

Cuando el aire del exterior le golpeó la cara con fuerza, su cabeza cambió totalmente de parecer.

«Vaya pedazo de gilipollas, ahora entiendo a Juanjo, me jodería tener un padre así», pensó, y no cambió de opinión en todo el viaje de vuelta a casa, el cual aprovechó para llamar a Álex, un compañero de la academia de polícia que al final se había convertido en su mejor amigo.

―¡Hola! ¿Pasa algo, Martin? ― la voz preocupada de Álex se escuchó por los auriculares que Martin llevaba puestos.

―Bueno... quizá me han despedido del que era mi ascenso el primer día que he trabajado... ¿Estás libre? Me gustaría tomar algo y explicarte. 

―Sí, déjame que me despida de una chica que acabo de conocer y voy.

―Joder, tú siempre con tus ligues, da igual Álex, sigue con ella sin problema, ya quedaremos mañana ― soltó entre carcajadas el vasco.

―No, no, voy ahora mismo, manito ― respondió antes de colgar.

Martin suspiró aliviado, verdaderamente necesitaba a su mejor amigo en esa situación, mañana en algún momento u otro, le llamaría el comisario para verle en su oficina en la comisaría que hasta hace unos días compartían todos los días para posiblemente mandarlo directamente al desempleo por decepcionar a la Casa Real. 

Le mandó la ubicación de la cafetería en la que se había sentado a Álex y se volvió a encerrar en sus pensamientos.

«Juanjo también podría haber dicho algo, joder», la ira iba creciendo en su interior hacia el Príncipe de Asturias, quién se había quedado mudo en su habitación ante la presencia de su padre, a pesar de haber sido él quien le había conducido a su habitación.

Por suerte para él, Álex se sentó enfrente suya sacándole inmediatamente de sus pensamientos con una sonrisa cálida y una mano acariciando su brazo con cariño.

Siete Corazones BlancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora