El avión acababa de despegar y ambos chicos tenían la mirada fija en la del otro, no podían despegarla, sentían algo magnético que conectaba sus ojos. El silencio reinaba en el avión, a excepción del sonido propio del funcionamiento del avión. Les quedaban pendientes un par de horas de viaje y no eran capaces de intercambiar una única palabra. Iban a compartir unos días juntos en París, la conexión en el coche era evidente, pero a la hora de subir al avión esa conexión y ganas del viaje se habían convertido en timidez, y ninguno parecía querer ser el primero en romper el silencio.
Conforme el avión ascendía, tanto Juanjo como Martin estaban cada vez más nerviosos y aún así sus miradas se conectaban durante unos escasos segundos múltiples veces. Finalmente, Juanjo decidió romper con el silencio para sí mismo colocándose los auriculares y reproduciendo música. Poco después el avión se estabilizó en el aire y ambos desabrocharon sus cinturones de seguridad y el vasco aprovechó para abandonar su asiento y echar un vistazo al avión por dentro. Para su desgracia, aunque él también llevaba sus auriculares en el bolsillo, no le estaba permitido el uso de ellos por estar en su jornada laboral y a pesar de estar en el aire y que nadie pudiera amenazar al príncipe a priori, no quería correr ningún tipo de riesgo innecesario.
Se recorrió todo el largo del avión, sin pararse mucho pues no había nada que le llamara la atención, por lo que decidió volver a su asiento junto a Juanjo.
―Hola ― en ese momento sí que se atrevió a hablar.
El príncipe no se enteró de que Martin le había hablado por la música en sus auriculares, por lo que el vasco le tocó el hombro, sobresaltándole.
―Joder, qué susto.
―Perdone, Alteza ― se rió Martin.
―Te gusta vacilarme, ¿eh?
―Es divertido, quizá.
―No te ríes tanto cuando se trata de mi padre ― murmuró Juanjo.
A Martin se le esfumó la sonrisa de la cara dejándose caer en su asiento, visiblemente molesto.
―Yo tampoco lo aguanto, ― confesó Juanjo segundos después ― de verdad.
Entonces el vasco volvió a dirigirle la mirada, sorprendido por la confesión del príncipe y haciendo un gesto para indicarle que le estaba escuchando, dándole pie a hablar.
―La corona... la corona parece importarle más que su propia familia. Debe pesar mucho ahí arriba, para convertirte en un gilipollas tan obvio solo por portarla ― explicó ― Espero no serlo yo también si...
El silencio, nuevamente, esa ausencia de palabras, de ruido, de cualquier tipo de sonido. No había cosa en el mundo que más odie Martin, el silencio le había acompañado desde pequeño, y no para darle alegrías, si era sincero. Y eso le ponía nervioso, por qué no podía ser como el resto del mundo y aprovechar el silencio para relajarse, o pensar y concentrarse en sí mismo, por ejemplo. Además, por si fuera poco con el silencio, Juanjo volvía a tener los ojos llorosos, no quería continuar, y era evidente, o algo se lo impedía y Martin no lo conocía, o al menos no lo suficiente, como para poder hacer algo. Nunca había sido capaz de consolar a nadie, todos le habían consolado a él, cuando perdió a su mascota, cuando le insultaron en el colegio, cuando se juró no volver a Francia... No era justo, por supuesto que no lo era, pero qué podía hacer él, parecía que el mundo se había empeñado en joderle la vida, en que siempre fuera visto como el débil, aunque en realidad el policía hubiera luchado mucho, quizá demasiado. Por eso buscó refugio en las oposiciones, en proteger a los demás, por todo eso se convirtió en policía nacional, en uno de los mejores, de hecho, y no se arrepentía ni un momento, para él podría ser fácilmente la mejor decisión que había tomado en la vida. Sus pensamientos y reflexiones se interrumpieron cuando Juanjo se levantó de su asiento, intentando por fin articular palabra.
―Si llego a ser rey, me refiero... Si me disculpas un momento voy a ir... al baño. Bueno, qué va, para qué mentir, me da miedo no ser suficiente, me da miedo no poder ser un buen rey. Ya lo he dicho, de hecho eres la primera persona a la que se lo digo, espero que no se te vaya la lengua o... tendré que castigarte, para algo soy tu jefe ― terminó diciendo mientras se sentaba de nuevo.
―Wow, espero que no tenga que castigarme Alteza, es lo que menos me gustaría, créame. Su secreto está a salvo conmigo, no se preocupe.
―¿Te apetece jugar a las cartas? Aún nos queda... ¿una hora? ― sonrió Juanjo.
―Ni que pudiera negarme ― le devolvió la sonrisa el vasco.
El resto del vuelo lo pasaron riendo, más alla de sus confesiones, algo había cambiado en ellos en esas horas en el aire, aunque aún no fueran conscientes del todo.
Apenas terminaban su última partida de cartas cuando el piloto anunció por megafonía que iban a aterrizar en unos minutos, que ya casi sobrevolaban cielo parisino. Ambos decidieron recoger las cartas para mirar por la ventanilla mientras se abrochaban nuevamente el cinturón de seguridad, tras una nube y otra, vislumbraron la ciudad francesa bajo ellos. En ese mismo momento el avión comenzó a descender, y ambos chicos se miraron por última vez, al menos a bordo de ese vuelo.
Unos minutos más tarde, Martin ya estaba descendiendo las escaleras, comprobando que, efectivamente, se reunían las condiciones tanto de seguridad como protocolarias para que el príncipe lo hiciera. Y así lo hizo, apareció radiante con una sonrisa en la puerta, recibiendo al instante algún que otro flash, que no lo achantaron. Juanjo descendió con elegancia del avión, dejando maravillados a distintos medios de comunicación y siendo recibido por una pequeña comitiva del gobierno francés y la embajada española, que lo saludaron hasta que tanto el príncipe como su guardaespaldas estuvieron subidos en un coche oficial nuevamente, dirigiéndose de nuevo la mirada y sonriendo.
Hola hola!!
Este capítulo es cortito, pero considero que es un capítulo que ayuda a avanzar en la historia de ambos y así meternos ya de lleno en la aventura parisina. Quizá este fin de semana haya un capítulo más, gracias por el apoyo.Termi
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Siete Corazones Blancos
FanfictionLa vida de Martin como policía nacional ha estado llena de éxitos, pero todo cambia cuando recibe una orden que, por primera vez en su carrera profesional, es reticente a acatar, ¿por qué tiene que ser el guardaespaldas del príncipe? Todo el mundo s...