7. La ville de l'amour

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El coche arrancó con prisa, comenzando su recorrido por las calles de la capital francesa, arrancando algunos suspiros de preocupación al vasco, que no pasaron desapercibidos para Juanjo, quien rápidamente aprovechó que estaba sentado en el asiento trasero en el lado del copiloto para estirar su mano derecha y acariciar un poco el brazo de su guardaespaldas.

«Espero que no le moleste, solo quiero animarle»

Martin se removió un poco en su asiento, sorprendido y rápidamente encontró la mano de Juanjo y al reconocerla acercó un poco la suya sonriendo, haciendo que los nervios de ambos enviasen corrientes eléctricas nunca antes experimentadas mientras duró el breve contacto. El príncipe pudo ver la sonrisa de Martin a través del retrovisor situado a su derecha, para su suerte, pues hacía tiempo que no veía una sonrisa tan bonita como la del chico sentado delante suya.

Una vez llegaron al lugar donde se alojarían durante toda su estancia, situado en el XVIII distrito de París, bajaron del coche, repitiendo nuevamente el protocolo, Martin bajaba primero, comprobaba que todo estaba bien y entonces el príncipe podía bajar. Al echar la vista a su derecha, Martin pudo ver como su equipaje ya estaba siendo transportado hacia el interior de la estancia y que pronto estaría en sus habitaciones. Juanjo bajó del coche saludando a todo el personal que les recibía y pronto se encontraban ambos, nuevamente solos, en el interior del ascensor que les llevaría al cuarto piso donde se alojarían. Allí les recibió más personal, que les indicó la habitación y les entregó las llaves.

―Merci beaucoup ― agradeció Juanjo mientras esbozaba una preciosa sonrisa mientras el personal desaparecía por el ascensor.

«No sé si voy a poder aguantar que hable francés así de bien todos los días», pensó Martin.

―Solo una habitación ― se dirigió Juanjo al vasco después ― ¿Esto también está en tu contrato?

Martin simplemente asintió encogiéndose de hombros con claras muestras de indiferencia mientras abría la puerta y se adentraba en el interior, encendiendo la luz del interior y descubriendo el verdadero problema, que nada tenía que ver con el contrato.

―Juanjo... ― se giró Martin hacia él antes de que terminase de entrar por la puerta ― tenemos un pequeño problema.

―¿Qué pasa Martin? ¿Por qué esa cara de repente? ― contestó despreocupado y al entrar y ver la habitación comprendió la situación y no pudo evitar que sus mejillas adquirieran un color rojizo ― Vale, creo que no hace falta que me lo digas.

Ambos se sentaron sin poder siquiera mirarse a la cara, hasta que Juanjo nuevamente rompió el silencio que se había creado hace unos minutos.

―Si quieres puedo bajar e intentar arreglarlo, no quiero que te sientas incómodo por tener que compartir una cama conmigo ― dijo mientras se levantaba.

―No, no, no te preocupes, así al menos me aseguraré de que no te pase nada ― contestó Martin mirándole con una sonrisa graciosa ― ¿Podemos hacer algo de turismo? Tengo ganas de recorrer París.

«Contigo», añadió en sus pensamientos.

―Sí, venga vamos, tenemos mucho que ver, aunque tenemos que volver pronto, sabes perfectamente que mañana madrugamos. Aunque me gustaría pasar a comer algo al restaurante antes de nada.

Martin asintió y bajaron al espectacular restaurante donde con prisa degustaron un plato cada uno y se marcharon a la recepción para así salir a las calles de París. Juanjo tuvo que ponerse una gorra y unas gafas de sol casi obligado por Martin, pero no se quejó mucho, tampoco le quedaban mal.

―Vas muy guapo, deja de decir tonterías ― continuó Martin en la entrada del hotel, mantenían una conversación animada después del momento de incomodidad de la habitación.

Siete Corazones BlancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora