«¿Cómo se describe la nada?», se preguntó el príncipe Zethiuslav mientras mantenía un abrazo firme alrededor de Khalhaed, como si alguien pudiera arrebatárselo o como si fuera su única ancla a la cordura que le impidiera caer en un abismo. Cada sacudida de la nave lo hacía apretarlo con más fuerza. Un hilo de sangre recorría su rostro. Sentía los cardenales formarse en sus brazos y espalda producto de los impactos de su cuerpo con el mobiliario fijo y el fuselaje interior de la antesala. Surcaban el cielo a bordo de Estela-00, el prototipo de nave más eficiente impulsada por fusión nuclear, resultado de la avanzada ingeniería de Erio.
Zethiuslav activó con un comando de voz el sistema visual, y los sensores capturaron la densa niebla del sur que envolvía el exterior de la nave. Parecía como si la noche los devorara. «Así debe ser la muerte», pensó intentando desatar el nudo en su garganta que le impedía hablar para responder a su compañero que preguntaba por su estado desde la cabina. Miró fijamente hacia la cámara que registraba los daños y luego volvió su concentración a su sobrino. El pequeño cuerpo de Khalhaed temblaba, aferrado con fuerza a su casaca de aviador en medio de gritos desconsolados y llamados a sus padres; su llanto se volvía cada vez más desgarrador.
Estela-00 vibraba con el eco del fuego cruzado de la batalla. Zethiuslav tarareó una antigua melodía que su hermana Sibylle había entonado para él cuando estuvo al borde de la muerte años atrás; ahora era él quien la tarareaba en su despedida. Sibylle, la hija de la emperatriz y hermana mayor de Zethiuslav, rechazó su rescate. No quiso abandonar a su esposo Xephyr en el inicio de la guerra. Zethiuslav había gritado con desesperación alertando del inminente ataque que sufriría Kuntur cuando se negó a abordar la nave.
Sibylle presintiendo su muerte, le entregó a su hijo, luego retrocedió y corrió para volver a su habitación. Fue cuando se oyeron los primeros estallidos de los misiles del imperio contra la capital de Kuntur y el ambiente se llenó de fuego y cenizas. Gerhard previó que Zethiuslav intentaría correr tras ella, cerró las puertas en el último momento y huyeron. Gracias a sus rápidos reflejos, la nave logró escapar esquivando el fuego cruzado, los estallidos y el derrumbe de edificios que les cerraban el paso al colapsar mientras Estela-00 aceleraba. Ahora, lejos de la batalla, entre los objetos volcados a su alrededor, Zethiuslav no podía quitarse el recuerdo de Sibylle arrancada de sus manos.
Gerhard revisó rápidamente el panel de control de la nave para detectar daños. Las cámaras de la antesala mostraban al príncipe y al niño fuera de peligro inmediato. Dio un suspiro y acomodó su espalda en el asiento al ver que, por el momento, habían evitado una muerte segura en la primera línea del conflicto. Ningún enemigo parecía seguirlos, su incursión de rescate en Kuntur había terminado. Estaban a salvo, al menos por ahora.
—No podremos volver a Eridor —comentó Gerhard desde la cabina. Su voz sonó serena y firme a través de los altavoces, reflejo de su entrenamiento militar y la costumbre de manejar situaciones críticas con calma—. Iremos hacia Felgrie, como discutimos —añadió, ajustando la trayectoria de la nave en los controles. Afortunadamente, Estela-00 no mostraba signos de daño estructural aparente. No recibió respuesta, a través de las cámaras observó cómo Zethiuslav se limpiaba el hilo de sangre de su rostro con el puño de su casaca y volvía a sujetar al niño en un abrazo, perdido en sus pensamientos.
Estela-00 inició su ruta de vuelo hacia el conglomerado de Felgrie de forma segura. Gerhard sintió el peso de sus decisiones y la culpa apoderarse de sus músculos entumecidos. Sabía que no podría regresar a Eridor para cuidar de su hermana Anke a quién había prometido proteger. Toda la ruta entre Kuntur y Eridor se había convertido en un campo de batalla. Apenas habían escapado con vida; arriesgarse nuevamente no era una opción. «Anke está en el edificio de laboratorios, lejos de la línea de combate. El príncipe Abel ha garantizado que los equipos de investigación no serán parte de las estrategias militares de Tyro. Esta segura» se dijo a sí mismo. La batalla se concentraba en los límites de Kuntur, no en Eridor. Sabía que no había nada más que pudiera hacer por ella en ese momento.
ESTÁS LEYENDO
Sobre todas las cosas INCOMPLETAS©
Ciencia FicciónUn príncipe guarda un secreto en la sangre con el cual intenta proteger su reino de una invasión inminente. El tercer hijo del emperador se esfuerza por salvar a su sobrino, el heredero del imperio, de la manipulación política. Un grupo de científic...