4. Ángel

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Llegué a pensar que Rath'tollan no iba a regresar. Desde que desapareció esa noche, no había vuelto a tener ninguna señal de vida de su parte. Ni siquiera un asomo de brisa helada para alertar su proximidad. Nada.
Ahora bien, una persona cuerda y normal estaría agradecida de que un príncipe demonio del Inframundo no volviera nunca a aparecerse en su habitación...
¿Yo? Estaba comenzando a dudar de mi cordura.
...
Debo decir que mis padres no eran los mejores padres del mundo entero, así que por lo general pasaba largos períodos de tiempo sola en casa, y se aproximaba uno de ellos.
Ambos se largaron a una especie de reunión de ex alumnos o algo así por todo el fin de semana, aunque la verdad me importaba muy poco. El barco de sentir algo más que aprehensión por mis padres zarpó hace muuuucho tiempo.
De igual forma, un par de personas en la escuela me insistieron para que asistiera a una fiesta la noche del sábado. Si hubiera tenido la certeza de contar con la compañía de cierto príncipe demoníaco, lo habría rechazado con creces, pero debido a su silencio radial, ahí estaba, mirándome en el espejo que comenzó todo para asegurarme que mi ropa estuviera en orden.
Sostuve mis ojos en el espejo por unos minutos demás, sin ver el castaño de mis irises, imaginando el zafiro llameante de otros. Sonreí con amargura.
— Rath. — Dije. — Sé que puedes escucharme, dijiste que podías. — Bajé la voz. — Espero que puedas.
Tragué saliva y apoyé una mano en el cristal.
— No sé qué sucedió, yo... — Me detuve, exhalando. — Quizá no tenga nada que ver conmigo, es decir, seguro tienes tus propios asuntos de los qué ocuparte y esa es la razón de tu... ausencia, pero quería decirte que todo está bien, digo... — Suspiré.
Hice una pausa por unos segundos para ordenar mis pensamientos antes de hablar de nuevo.
— Hoy iré a una fiesta, de hecho no suelo ir a fiestas, pero haré una excepción... No volveré tarde, sería genial que estuvieras aquí cuando volviera, yo... — Me interrumpí, apartando la mirada.
Esto es ridículo, pensé, ¿qué estoy haciendo? Si Rath'tollan quisiera volver, lo habría hecho ya. Es un maldito príncipe del Inframundo, puede hacer lo que quiera... Y pasar su tiempo con quien quiera. Es decir, ¿yo qué tengo que ver con su vida, con su mundo?
Nada. Absolutamente nada. Y aún así... Regresé mis ojos al espejo.
— Te extraño. — Articulé.
Lancé una última mirada a mi reflejo, esperando sentir el menor atisbo de frío, sin embargo, no llegó. Solté el aire de mis pulmones y salí de la habitación antes de arrepentirme.
...
Volvía a mi casa mitad caminando, mitad siendo arrastrada por un chico de la escuela. Creo que su nombre era Jordan o algo así, no estaba segura.
De lo que sí estaba segura era de que no había bebido tanto como para que mi cuerpo dejara de responder de esta forma. Nunca me he embriagado antes, pero sabía que mis brazos y piernas no deberían sentirse así de entumecidos.
— Ya estamos, Kiarah. — Dijo ¿Jordan?, usando mis llaves para abrir la puerta de mi casa.
La cerró detrás de nosotros y me guio hasta mi habitación. Bajándome con suavidad sobre la cama, CreoQueJordan se levantó y me observó desde arriba. Había una mirada extraña en sus ojos azules. Eran azules pero de un azul pálido y deslucido... Mortal.
Me sentía rara. Mi mente funcionaba perfectamente, sin embargo, mis brazos y piernas no se movían por más que mi cerebro les gritara que lo hicieran.
CreoQueJordan estudió mi posición tendida, desde la punta de mis botas hasta la cúspide de mi cabello. Satisfacción y algo más destelló en su mirada. La suspicacia me llenó. El chico se acercó nuevamente a mí y se tendió a mi costado en la cama. De inmediato mi mente entró en alerta roja y mi pulso enloqueció.
— ¿Sabes? Siempre me has intrigado. — Dijo él. — Aunque eres callada, eres tan caliente como el mismo infierno. — Añadió barriendo sus ojos por mi cuerpo.
El pánico me agrió el estómago. No, no, no, no. Esto no estaba pasando, no podía ser así, no, no, no.
— Pero eres tan cerrada, — Siguió él. — que necesitaba hallar una forma de bajar tus defensas, hacerte más... — Con un movimiento fluido, se colocó sobre mí. — accesible a mis avances.
Su cadera presionó la mía y sentí el bulto en su pantalón. Oh, por favor, no, no, por favor. Intenté frenéticamente mover mis piernas, mis brazos, algo, cualquier cosa para intentar defenderme, nada funcionó.
CreoQueJordan, o más bien maldito violador, bajó su cabeza y empezó a besar mi cuello. Mi piel se erizó al contacto de su boca, la repulsión y la bilis se acumularon en mi garganta. Volví desesperadamente a tratar de mover mis extremidades pero fue inútil. Me hallaba completamente indefensa ante él.
Mi mente se agitó a toda velocidad, buscando una forma de salir de la horrible situación. Seguí intentando moverme, nada; traté de bloquear mi percepción para no presenciar lo que estaba a punto de ocurrirme, pero eso tampoco dio resultado.
En última instancia, de alguna forma, logré desbloquear mi boca y pude suplicar.
— No, por favor. — Solté desesperadamente. — No hagas esto, no, no, por favor, no.
El maldito violador no hizo caso de mis súplicas, si acaso lo alentaron, lo cual me asustó aún más. Grité.
— Para, para, ¡para! — Exclamé con terror. — No lo hagas, no, ¡no! Por favor, ¡por favor!
Continué gritando todas las súplicas que pude. El pánico me nubló la mente, ya ni siquiera estaba segura de lo que decía, solo quería que se detuviera a toda costa.
— Por favor, por favor. — Murmuré con la garganta desgarrada y lágrimas ahogando mi visión.
La desesperanza me llenó. Cerré con fuerza mis ojos. Intenté una vez más bloquear mi mente de la situación cuando sentí que el imbécil alcanzaba mi pantalón. Es todo, pensé, va a destruirme sin matarme, o tal vez tenga misericordia después y lo haga. Eso era mejor que vivir con lo que me haría.
— Te daré tres malditos segundos para que la sueltes y ya pasaron dos de ellos. — Gruñó una voz diabólica de pronto.
Había logrado mi objetivo. Me sumí tanto en mis pensamientos que no me percaté del aire helado que ocupó la habitación. Abrí los ojos, y usando todas mis fuerzas logré girar mi cabeza al sonido.
— Rath'tollan. — Murmuré con voz ronca.
El demonio dirigió su mirada de infierno cobalto hacia mí, pero no sentí otra cosa más que un intenso alivio.
— Mi ángel. — Susurró él de vuelta.
Mi corazón se aceleró, no con temor, sino con otra cosa que no estaba segura de cómo nombrar.
CreoQueJordan lanzó una mirada sobre su hombro para ver quién había hablado, e inmediatamente sentí el temblor de miedo que lo recorrió. Regresé mis ojos a Rath'tollan y pude ver lo que el violador veía.
El príncipe del Inframundo estaba de pie en toda su demoníaca gloria. La expresión en blanco en el pétreo rostro de Rath'tollan junto a su imponente altura, sus llameantes y antinaturales ojos zafiro, y el aura de gélida furia que lo rodeaba creaban una imagen que bien pudo ser una representación victoriana del diablo viniendo por algún pobre pecador.
Era terrorífico simplemente observarlo, y en el pasado pude haber estado sujetando el agua bendita de mi abuela de haber sido testigo de esto, no obstante, ahora, me sentía tranquila sabiendo que él estaba aquí, que, después de todo, había venido.
— ¿Eres sordo o simplemente idiota? — Preguntó Rath'tollan con la mandíbula apretada de ira. — Suéltala.
— ¿Q-quién e-eres? — Tartamudeó CreoQueJordan.
Casi me había olvidado de él. Curioso, ya que seguía sobre mí. Rath'tollan cambió su expresión en blanco por una sonrisa engreída que, con franqueza, le daba un aspecto más aterrador.
— Su diablo guardián. — Respondió en voz baja.
Esa fue toda la advertencia que el chico recibió antes de que el demonio se moviera a la velocidad de la luz y aprisionara su cuello con su puño.
— ¿Cómo te atreves a siquiera ponerle una mano encima? — Escupió Rath. — ¿No sabes que el único que alguna vez puede tocarla soy yo? ¡Yo!
Desde mi posición inmóvil en la cama no podía ver mucho, sin embargo, sí lograba ver cómo la cara de CreoQueJordan se estaba poniendo roja a gran velocidad.
— Si te dejo vivir es por el simple hecho de no querer matarte frente a mi ángel. — Le rugió Rath'tollan. — No vuelvas a acercarte a ella, ¡es mía! ¿Entendiste? Es. Mía.
Mi mente se encontraba muy atolondrada por todo lo ocurrido como para procesar correctamente las palabras de Rath más allá del hecho de que había venido y me había protegido. Archivé volverme loca por su declaración para después.
Mientras pensaba eso, CreoQueJordan boqueaba por aire como un pez en un anzuelo. Rath'tollan lo dejó asfixiarse unos segundos más, mirándolo con odio, hasta que lo soltó y el chico cayó al suelo, jadeando.
— Sal de aquí. — Dijo contundentemente el demonio.
Y no necesitó decirlo dos veces. CreoQueJordan salió pitando de la habitación sin mirar atrás. Apenas el chico salió de la vista, Rath'tollan se volvió hacia mí. Su mirada de fuego índigo ya no estaba, en su lugar las hermosas estrellas zafiro de sus ojos me estudiaban con preocupación.
— ¿Qué te hizo, pequeña Kiarah? — Susurró suavemente.
Me estremecí por la ternura en su tono, a pesar de la parálisis de mi cuerpo.
— Creo que me dio algo, no puedo moverme. — Le susurré de vuelta. — Además me dejé la garganta en carne viva por suplicarle que parara, perdona si no hablo muy fuerte. — Añadí.
— Shhh... — Murmuró él. — Yo me encargo.
Rath'tollan puso una mano sobre mi cuerpo, su aura azulada se intensificó, y al instante sentí cómo el entumecimiento abandonaba mis extremidades. Lentamente pude mover mis pies y manos, y el alivio fue increíble. No me había dado cuenta de lo pavoroso que puede ser estar paralizado.
— Ya está. — Anunció el príncipe demonio. — Aunque probablemente vayas a tener un poco de sueño ahora. — Añadió con una sonrisa conocedora.
Ni bien dijo eso, un bostezó rompió mi rostro y los párpados me pesaron de manera absurda. Fue desconcertante y francamente irritante. Quería hablar con Rath'tollan, sobre lo que pasó la última vez y sobre ahora, pero mi cuerpo hoy estaba dispuesto a dejarme fuera de combate en más de una forma. Bostecé de nuevo.
— Duerme, pequeña Kiarah. — Murmuró Rath cubriéndome con la manta. — Yo me quedaré a cuidar tus sueños para que ningún otro demonio pueda perturbarlos, soy el único con el permiso de perseguirte hasta el fin de tus días.
Sonreí levemente. Esa idea no sonaba tan mal, pensé. Con esfuerzo abrí mis ojos y lo observé sentado a la orilla de mi cama.
— Volviste. — Dije en voz baja.
Rath'tollan sonrió.
— Sí. — Él acarició mi mejilla a la vez que mis ojos se cerraban de nuevo en contra de mi voluntad. — Yo siempre vendré si me llamas.
No entendí qué quiso decir con eso, pero daba igual. Él estaba aquí, eso era todo lo que importaba.

Zafiros en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora